15 febrero, 2009

La derrota en Afganistán del Ejército Rojo, una advertencia para EE.UU.

RAFAEL M. MAÑUECO | MOSCÚ Domingo, 15-02-09

Hace hoy justo 20 años daba la vuelta al mundo la fotografía de los blindados soviéticos a través del puente metálico sobre el río Amu Daria, en la frontera entre Afganistán y Uzbekistán. Era el último convoy de tropas que Moscú replegaba después de casi diez años de combates contra los muyahidines en una geografía agreste e inhóspita.

La invasión de Afganistán por el Ejército Rojo, el 27 de diciembre de 1979 «fue un error político». Esa sigue siendo la opinión del general Borís Grómov, el militar ruso que dirigió la retirada y que hoy día se encuentra al frente de la región de Moscú. «Aquella guerra sentó las bases para la destrucción de la economía de la URSS y la desintegración del país».

Grómov rechaza que la presencia soviética en Afganistán fuera una ocupación. «Nuestra misión fue luchar contra terroristas, detener el tráfico de drogas y construir puentes y carreteras», asegura el gobernador moscovita. Tales objetivos son los mismos que persigue la coalición internacional.

Barack Obama, se propone aumentar el número de fuerzas en Afganistán de 37.000 a 60.000 hombres. La URSS llegó a tener desplegados más de 150.000. El total de militares soviéticos que tomaron parte en la guerra entre el 27 de diciembre de 1979 y el 15 de febrero de 1989 superó los 600.000. Sufrieron 15.000 bajas y más de 50.000 heridos. Centenares de soldados resultaron mutilados. En el lado afgano perecieron más de un millón de personas, en su mayoría civiles.

El Ejército Rojo no tenía tantos problemas con las vías de abastecimiento a Afganistán como los que padecen actualmente EE.UU. y la OTAN. Las columnas de camiones que llegan con provisiones desde Pakistán están siendo atacadas casi a diario por los talibanes en el paso de Khyber. Por si fuera poco, Kirguistán se dispone a cerrar la base norteamericana de Manás, la única que le quedaba a Washington en la zona. Los soviéticos, sin embargo, controlaban toda la frontera norte de Afganistán, desde China a Irán. Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán eran repúblicas soviéticas.

Tácticas guerrilleras

Ruslán Aushev, antiguo oficial en Afganistán y ex presidente de la República de Ingushetia, recuerda que «era difícil combatir contra un enemigo que utilizaba la táctica de guerrillas». Según Aushev, «golpeaban en pequeños grupos y después desaparecían. Nos dejaban todo tipo de trampas, nos tendían emboscadas y envenenaban los pozos de agua».

El ex dirigente ingush cree que la guerra contra los talibanes «durará mucho tiempo y costará muchas vidas». Grómov, por su parte, ve poco futuro a los esfuerzos que Occidente realiza y cree que la administración de Hamid Karzai tiene muchas posibilidades de repetir la suerte del régimen comunista que encabezó Mohamed Najibullah, en cuya ayuda Moscú envió sus tropas. Najibullah fue brutalmente asesinado por los talibanes en septiembre de 1996, nada más tomar Kabul. Su cuerpo y el de su guardaespaldas fueron arrastrados con un todoterreno y colgados después de una farola.

Leonid Shebarshin, máximo responsable del servicio exterior de inteligencia del KGB entre 1989 y 1991, escribía hace unos años que la URSS debería haber mantenido en Afganistán su presencia y su apoyo a Najibullah. «Traicionamos a un leal amigo y nos privamos así de la posibilidad de seguir influyendo en esa región», admitía Shebarshin.

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