| Reportajes Fisuras        de imprevisión en el milagro chileno
 Por        Daniela Estrada
 
 Insuficiencias        en equipamiento técnico, recursos humanos especializados, coordinación        institucional, planificación territorial y cultura ciudadana quedaron al        descubierto tras el terremoto y el posterior tsunami del 27 de febrero en        el centro y sur de Chile.
 
 
 SANTIAGO, 15 mar (Tierramérica).-        "Lamentablemente los puentes de comunicación entre el mundo de la ciencia        y el de las decisiones políticas son muy frágiles y poco expeditos",        reconoció a Tierramérica el director del Centro Internacional de        Investigación de Terremotos Montessus de Ballore, Jaime Campos, de la        estatal Universidad de Chile.
 "Ésa es una de las grandes lecciones        que hay que aprender", agregó.
 
 El sismólogo chileno, junto a otros        científicos nacionales y extranjeros, detectó a comienzos de la década de        1990 la existencia de dos "lagunas sísmicas" en este país sudamericano de        17 millones de habitantes, donde podían ocurrir terremotos de gran        magnitud por la interacción de las placas tectónicas Sudamericana y de        Nazca, cuyos límites, o falla, coinciden con el territorio        chileno.
 
 La última publicación al respecto se divulgó en        2009.
 
 Precisamente una de esas zonas "maduras" desde el punto de        vista sísmico era el sector comprendido entre las centrales ciudades de        Constitución y Concepción, donde se sintió con más fuerza el destructor        terremoto de febrero, que alcanzó 8,8 grados en la escala de        Richter.
 
 Al sismo siguió un tsunami que arrasó con varias        localidades costeras de las regiones de El Maule y Bío-Bío, entre 200 y        500 kilómetros al sur de Santiago, capital de un país que suele ser        elogiado como el más avanzado de América Latina en materia de desarrollo        económico y social.
 
 Luego del terremoto, que dejó unos 500 muertos        y miles de viviendas en el suelo, los errores y la mala coordinación entre        el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico (SHOA) de la armada y la Oficina        Nacional de Emergencias (Onemi) impidieron decretar a tiempo la alerta de        maremoto para proteger a la población.
 
 La Onemi justificó además        la lenta respuesta estatal por la caída de la red de        comunicaciones.
 
 "Un terremoto de magnitud 8,8 grados tensiona        cualquier sistema de emergencia en la dimensión reactiva, a un nivel        extremo. La zona del daño fue enorme, cerca de 500 kilómetros, viéndose        severamente afectado todo el soporte comunicacional del país", admitió        Campos, quien recordó que Chile es uno de los países más sísmicos del        mundo.
 
 Investigaciones de instituciones científicas de Estados        Unidos y Chile indican que la fuerza del sismo provocó que Concepción se        desplazara más de tres metros hacia el occidente. Lo mismo ocurrió con        Santiago (27,7 centímetros) y las ciudades argentinas de Mendoza (13,4        centímetros) y Buenos Aires (entre dos y 3,9 centímetros).
 
 Con        todo, una mejor infraestructura tecnológica y, especialmente, una masa        crítica de científicos podrían haber mitigado el impacto del segundo        terremoto más fuerte sufrido por este país, después del de 9,5 grados        registrado en 1960 en la sureña ciudad de Valdivia, planteó        Campos.
 
 La Red Nacional Sismológica y Volcánica creada como parte        de los festejos del bicentenario de la independencia del imperio español,        que se cumplirá este año, tenía previsto operar completamente en 2012.        Tampoco fue suficiente el proceso de modernización de los últimos años en        la Onemi.
 
 "Hay una notoria falta de expertos y especialistas"        capaces de operar la nueva tecnología disponible y diseminar sus        conocimientos entre los tomadores de decisiones, el sistema educativo y la        población, indicó Campos.
 
 "Éste es un problema compartido en        América Latina, porque nuestros países destinan pocos recursos a la        formación de este capital humano de expertos", un asunto caro y que no da        réditos políticos inmediatos, opinó.
 
 Sin embargo, la porción        occidental de la región está muy expuesta a catástrofes naturales como        terremotos, erupciones volcánicas y maremotos.
 
 En materia        tecnológica, Campos destacó la experiencia de Japón, que "tiene un        dispositivo de sensores en todo el territorio nacional conectado en tiempo        real con un sistema de comunicación robusto, que no se cae frente a un        terremoto".
 
 La información generada por estos sensores "se canaliza        a través de una central de procesos, en la que a los pocos segundos se        identifican las zonas donde hubo severos movimientos del suelo y donde se        ubican las áreas de máximo daño", explicó.
 
 Un sistema de este tipo        habría evitado que pasaran días antes de conocerse todos los lugares        afectados por el terremoto y el tsunami en Chile.
 
 Según Campos, la        información utilizada por el SHOA, generada por un sistema de boyas        instaladas por Estados Unidos en el océano Pacífico para medir cambios en        la mareas, no es el más adecuado para esta región.
 
 "Países de        América Latina, como Perú, Ecuador, Colombia y Chile, necesitan un sistema        robusto que permita detectar, de manera instrumental, los movimientos        fuertes para saber rápidamente cuál es la zona del daño máximo, y a partir        de esa información activar las acciones pertinentes de ayuda a las        personas afectadas", insistió el sismólogo.
 
 América Latina debe        desarrollar capacidad técnica y experiencia propia para crear un sistema        que se adecue a sus problemas específicos, enfatizó.
 
 La        planificación urbana es otra herida abierta por el terremoto, dicen        expertos.
 
 Aunque la legislación nacional obliga a las comunas a        contar con planes reguladores que incluyan análisis de las zonas de        riesgo, estas amenazas no siempre son "atendidas" por las autoridades, el        mercado inmobiliario y turístico y la comunidad, dijo a Tierramérica la        arquitecta planificadora Libertad Burgos, de la consultora privada        Infracon.
 
 "La responsabilidad es compartida" y tiene que ver con la        "falta de conciencia" general sobre el extremo grado de vulnerabilidad del        territorio nacional, acotó. En 2007 Chile sufrió un terremoto en la        norteña ciudad de Tocopilla y en 2008 la erupción del sureño volcán        Chaitén, que obligó a reubicar a una ciudad completa.
 
 Como Campos,        Burgos cree que la red de emergencia requiere mayores recursos para        equipamiento y, sobre todo, capacitación.
 
 Para Paulina Acevedo, del        no gubernamental Observatorio Ciudadano, la catástrofe "dejó en evidencia        dos realidades: la lentitud y descoordinación de las autoridades y la gran        desigualdad social que caracteriza al país", porque los mayores afectados        fueron los más pobres, que habitan viviendas precarias en zonas que no        tienen las mejores vías de acceso. Chile no tiene "ningún tipo de cultura        sísmica respecto a saber cuáles son las características geográficas del        territorio y cuáles deberían ser las formas de reaccionar frente a una        emergencia. Y no me refiero sólo a ponerse bajo el umbral de una puerta,        sino a cómo almacenar agua o cómo manipular alimentos en forma higiénica",        ejemplificó la activista a  Tierramérica.
 | 
1 comentario:
Nice article. You raise some interesting points. Thank you.
Data entry services in pune
Publicar un comentario