|                       |  |   	  El gobierno de EEUU, siempre tan coherente, ataca al mensajero  para que todo el mundo se olvide del mensaje. Resulta que el enemigo es  Wikileaks, particularmente Julian Assange -su figura más visible-, pero  ni una disculpa por los "excesos" de la diplomacia norteamericana, ni  por la práctica de la tortura en los territorios ocupados, ni por los  pagos a los contratistas privados que disparan a la multitud cuando  están de mal humor, ni por las mentiras que han divulgado para  justificar las guer... |          | 
 Puesta online a las 14:54, el 30 de Noviembre del 2010
 
 
 Wikileaks humilla al Cibercomando (+ Infografía)
 30 Noviembre 2010
 
 "Whistleblower?" Julian Assange: 9/11 was NOT a Conspiracy
 
 
 
 El gobierno de EEUU, siempre tan coherente, ataca al mensajero para  que todo el mundo se olvide del mensaje. Resulta que el enemigo es  Wikileaks, particularmente Julian Assange -su figura más visible-, pero  ni una disculpa por los "excesos" de la diplomacia norteamericana, ni  por la práctica de la tortura en los territorios ocupados, ni por los  pagos a los contratistas privados que disparan a la multitud cuando  están de mal humor, ni por las mentiras que han divulgado para  justificar las guerras que desangran a Iraq, Afganistán y Yemen -país  que, ahora sabemos, también forma parte del teatro de operaciones de los  EEUU.
 
 
 Wikileaks comenzó el domingo la filtración de más de 250 000  informes de las oficinas diplomáticas de Estados Unidos en el mundo,  asociado con cinco grandes periódicos: New York Times, The Guardian, El  País, Le Monde y Der Spigel.  El golpe es demoledor para la política  imperial norteamericana, que había aprendido a convivir con los medios  tradicionales, domesticándolos. Ahora estos saben que tienen que  adaptarse a la nueva era, la del ciberespacio, con sus millones de  fuentes autónomas de información, que han resultado ser una amenaza  decisiva a la capacidad de silenciar en la que se ha fundado siempre la  dominación.
 
 
 Lo que estamos presenciando es histórico y humillante para los  halcones imperiales. Con su audaz estrategia de coordinación entre los  medios tradicionales y los llamados medios sociales, Wikileaks ha ganado  la primera gran batalla de la "Era de Información" contra los  mecanismos que en las últimas décadas han utilizado los Estados Unidos y  sus aliados gubernamentales y mediáticos para influir, controlar y  coaccionar a todo el planeta.
 
 
 Una de las consecuencias en las que más se han detenido los  analistas es en la torcedura de brazo a los medios transnacionales, que  pactaron con Wikileaks tras el cálculo de que si la colaboración con los  EEUU termina por ver la luz pública gracias al activismo individual y a  la Internet, los estados clientes y sus dirigentes van a estar menos  dispuestos a acompañar las maquinaciones imperiales. Por una vez, el  Imperio ha recibido un durísimo y humillante golpe, que lo ha puesto  contra las cuerdas con signos visibles de impotencia y descoordinación.
 
 
 La prueba es el intento frenético del Departamento de Estado de  alertar de las filtraciones a sus funcionarios y a sus aliados durante  el fin de semana. En medio del corre corre, un congresista pidió a la  Secretaria Clinton incluir a Wikileaks en la lista de las organizaciones  terroristas extranjeras. Luego vino el ataque de denegación de servicio  contra el sitio web, una hora antes del lanzamiento programado este  domingo, que algunos analistas atribuyeron a una torpe intervención del  nuevo Comando Ciberespacial de los EEUU. El Comando llegó a su "completa  capacidad operativa" hace menos de un mes y ya está peleándose con la  CIA y con el Departamento de Seguridad Interior para ver quién tiene  autoridad en las acciones ofensivas y el control de las redes de  telecomunicaciones en el ámbito civil.
 
 
 Amy Davidson, editora de la prestigiosa revista The New Yorker,  alertaba hace unos días por dónde iban a venir los tiros del gobierno de  Obama contra Wikileaks:
 
 
 1. Acusar a Assange y a sus colegas de espionaje, independientemente  de que ellos estén fuera de la jurisdicción norteamericana;  pedirle a  los aliados de EEUU que hagan lo mismo;
 
 2. Explorar las oportunidades para que el Presidente Obama incluya a  los colaboradores de Wikileaks en la lista de combatientes enemigos,  allanando el camino para acciones no judiciales en su contra.
 
 3. Congelar los activos de la organización Wikileaks y de sus  partidarios, y aplicar sanciones financieras a aquellas instituciones  que colaboren con esta organización; impedirles todo tipo de  transacciones en dólares norteamericanos;
 
 4. Darle la oportunidad al nuevo Cibercomando de EE.UU. de demostrar  que pueden, por vía electrónica, asaltar a WikiLeaks y a cualquier  compañía de telecomunicaciones que ofrezca sus servicios a esta  organización;
 
 5. La celebración de audiencias en el Congreso para evaluar cómo la  información clasificada podría estar comprometida y cómo EEUU puede  identificar mejor y luchar contra organizaciones políticas como  Wikileaks.
 
 
 Hillary Clinton insinuó algunas de estas medidas en su conferencia  de prensa del lunes y, conteniendo a duras penas la ira, aseguró que su  Gobierno dará "pasos agresivos contra los responsables de la  filtración". El fiscal general de Estados Unidos, Eric Holder, anunció  inmediatamente después que su departamento abrió una investigación  criminal para "depurar responsabilidades" por la divulgación de estos  documentos "pone en riesgo la seguridad nacional". Sarah Palin, figura  emblemática de la ultraderecha norteamericana, se preguntaba en  Facebook, por qué el gobierno "no había utilizado todos los medios  cibernéticos a nuestra disposición para desmantelar de manera permanente  a Wikileaks".
 
 
 Unos y otros han intentado centrar la atención en Julián Assange, el  fundador de Wikileaks -¿en qué guerra de EEUU no hay un villano?-. Sin  embargo, eso no explica la escasa compostura de los líderes  norteamericanos, tanto de Hillary como de los jerarcas del Pentágono que  han tenido que darle la cara a las varias oleadas de filtraciones. Las  estructuras de poder norteamericano, estén o no en el gobierno, se dan  perfecta cuenta de que esto va mucho más allá de la revelación de  pruebas de lo que ya más o menos cualquiera sabe: los abusos de toda  índole de Washington.
 
 
 Lo que ha desatado las alarmas en Washington es que Wikileaks  demuestra que un pequeño grupo de periodistas e informáticos, utilizando  hábilmente las nuevas tecnologías y maniobrando en las redes sociales y  en las aguas turbias de la comunicación transnacional, puede poner en  jaque a la mayor superpotencia del mundo y a su super-ejército  ciberespacial, con 1 000 hackers, un presupuesto multimillonario y una  abrumadora campaña de terror para imponer en todo el mundo, con el  pretexto de la ciberseguridad, la ciberguerra.
 
 
 "Es precisamente ese creciente prestigio de profesionalidad de  Wikileaks el que preocupa en las alturas", diría el sociólogo Manuel  Castells, el académico que mejor ha descrito los espectaculares cambios  que se estan produciendo a escala planetaria desde la aparición de las  Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones (TICs). Julián  Assange y sus compañeros, más los miles de usuarios de la Internet que  colaboran de una manera o de otra con este proyecto, son hijos de esta  nueva realidad histórica.
 
 
 Nadie puede predecir hasta dónde más podrá llegar Wikileaks en esta  batalla contra Estados Unidos. El poder tiene una enorme capacidad para  controlar los daños, desaparecer o reciclar a sus oponentes y tender un  manto de olvido. Pero ahora mismo, en medio de los fogonazos, son  perceptibles ciertas claves que no debería desdeñar ninguna estrategia  de resistencia: el conocimiento y apropiación de las nuevas tecnologías,  el valor de la transparencia informativa, el ciberespacio como ámbito  de acciones tanto ofensivas como defensivas, y las extraordinarias  posibilidades de Internet como herramienta de lucha.
 
 
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 SIPRnet, la red secreta de EEUU de donde proceden los documentos filtrados
 30 Noviembre 2010
 
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 Los cerca de 250 000 cables diplomáticos de Estados Unidos que ha  publicado Wikileaks proceden de SIPRnet, una red de comunicaciones  supuestamente secreta que utiliza el Pentágono y a la que tienen acceso  más de dos millones de personas.
 
 
 En su gran mayoría los documentos filtrados hoy llevan la  identificación como "SipDis" -el acrónimo de las palabras en inglés  "distribución por SIPRnet"-. SIPRnet es el acrónimo que corresponde a la  Red de Protocolo de Encaminamiento por Internet Secreta.
 
 
 La SIPRnet, según los periódicos, se diseñó para resolver un  problema que afectaba a todas las grandes burocracias: cómo distribuir  de manera secreta información confidencial entre muchos funcionarios que  pueden estar en diferentes partes del mundo.
 
 
 Para ello el Pentágono, que también tuvo un papel seminal en la  gestación de Internet, creo una red cibernética paralela manejada por  los militares.
 Desde los ataques terroristas contra EE.UU. en septiembre de 2001 un  número creciente de misiones diplomáticas y otras agencias  estadounidenses se han conectado a esta red que ya habían extendido las  Fuerzas Armadas.
 
 
 Los documentos muestran que en 2002 había 125 embajadas conectadas  con SIPRnet, y tres años más tarde había 180. El Departamento de Estado  ha recurrido cada vez más a la designación de SipDis para muchos de sus  despachos e intercambios con embajadas, oficinas consulares y otras  misiones diplomáticas, de manera que más y más mensajes civiles han ido a  dar a la SIPRnet militar.
 
 
 De esta manera, cualquier funcionario militar que tenga autorización  para acceder a la información que circula en la SIPRnet puede echarle  un vistazo a los documentos del Departamento de Estado que son,  supuestamente, de naturaleza diplomática y civil.
 
 
 Nadie sabe con exactitud cuántas personas tienen autorización o  permiso para acceder a diferentes niveles de secreto en la información  gubernamental, pero se calcula que son millones de personas.
 
 
 Ya en 1993, incluso antes de que existiese esta red, la Contraloría  General de la Nación -la agencia del Congreso que prepara informes a  pedido de los legisladores- indicaba que había más de tres millones de  personas con diferentes niveles de "security clearance".
 
 
 En la última década, según la misma agencia, ha habido un incremento  notable en el número de personas a las que se les ha otorgado una  "autorización de seguridad", y esto incluye desde militares a empleados  civiles del gobierno, además de los "contratistas privados" que proveen  servicios al Gobierno.
 (Con información de EFE)
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