30 mayo, 2010

El “muy buen amigo” de Posada en el FBI “investigó” los atentados de La Habana

JEAN-GUY ALLARD

El oficial del FBI, George Kiszynski, que Luis Posada Carriles calificó como un "muy buen amigo" en su entrevista con the New York Times, investigó los atentados que este terrorista internacional confesó haber provocado en La Habana, en 1997, según confirma un informe oficial de la policía federal norteamericana desclasificado el 18 de mayo.

El documento de tres páginas ha sido depositado como un elemento más de evidencia, ante el tribunal de El Paso, que debe proceder —en una fecha por determinar— a juzgar a Posada por varios cargos.

Fechadas el 13 de noviembre de 1998, las dos primeras páginas del documento desclasificado reportan que el 17 de junio anterior "un examen en el terreno de cuatro detonadores eléctricos ha sido realizado en La Habana, Cuba", y prosigue dando las "especificaciones de los especímenes examinados", cuatro detonadores de marca DuPont y de fabricación estadounidense.

La tercera página —una carta dirigida explícitamente al jefe del FBI de Miami— se refiere a tres muestras de explosivos examinadas, precisando que los resultados de su análisis vienen como piezas adjuntas. Justo después del último párrafo, aparece enigmáticamente, escrito a mano, el apellido KISZYNSKI.

Lo que indica claramente que el oficial del FBI George Kiszynski, constantemente vinculado al terrorismo contra Cuba desde décadas, participó de una forma u otra en la investigación llevada por el cuerpo de policía norteamericano sobre los atentados de 1997 en Cuba.

Como bien se sabe, estos atentados fueron organizados desde El Salvador por Posada, quien calificó a Kiszynski de "muy buen amigo" en una entrevista con Ann Luise Bardach y Larry Rother, publicada por The New York Times los días 12 y 13 de julio de 1998.

TRES OFICIALES DEL FBI EN LA HABANA

El 15 de junio de 1998, como resultado directo de una comunicación al entonces presidente norteamericano Bill Clinton realizada el mes anterior por el escritor colombiano Gabriel García Márquez, a solicitud del presidente cubano Fidel Castro, llegó a La Habana una delegación del FBI, que se reuniría el 16 y 17 de junio de 1998 con expertos cubanos.

Los tres oficiales norteamericanos recibieron entonces una amplia información sobre los atentados ocurridos en Cuba el año anterior, que incluyó, entre otras cosas, 64 folios en los que se aportaban evidencias acerca de 31 acciones y planes terroristas contra Cuba desarrollados entre 1990 y 1998 bajo orientación de la Fundación Nacional Cubanoamericana (FNCA) de Miami.

Entre las evidencias así ofrecidas, se encontraban también las muestras de explosivos utilizados en la fabricación de bombas desactivadas antes de explotar.

Los oficiales del FBI se comprometieron a informar a la parte cubana de los resultados de su análisis de los materiales entregados en el más breve plazo. Nunca lo hicieron.

Unas semanas después de la estancia en Cuba de los investigadores norteamericanos, el oficial Héctor Pesquera, entonces jefe del FBI de Miami, no solo no procedía a una investigación de los elementos denunciados en La Habana, sino que ordenaba el arresto de cubanos infiltrados en las filas de organizaciones terroristas, a solicitud de cabecillas mafiosos, entre los cuales se encontraba el congresista federal Lincoln Díaz-Balart, que se mantenía constantemente informado.

El propio 18 de junio, mientras los agentes del FBI de visita en La Habana regresaban a su país, Posada se encontraba en la isla neerlandesa de Aruba otorgando tranquilamente la entrevista al The New York Times en la cual se jacta —"orgullosamente", dice el texto— de haber organizado la campaña de terrorismo en Cuba hasta darse el lujo de hablar abiertamente de sus patrocinadores de la FNCA.

Es precisamente en esta entrevista que el terrorista internacional identifica al agente especial del FBI George Kiszynski como "un muy buen amigo" al que conocía desde hace tiempo.

TODA UNA SUCESIÓN DE ACTOS CÓMPLICES

La historia conocida de la complicidad del oficial Kiszynski con la mafia cubanoamericana empieza en 1979 cuando los detectives Sergio Pinion y Ozzie Austin le comunican planes de terroristas vinculados a la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias (CORU) de Orlando Bosch para destruir un avión, que realizaba vuelos entre Miami y La Habana. Los investigadores de la policía de Miami pidieron entonces a su colega su apoyo para contrarrestar la conspiración.

De inmediato, Kiszynski se reúne con los sospechosos señalados, bajo pretexto de interrogarlos, y al salir del encuentro "olvida" su maletín.

Informados por un colaborador infiltrado en el CORU, Pinion y Austin denuncian a Kiszynski a sus superiores jerárquicos que realizan una investigación, cuyos resultados –—desconocidos— son rápidamente archivados.

Poco antes del escándalo Irán-Contras, Kiszynski fue también quien comunicó al coronel Oliver North, gerente del complot al servicio de George Bush padre, un informe ultra- secreto del FBI, en el cual se revela de manera detallada cada elemento de una investigación que había realizado la Policía de Miami sobre los Contras y el tráfico de drogas. Un tráfico en el cual participaba activamente el agente CIA Luis Posada Carriles.

El 7 de febrero de 1992, el mismo Kiszynski —designado por el FBI para cumplir una orden del Congreso de asistir a la Oficina del Fiscal Independiente, que investigaba el asunto Irán-Contras— interrogó a Luis Posada Carriles durante varias horas en la embajada norteamericana de Honduras, donde el terrorista se encontraba.

La conversación —amena— entre el policía y el terrorista se desarrolla sin que al primero le venga la idea de detener al segundo. Posada podrá así seguir con sus intentos de magnicidio, con la confirmación de una simpatía de los del Norte hacia sus actividades. Y lo hará luego tanto en Venezuela como en República Dominicana y Panamá.

"NUNCA VOLVÍ A SABER NADA DE ELLOS"

Pero quedan otras anécdotas muy sorprendentes acerca de ese agente demasiado especial. En 1997, el ingeniero guatemalteco Antonio "Tony" Jorge Álvarez manejaba la sucursal de la firma WRB Enterprises en Guatemala con la cual trabajaba Posada Carriles. El terrorista estaba entonces manejando la campaña de atentados contra hoteles de Cuba y complotaba un atentado contra el presidente cubano Fidel Castro, que se preveía realizar en la Cumbre Iberoamericana de Isla Margarita, Venezuela.

Álvarez, hoy residente de Greenville, Carolina del Sur, informó al FBI. Señaló que Posada y sus cómplices compraron detonadores —los cuales reaparecerían en La Habana— para la fabricación de artefactos dinamiteros, y que había observado en su posesión explosivos plásticos.

Según declaraciones que hizo luego Álvarez al The New York Times y que fueron publicadas, el FBI fue "sorprendentemente indiferente". El diario confirmó que un agente —George Kiszynski— se puso en contacto desde Miami con Álvarez.

"Me dijo (el agente) que mi vida estaba en peligro, que esa gente era muy peligrosa y que abandonara Guatemala. Nunca volví a saber nada de ellos", declaró Álvarez al diario.

El propio The New York Times tuvo que concluir que si el FBI hubiera entrevistado entonces al empresario Álvarez, hubiese conocido cómo Posada planeaba los atentados de La Habana.

Pero no es todo.

El mismísimo Kiszynski reaparecería el 26 de marzo del 2001 como testigo en la causa de los Cinco cubanos acusados de "espionaje" por haber infiltrado grupos terroristas de Miami.

La defensa lo convoca después de haber sido informado por el FBI, que investigó la presencia en Miami de dos barcos sospechosos.

Ante el tribunal, Kiszynski, cuyos antecedentes se ignoraban entonces, contó cómo investigó, en julio de 1998, dos barcos anclados en una marina de Miami, cuyo dueño preparaba una operación terrorista contra Cuba.

Kiszynski afirmó que, en una operación que realizó, se buscó explosivos o armas y no se encontró nada. Luego fue a interrogar al dueño, Enrique Bassas, quien, admitió, conocía de antemano.

Lo que no precisó Kiszynski es que Bassas es uno de los individuos que se reunieron con Luis Posada Carriles, precisamente en julio de 1998, entre el 19 y el 21, en el Hotel Holiday Inn, de Ciudad de Guatemala, para preparar otro plan de atentado contra el Presidente cubano, quien iba a participar en la Cumbre de Jefes de Estado del Caribe, en Santo Domingo.

Tampoco precisó que Bassas conoció a Posada en la provincia cubana de Cienfuegos, donde ambos nacieron, ya que fue miembro del Ejército Secreto Cubano del connotado terrorista Sixto Reynaldo Aquit Manrique.

La presencia de la palabra KISZYNSKI al final del inventario de las muestras de explosivos, redactado por el FBI después de la visita de sus enviados a La Habana, constituye una prueba más de mala fe en el sulfuroso dossier de la relación entre la policía federal de Estados Unidos y el terrorismo cubanoamericano.

Casi doce años después de la visita a Cuba de los enviados del FBI, los terroristas denunciados por Cuba —incluyendo a Posada— están libres en Miami, conspirando impunemente con la complicidad del FBI.

Mientras los Cinco antiterroristas, que cumplían su deber protegiendo a su Patria, siguen secuestrados en cinco cárceles norteamericanas, víctimas de una odiosa maquinación que se pretende, con un cinismo absoluto, llamar Justicia.

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