LISBOA, 22 oct (IPS) - Tras una tregua de casi dos décadas, el escritor portugués José Saramago vuelve a la carga contra la Iglesia Católica. Esta vez su blanco es la Biblia, que describe como "un manual de malas costumbres, un catálogo de crueldad y de lo peor de la naturaleza humana".
"Sobre el libro sagrado, yo suelo decir: lee la Biblia y así pierdes la fe", aseveró el escritor, ganador del premio Nobel de Literatura en 1998, la única ocasión en que la Academia Sueca ha concedido el galardón a un autor de lengua portuguesa.
En un encuentro con la prensa, el escritor reiteró los conceptos vertidos el domingo en la localidad septentrional de Penafiel, durante el lanzamiento de "Caín", su último libro en el que cuenta la historia del primogénito de Adán y Eva en tono irónico y jocoso.
Según Saramago, no existe nada de divino en el llamado libro sagrado y, si bien "Caín" provoca problemas en la jerarquía eclesiástica, no será así entre los católicos que "no la leen".
Para ser escrita se "necesitó 1.000 años, decenas de generaciones, siempre bajo el signo del dominio de un Dios cruel, rencoroso, vengativo, envidioso e insoportable", sostuvo el Nobel, que por ese motivo recomendó "no confiar en el Dios de la Biblia".
Garantizó que no tiene cuentas para ajustar con Dios, porque "el bien y el mal están en la cabeza del hombre" y acto seguido reafirmó su profunda convicción de que "el cerebro humano es un gran creador de absurdos y Dios es el más grande de ellos".
Estas declaraciones del escritor fueron fustigadas por la jerarquía católica, en especial cuando afirmó que "sin la Biblia seríamos otras personas, probablemente mejores" y confesó no entender "como la Biblia se convirtió en guía espiritual si está llena de horrores, incestos, traiciones y carnicerías".
"No ando detrás de polémicas, pero tengo algunas convicciones y digo ciertas cosas. Nada de esto es gratuito: Caín es una compañía mía hace muchos años, respondió Saramago al ser consultado por IPS.
Escribir este libro "para mí fue un ejercicio de libertad", afirmó el polémico y "provocador" literato, que a sus 86 años conserva intacta su rebeldía, la misma que demostró cuando ingresó al Partido Comunista en 1969, en tiempos de clandestinidad decretada por la dictadura corporativista que imperó en Portugal entre 1926 y 1974.
Entre sus "provocaciones" se cuentan la furia de Israel cuando comparó la situación en Palestina con el campo de concentración nazi de Auschwitz, en Polonia, y la irritación del primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, al que describió como "un virus que puede ser la muerte moral del país de (Giuseppe) Verdi y acabe destrozando el corazón de una de las más ricas culturas europeas".
Asimismo, entre las "provocaciones" se cuentan la crítica al Papa, al afirmar que "Ratzinger (Benedicto XVI) tiene la desfachatez de invocar a Dios para reforzar su neo-medievalismo universal", su distanciamiento de los comunistas respecto de Cuba y su opinión que tarde o temprano Portugal se fundirá con España y ambos países pasarán a llamarse Iberia.
El libro, de 181 páginas escritas en cuatro meses, es, según el propio Saramago, "una insurrección, un exhorto a que todos se animen a buscar lo que está al otro lado de las cosas", que pretende conducir a los lectores a la reflexión porque "somos manipulados todos los días".
"Tenemos que luchar contra eso", apuntó el autor de esta obra en venta desde el lunes y con edición simultánea en portugués, castellano y catalán.
El texto también dispara dardos sutiles a temas contemporáneos, tales como la crisis económico-financiera global en curso y su efecto en la desocupación, los derechos de los homosexuales y lesbianas y la acumulación de riqueza "en nombre del Señor".
En 1991, con la publicación de "El Evangelio según Jesucristo", Saramago entró en conflicto con la Iglesia Católica, apoyada por el gobierno conservador del entonces primer ministro Aníbal Cavaco Silva, hoy presidente de Portugal, quien acabó por vetar la participación del escritor como candidato al Premio Literario Europeo de ese año.
La obra causó la ira de sectores confesionales y conservadores, ya que presentaba una figura más humana de Jesús, como un joven rebelde, e insinuaba una relación íntima con María Magdalena.
En la época, el gobierno fue ampliamente criticado por los sectores democráticos del país y del mundo entero por imponer la censura literaria, algo común durante la dictadura, que perduró hasta 1974, cuando la libertad de expresión fue repuesta por los capitanes izquierditas del ejército que derrocaron al régimen corporativista.
Saramago no escondió su enfado con el gobierno de Cavaco Silva, auto-exilándose desde entonces en la isla canaria de Lanzarote, en la vecina España.
En la actual polémica, que se vaticina lejos de su auge, el portavoz de la Conferencia Episcopal Portuguesa, presbítero Manuel Morujão, afirmó que el escritor montó "una operación de publicidad" para promover las ventas de "Caín", libro que confesó no haber leído porque "no es una de mis prioridades".
Morujão fustigó los términos con que Saramago se refiere al libro sagrado de cristianos y judíos, "ofendiendo a millones de católicos en todo el mundo" y lamentó que un Premio Nobel use "tonos de ofensa".
A un nivel más alto en la jerarquía, el obispo Manuel Clemente, de Oporto, segunda ciudad del país, pidió al literato que sea "más cuidadoso e informarse mejor" cuando escribe sobre acontecimientos bíblicos y deploró su "ingenuidad sobrecogedora" sobre el libro sagrado de cristianos y judíos.
Saramago replicó confesándose sorprendido con "la frivolidad de los señores de la Iglesia, que no leyeron el libro, pero con insólita rapidez desparramaron opiniones y descalificaciones, tanto de la obra como de su autor".
Sobre el sacerdote Morujão, quien "dijo que la lectura de 'Caín' no es una de sus prioridades", Saramago respondió que "se le agradece la franqueza, pero no deja de ser algo extraño que un portavoz no sepa de lo que está hablando".
"Como falta de seriedad intelectual, no se podría esperar peor", estimó el escritor.
Al mismo tiempo, el Nobel garantiza que no es contra Dios que escribe, "incluso porque él no existe", sino que su postura es contra las religiones, "porque no sirven, ni nunca sirvieron para aproximar a las personas". Para Saramago, "Dios sólo existe en nuestra cabeza, el único lugar donde nos podemos confrontar con esa idea".
La obra recuerda que según el Antiguo Testamento, la primera parte de la versión cristiana de la Biblia, Caín fue el hijo primogénito de Adán y Eva que mató Abel, su hermano menor, en un ataque de celos, tras verificar que Dios mostraba preferencia por él.
"Nada de esto ocurrió, está claro que son mitos inventados por el hombre, tal como Dios, una creación de los hombres. Yo me limito levantar las piedras y mostrar la realidad escondida debajo de éstas", afirmo el laureado.
Saramago admite que "Caín" es un libro escrito "contra toda y cualquier religión", porque a lo largo de la historia, "todas las religiones, sin excepción, hicieron más mal que bien a la humanidad".
La crítica especializada del semanario Visão apunta que el libro es un ejercicio irónico, provocativo e irreverente y que, a pesar del humor de algunos pasajes, Saramago resalta injusticias, crueldades, limitaciones al libre albedrío e incongruencias en la narrativa del Génesis, el primer libro de los que conforman la Biblia.
La obra recoge quejas de Saramago respecto de la Iglesia Católica, recurriendo al artificio de viajes en el tiempo, con un Caín intemporal atravesando paisajes inhóspitos de la isla de Lanzarote y frondosos como los de su aldea natal portuguesa de Azinhaga, asistiendo a momentos de la historia bíblica.
Con el recurso de las memorias que guardan los católicos de sus antepasados, la obra muestra a un Caín que asiste al enfrentamiento lingüístico de la Torre de Babel, a la destrucción de Sodoma y Gomorra, es testigo del Diluvio y el Arca de Noé, de la caída de Jericó para acceder a la Tierra Prometida, de las disputas entre Dios y Satanás y evita la puñalada de Abraham al hijo.
Concluye Saramago: "Sí, el lector leyó bien. El Señor ordenó a Abraham que sacrificase a su propio hijo, como quien pide un vaso de agua si tiene sed, lo que significa que esa era su costumbre, muy arraigada. Lo lógico, lo natural, o lo simplemente humano, sería que Abraham hubiese mandado al Señor a la mierda".
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