18 noviembre, 2006

El tráfico, la gran amenaza de los "invisibles" indios


Son pobres y viven en la calle. Eso los convierte en las principales víctimas de los atropellos que cada año dejan miles de víctimas en el país.

MIGUEL ÁNGEL GAYO Millones de personas "invisibles" viven en las calles de la India expuestas a los peligros del tráfico. La noche es el peor momento para ellas, porque duermen en las aceras o en los laterales de las carreteras, con el riesgo constante de ser arrolladas. Pocas veces se habla de ellos, pero el reciente caso de un joven de Bombay que conducía ebrio y mató a siete trabajadores que dormían en la cuneta ha sacado a la luz sus historias.

En aquella ocasión, todo ocurrió en la madrugada de un sábado y, al igual que otros miles de jóvenes de buena familia en la mayor ciudad de la India, Alistair Perreira y sus amigos decidieron terminar su juerga nocturna bebiendo alcohol mientras regresaban a casa en coche.

Al atravesar una carretera en obras, Alistair -un estudiante de ingeniería de 21 años que, para colmo, más tarde presentaría un carné de conducir supuestamente expedido cuando tenía 15- perdió el control del vehículo y arremetió contra un grupo de trabajadores con el trágico resultado de siete personas muertas y nueve heridas.

Hace cuatro años fue el "chico malo" de Bollywood -el emporio cinematográfico de la India-, Salman Khan, quien tras una noche de copas atropelló a cinco personas, de las que una murió en el acto, y huyó del lugar del accidente para entregarse al día siguiente a la Policía.

Sin testigos

Sin embargo, al juicio, reanudado recientemente, sólo acudirán cinco de los 65 testigos que se presentaron al comenzar el proceso, tal vez por temor a represalias o simplemente por desconfianza de una Justicia con fama de lenta y corrupta.

A pesar de que estos dos casos han acaparado la atención pública y han impulsado a la Policía de Bombay a poner en marcha un sistema de vigilancia que intentará evitar que se repitan, lo cierto es que cada año 86.000 personas mueren atropelladas en la India.

En las congestionadas calles de ciudades como Calcuta, donde a veces la única frontera que separa al millón de privilegiados con coche propio de los 3 millones de pobres de solemnidad es el cristal de la ventanilla de un automóvil, resulta normal ver a gente durmiendo en posturas inverosímiles en la mediana de una autopista.

En Nueva Delhi, un conductor sorprendido por la Policía conduciendo ebrio debe pagar una multa de 2.000 rupias (unos 35 euros); si reincide antes de tres años, la sanción asciende a 3.000 rupias y se abre la posibilidad de afrontar hasta dos años de prisión.

Eso sólo pasa, claro está, siempre que el conductor sea sorprendido in fraganti y se demuestre su incapacidad para seguir conduciendo, lo que raramente ocurre.

Es un riesgo que muchos indios con el poder adquisitivo suficiente para permitirse un coche deciden correr, sobre todo cuando se trata de jóvenes de entre 18 y 25 años que quieren vivir la noche a tope, sin pensar en las consecuencias, y tienen siempre presente la posibilidad de salir del aprieto con un soborno.

En calles y cunetas

En el otro extremo está la gente que vive en la calle y que, al caer la noche, no tiene mejor sitio que las aceras o las cunetas para dormir, o bien se ven obligados a vivir junto al edificio en el que trabajan como albañiles, la carretera que están reparando o el puesto callejero con el que se ganan la vida.

Se convierten entonces en simples obstáculos en el camino que un conductor poco avezado o bajo la influencia del alcohol a veces no puede sortear, como le ocurrió al joven Alistair.

La contaminación es otro peligro real que puede costar la vida a quienes deben convivir con un renqueante parque móvil compuesto por coches anticuados, motocicletas sobrecargadas, motocarros y autobuses que pasan, rozándolos a veces, junto a estos ciudadanos indefensos.

Son nada menos que cinco millones en Bombay, tres en Calcuta y dos y medio en la capital, Nueva Delhi, pero no cuentan mucho para una sociedad que está descubriendo los placeres del consumismo, la vida urbana y la velocidad, y para la que no existen los semáforos, ni tampoco los pobres.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente artículo.