Actualizado 12:30 P.M. (hora local) La Habana, jueves 6 de diciembre de 2007. Año 11 / Número 337
ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu
Viejos tratados bélicos y memorias escritas por pundonorosos generales no han tenido reparos en dejar constancia de la ventaja que en toda guerra reporta "matar al mensajero".
Brian de Palma, director de Redacted (el término tiene que ver con los documentos censurados).
Desde mucho antes de la Roma antigua hasta nuestros días se reitera la orden, lo mismo a gritos que en recaditos soterrados: ¡maten al mensajero!
Los que vieron —y verán— Redacted, el filme de Brian de Palma que dejó inaugurado el Festival del Nuevo Cine, comprenderán porqué la prensa neoconservadora de los Estados Unidos le fue encima, luego de que desde la cúpula del poder se le calificara de "filme incorrecto".
El periodista Billy O'Reilly, de la Fox News, encabezó una campaña contra el director bajo la clarinada de que su película resultaba "una bomba hecha en casa": "Imagínense a los jóvenes musulmanes —dijo— que vean cómo se viola a una joven musulmana. Si al menos uno de esos jóvenes mata a un estadounidense, será culpa de Brian de Palma". Y Glenn Bleck, de la CNN, "felicitó" ácidamente al realizador de Redacted por contribuir a que "Al Qaeda aumente el número de reclutamientos a finales de este año".
Medios y periodistas que han permanecido callados, o deslizando imágenes edulcoradas de la "labor pacifista" que realiza el ejército de los Estados Unidos en Iraq, atacan con saña al director de cine y lo acusan de antipatriótico por llevar a la pantalla la historia de Abeer Qasim Hamza, la muchachita de 14 años que el 12 de marzo del 2006 fue violada y asesinada en Mahmudiya, al sur de Bagdad, mientras su familia permanecía encerrada en una habitación como antesala siniestra del crimen que también vendría por ellos.
En un primer momento se intentó silenciar aquella barbarie cometida por miembros del ejército de los Estados Unidos. Más tarde, ante la extensión del hecho a través de los medios alternativos —y no por la gran prensa estadounidense— el caso trató de zanjarse mediante un "juicio aleccionado", tal como se hizo —aunque no tan aleccionador en esa ocasión— con los torturadores de Abu Ghraib.
No había mejor ejemplo para la tesis de la papa podrida: nuestros muchachos en Iraq son buenos y valerosos y luchan porque el terror no llegue a nuestras casas y si algunos se pudren dentro del saco, pues son castigados, ya que esas cosas no se hacen, y menos si hay testigos perturbadores que luego nos mortifiquen divulgando los acontecimientos.
¡Y que siga la fiesta!
Incluso alguna prensa y ciertas críticas cinematográficas han tratado de captar el excelente filme de Brian de Palma como la denuncia de un hecho horroroso y contado de manera muy cruda para estremecer conciencias. Y ya. Pero el propósito del director va más allá del crimen de una familia y tiene que ver con la "otra" información, la verídica, la que se emite en tiempos de la era digital por ciudadanos que mantienen la retina activa para —queriéndolo o no, a veces solo por la mera conciencia de plasmar esa verdad tan cara a la condición humana— hacerle frente a los embozos propagandísticos de los Estados Unidos. Una censura bélica como nunca antes conociera esa nación y que mantiene adormecidos con viejos esquemas patrioteros a ciudadanos que —entre anuncios de cereales e imágenes intachables— están lejos de imaginarse los tonos sangrientos de las secuencias verdaderas.
Brian de Palma, que ya en 1989 demostró con la lúcida Corazones de hierro, acerca de la guerra de Vietnam, que no es solo un realizador de filmes de acción y suspenso, entrega en Redacted (León de plata al mejor director en Venecia) una cinta de pasmosa vitalidad e imaginación experimental a partir de un estilo que viene a ser un gran collage informativo. Cinta de escasos recursos económicos, mezcla de documental y ficción (lo que artísticamente se denomina "falso documental"), tan impresionante como conmovedora y con un mensaje final que le dobla las rodillas a los artífices de esta guerra: la verdad debe imponerse a la mentira.
De ahí que al saberse que la ausencia de Brian de Palma en la noche inaugural del Festival del Nuevo Cine se debía a la negación de permiso de viaje por parte de su gobierno, llegara a la mente una variante más de aquella siniestra tesis que ahora motivan estas líneas: ¡maten al mensajero!
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