Boletín NC&T Vol. 1, No. 619 2 de Junio de 2008.
Conexiones inesperadas y sorprendentes yacen en el corazón de la fascinante investigación conducida por Dan Ariely del MIT. Sus estudios de economía conductual han demostrado a través de distintos experimentos, que a menudo la gente toma decisiones que parecen desafiar a la lógica, pero que al mismo tiempo resultan bien predecibles y consistentes.
De ahí el título del nuevo libro de Ariely "Predictably Irrational" ("Predeciblemente irracional"), publicado por HarperCollins, y ya catapultado a la lista de bestsellers del New York Times después de su debut del 19 de Febrero.
Ariely ha estado fascinado con la forma en la que las personas racionalizan sus decisiones sobre lo que es ético o no. Sus tests simples y pequeños sobre las decisiones éticas de las personas en situaciones cotidianas han revelado patrones de pensamiento que podrían ser relevantes para asuntos de mucha más importancia. Los resultados de estos tests han sido a menudo muy llamativos. Un ejemplo:
Ariely y sus colaboradores dejaron paquetes de 6 latas de refrescos en minifrigoríficos de dormitorios destinados al alojamiento de estudiantes en el campus. La selección la hicieron al azar. Cuando Ariely hizo un chequeo pocos días después, todas las latas de refrescos habían desaparecido.
Pero cuando después colocó platos con seis billetes de un dólar en las mismas minineveras, ni un solo billete faltaba cuando hizo el chequeo. Aunque el valor era comparable y, por tanto, las situaciones se suponían equivalentes, las personas respondieron de maneras totalmente opuestas. ¿Por qué?
En otro experimento, entregó a las personas un test que consistía en una serie de preguntas muy simples de matemáticas, pero sin darles tiempo para terminar. En general, las personas respondían bien 4 preguntas del total de 20. Luego, en otra tanda de pruebas, hizo que cada persona corrigiera su propio examen, se autoadjudicase la puntuación que correspondiera, rompiera la hoja de respuestas y le dijera cómo le había ido. De pronto, el promedio subió hasta 7.
Repitió el experimento, pagándoles una suma de dinero a las personas según la cantidad de respuestas correctas que tuvieran. El resultado fue el mismo. "Todo el mundo hizo trampas, pero sólo un poco". Incluso cuando no había ninguna probabilidad de que se les pillase in fraganti, ya que la prueba del engaño (la hoja de respuestas) era destruida, y los participantes se pagaban a sí mismos de un recipiente de dinero con unos 100 dólares, nadie pretendió haber respondido correctamente las 20 preguntas. Sólo inflaron sus resultados ligeramente.
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