26 mayo, 2007

Vuelve el carbón

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El carbón protagonizará la próxima revolución energética.
En las últimas décadas ha sido relegado por otras fuentes energéticas más eficaces o menos contaminantes. Ahora, un ambicioso plan mundial para inyectar bajo tierra las emisiones de las centrales térmicas, podría colocar el carbón a la cabeza de las energías limpias.

El negro corazón de las colinas del sur de Illinois es un inmenso pozo de carbón bituminoso. En la superficie, cientos de metros por encima de las 211.000 millones de toneladas de rocas orgánicas que forman este depósito, uno de los más grandes de Occidente, tiene lugar un ejercicio de alquimia moderna. Cada día, la superplanta energética de 275 megavatios FutureGen oxida parcialmente ingentes cantidades de la oscura materia prima, convirtiéndola en la preciosa electricidad que nutrirá a 275.000 hogares estadounidenses.

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Este será el aspecto de FutureGen, la planta limpia que en 2012 abastecerá a 275.000 hogares de EE.UU.
Habitualmente, el proceso arrojaría a la atmósfera una sucia nube de CO2, dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno, pero de las instalaciones sólo emana un leve zumbido. Es más, ni una sola chimenea salpica el paisaje. Y es que FutureGen es la primera central térmica totalmente "limpia" del planeta.


● Las nuevas centrales estarán listas en cinco años

Según el Departamento de Energía de Estados Unidos, en sólo 5 años esta futurista escena será una realidad. Las obras empezarán en 2009 en Illinois o en Texas, pero la empresa, en la que participan diversos países y consorcios internacionales y en la que se invertirán 1.000 millones de dólares, es sólo una de las numerosas acciones que se están tomando en todo el mundo para reconvertir el carbón en la más importante fuente de energía del futuro inmediato.


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Las estimaciones más optimistas consideran que las vetas de este material garantizarán un suministro constante durante los próximos 250 años. Está claro que como materia prima puede propiciar el desarrollo de la India y China, solventar en Estados Unidos y en buena parte de Europa las importaciones de gas natural y, en definitiva, acabar en gran medida con nuestra dependencia del petróleo. De hecho, según el Servicio Geológico del Estado de Illinois, sólo el carbón de sus yacimientos tiene mayor valor calorífico que todos los depósitos de petróleo de la península Arábiga. Sin embargo, su procesado es muy agresivo para el medio ambiente, lo que requiere instalar equipamientos especiales para reducir la contaminación del aire. O, como asegura gráficamente el Consejo para la Defensa de Recursos Naturales de EE UU (CDRN), "si lo quemamos como hemos venido haciendo hasta ahora, el planeta está frito". Eso y la dificultad y riesgos que entraña su extracción ha relegado el carbón durante décadas a un segundo plano.


● Una fuente constante de contaminación

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En 1935, ya se obtenía carburante a partir del carbón. Hoy se intenta usar esa misma tecnología de forma menos contaminante.
Y es que hoy la inmensa mayoría de las plantas térmicas que usan este material se cuentan entre los puntos industriales más contaminantes. Se calcula que las más grandes generan cada año una neblina tóxica similar a la que producirían dos millones de vehículos. La revista Newsweek señala en un reciente informe especial sobre el futuro de la energía que "por cada tonelada de combustible que queman, sus chimeneas arrojan dos de dióxido de carbono". En definitiva, el carbón es el responsable de una tercera parte de los gases de efecto invernadero. Es más, David G. Hawkins, director del CDRN, indica en un estudio publicado en Scientific American que "a lo largo de su vida útil, estimada en unos 60 años, las nuevas plantas que operen en 2030 podrían arrojar tanto CO2 a la atmósfera como ha sido liberado por todo el carbón quemado desde la Revolución Industrial". Para entonces, según el Departamento de Energía de EE UU, el consumo se disparará hasta los 10.600 millones de toneladas, casi el triple que hoy.

Así las cosas, para que el carbón se convierta en una fuente de energía limpia debe cambiar la forma en la que las centrales lo procesan. En las más antiguas, se quema para calentar agua y transformarla en vapor que hace mover turbinas. En muchos casos, estas obtienen menos del 40% del potencial energético del combustible. Las más modernas, de ciclo combinado, oxidan el carbón a altas presiones en un gasificador; luego se utilizan turbinas más eficientes, capaces de alcanzar el 50% del aprovechamiento energético. En las más avanzadas, el gas de síntesis o singas que sale del gasificador, y que es en esencia un compuesto de monóxido de carbono e hidrógeno, se hace reaccionar con vapor. El gas resultante, rico en hidrógeno, se quema para generar electricidad. Pero las plantas como FutureGen no sólo optimizarán el uso del carbón, sino que eliminarán el CO2, "secuestrándolo" y encapsulándolo a gran profundidad en acuíferos salinos, esto es, en formaciones areniscas cuyos poros están llenos de agua salada, o en campos petrolíferos ya explotados. Los otros contaminantes, convertidos en sólidos inertes, se almacenarán en zonas seguras.

En realidad, estas técnicas de gasificación no son nuevas. Durante la Segunda Guerra Mundial, los expertos alemanes usaron un método similar para conseguir singas, que luego reconvertían en gasoil. Hoy, igualmente se plantea adaptar viejas estrategias a la tecnología actual. Es el caso de la licuefacción del carbón, un avance que se remonta a la década de los años 20 del siglo pasado y que, entre otras cosas, ha sido utilizado para obtener combustible para vehículos. La producción de este carburante alcanzará 1,8 millones de barriles al día en 2030. De momento, las centrales que lo producen son muy contaminantes, pero con las técnicas de secuestro del CO2 se estima que los coches impulsados por carbón licuado serán un 30% más limpios que los de gasolina.

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