Por Juan Gelman
Mucha alarma internacional, mucho orgullo del gobierno de Corea del Norte, pero el estallido nuclear del domingo pasado en un túnel del nordeste montañoso del país fue chiquito: no más de medio kilotón y tal vez menos, aunque Pyongyang había avisado a Pekín –media hora antes– que sería de cuatro. “Algo anduvo mal”, secreteó un funcionario de la Casa Blanca (CNN, 10-10-06). Los ensayos nucleares de India y Pakistán en 1996 fueron de 24 a 50 veces más poderosos, según la Federación de Científicos Estadounidenses. Las atómicas arrojadas contra Hiroshima y Nagasaki eran del orden de los 15 kilotones. La verdadera bomba norcoreana no fue ésa sino la política, que sacudió al mundo entero, trastornó las líneas de seguridad en el este asiático y ha creado problemas a China y al gobierno Bush. Por razones diferentes y aun contrarias.
Pekín se sumó a la protesta general y condenó a Corea del Norte –por primera vez– en términos bastante duros: es el único socio y sostenedor de Pyongyang, pero el ensayo constituye un fracaso de su política exterior. Preside el grupo negociador que hace meses trata de impedir el rearme nuclear norcoreano: teme que esto incite a Japón a seguir el mismo camino, pese a que el artículo noveno de su Constitución se lo prohíbe. Las autoridades chinas acogen hace años a los miles de norcoreanos que huyen del hambre, pero deben haberse preguntado si un vecino nuclear es mejor que el que le exporta pobreza. No obstante, ha pedido en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que las sanciones sean firmes pero prudentes. A saber cómo se logra eso.
Washington quiere que se aplique a Corea del Norte el artículo séptimo de la Carta de la ONU, que incluye la posibilidad de acciones militares contra el régimen de Kim Jong II. John Bolton, embajador del gobierno Bush ante el organismo mundial, declaró que las sanciones no deberían empeorar “la terrible condición del pueblo, que ha sufrido bajo este régimen” y esto probablemente se deba, no a razones humanitarias, sino al coto impuesto por la guerra en Irak y Afganistán y/o al rechazo de Rusia y China a intervenciones militares expresado en la reunión del Consejo del lunes 9. Rusia tiene su propio pleito subterráneo con EE.UU.: el conflicto de Moscú con el gobierno de Georgia por el arresto de cuatro oficiales rusos no es una pelea entre vecinos, sino un choque entre W. Bush y Putin, otro más, en la lucha por el control de Asia Central. Moscú ha amenazado con enviar tropas en apoyo de los separatistas georgianos de Abjazia y Osetia del sur. Sería grave.
Casi cinco años después de que W. Bush acuñara el concepto de “Eje del Mal” –Irak, Irán y Corea del Norte–, su gobierno enfrenta una crisis con cada una de esas naciones “canallas”. Pyongyang “proclama que realizó su primer ensayo nuclear, Irán se niega a detener su programa de enriquecimiento de uranio, Irak se desliza hacia la guerra civil después de tres años y medio de ocupación estadounidense” (The Washington Post, 10-10-06). No sólo eso: los pronósticos sobre las próximas elecciones de medio término en EE.UU. –falta un mes– auguran un fracaso para los republicanos, que podrían perder el control de ambas cámaras del Congreso. La Casa Blanca, sin duda, aprovechará el ensayo norcoreano para insistir en la necesidad de la llamada “guerra antiterrorista”. Pero esto no le ahorrará problemas al mandatario norteamericano. En distintas veredas han comenzado ya a apalearlo.
“El gobierno Bush merece una fuerte crítica, tuvo expectativas no realistas sobre lo que podría lograr mediante presión. La capacidad de EE.UU. de obligar a Corea del Norte (a parar su ensayos nucleares) es muy limitada, especialmente en medio de la guerra con Irak”, señaló Gary Samone, vicepresidente del muy conservador Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York (Finantial Times, 9-10-06). Es que Washington ha perdido credibilidad internacional al invadir Irak por armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, más del 60 por ciento de los estadounidenses exigen el retiro inmediato o escalonado de las tropas y el número de bajas mortales de sus efectivos roza los 2800. Es un hecho que EE.UU. está guerreando en Irak más tiempo ya que en la Segunda Guerra Mundial y no falta quien sostiene que los “halcones-gallina” comenzaron por el eslabón equivocado del Eje del Mal: “Empezamos por Irak... aunque pensábamos que no tenía armas nucleares, y esto envió a los demás la señal de que era mejor conseguirlas cuanto antes”, se enojó el ex senador demócrata Sam Nunn.
Los países nucleares “no declarados” en Medio Oriente y Asia son Israel, India y Pakistán. Se sumarían ahora Corea del Norte y probablemente Irán. Hace 60 años Albert Einstein advirtió que, en materia de armamento nuclear, “no existe la posibilidad de un control que sólo la creciente comprensión y la insistencia de los pueblos del mundo podrían lograr”. La imposibilidad se ve, lo otro ni asoma.
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