Boletín NC&T Vol. 1, No. 612 16 de Mayo de 2008.
Un equipo de científicos liderado por un arqueólogo de la Universidad de Arizona ha desenterrado lo que se considera, hasta la fecha, la colección más antigua de artefactos de oro hallada en América.
El hallazgo hace pensar que incluso los primeros grupos humanos del continente, que poseían recursos limitados, reconocían el valor de los símbolos de estatus.
Mark Aldenderfer, profesor de antropología de la Universidad de Arizona, y su equipo, realizaron sus excavaciones en un punto ubicado en los Andes peruanos, cerca del lago Titicaca. El sitio, llamado Jiskairumoko, se localiza en una cuenca de drenaje donde grupos de cazadores-recolectores comenzaban su transición hacia una existencia más sedentaria.
Ese periodo arcaico en el que Jiskairumoko estaba habitado por estos pueblos data de 5.400 años atrás y terminó hace unos 4.000.
El lugar investigado por Aldenderfer y su equipo incluye un emplazamiento funerario que contenía un collar de turquesa y oro indígena, y pudo haber pertenecido a alguien de rango elevado en la comunidad.
Las fechas establecidas por el método del carbono-14 en Jiskairumoko van desde el 2155 hasta el 1936 a.C., y el collar debe tener una antigüedad de aproximadamente 4.000 años, unos 600 años más antiguo que los artefactos de oro descubiertos con anterioridad en América del sur o en cualquier otro lugar de América.
La metalurgia del oro se asocia casi exclusivamente a sociedades con la pericia necesaria para crear un excedente agrícola y miembros hereditarios de una élite. La joyería requiere tiempo y destreza para la creación de artículos, así como capital suficiente para adquirir la materia prima, algo difícil de financiar para alguien que debe trabajar duro para poder subsistir. Lo más sorprendente del descubrimiento del oro en Jiskairumoko es que este sitio era una simple aldea.
El artista que hizo el collar de Jiskairumoko martilleó el oro hasta que estuvo lo suficientemente plano para darle la forma de pequeñas cuentas cilíndricas. Las nueve cuentas de oro fueron intercaladas con varias piedras verdes más pequeñas y una cuenta de turquesa en el centro.
Los materiales no estaban disponibles en la cuenca del Titicaca. Por tanto, se necesitaba algún tipo de comercio o un viaje de cierta distancia para adquirir el oro y la turquesa, o el collar ya elaborado.
Las evidencias de Jiskairumoko refuerzan la hipótesis de que las primeras actividades metalúrgicas en los Andes fueron con el oro autóctono.
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