Boletín NC&T Vol. 1, No. 612 16 de Mayo de 2008.
¿Tiene la especie humana sus manos manchadas con sangre de mamut? Los científicos han discutido durante mucho tiempo la importancia relativa de la caza por parte de nuestros ancestros, y la de los cambios climáticos globales en el proceso que llevó a los mamuts hacia su extinción. Un nuevo estudio hace uso de modelos climáticos y de la distribución de los fósiles para establecer que el mamut lanudo se extinguió fundamentalmente por la desaparición de su hábitat debido a los cambios de temperatura, siendo la caza humana la gota que colmó el vaso.
Estas dos causas potenciales de la extinción han sido particularmente difíciles de separar, pues el cambio climático de aquella época y el aumento de la caza por parte de los humanos van muy unidos.
Cuando el clima en el territorio de los mamuts comenzó a ser demasiado caliente para estas bestias peludas, los humanos, que hasta el momento no habían podido acceder a esos territorios con temperaturas demasiado bajas para ellos pero favorables para los mamuts, se desplazaron hacia estas áreas. Por tanto, los mamuts se enfrentaron a la presión del calor y a la depredación ejercida por los cazadores humanos en las mismas regiones y aproximadamente en el mismo período, lo cual hace difícil comprobar la importancia de ambos factores de manera independiente.
Además, se había planteado que, como los mamuts habían sobrevivido a muchas fluctuaciones de la temperatura previas a aquellas que coincidieron con su desaparición, sólo la caza humana como condición sustancialmente diferente podía ser la responsable de la extinción de la especie.
El trabajo llevado a cabo por David Nogues-Bravo y sus colegas ha puesto punto final al debate, al emplear modelos matemáticos para separar los dos factores. Los investigadores hicieron un pronóstico del clima y de la distribución de las especies en diferentes períodos de la historia de los mamuts (126.000, 42.000, 30.000, 21.000, y 6.000 años atrás) teniendo en cuenta los resultados de las simulaciones de temperatura y de las lluvias, junto con la edad y la ubicación de los fósiles. Los resultados del análisis muestran que los mamuts sufrieron una pérdida catastrófica de su hábitat, con la población de hace 6.000 años relegada a un 10 por ciento del hábitat disponible para la especie 42.000 años atrás (cuando los glaciares alcanzaron su mayor tamaño).
El golpe final para los mamuts llegó, hace 6.000 años, durante su última crisis, cuando estas bestias tuvieron que enfrentarse a los humanos modernos evolucionados. Nogues-Bravo y sus colaboradores estiman que, con un cálculo optimista de la cifra de mamuts existentes hace 6.000 años, los humanos sólo tendrían que haber matado un mamut cada tres años para provocar la extinción de la especie. Si se es pesimista en relación con la supervivencia de los mamuts ante aquel cambio climático, la tasa crítica de mamuts matados por los humanos aún resulta más baja.
Al parecer, en el caso de los mamuts, el clima llevó a la especie al borde de la extinción, y fue la humanidad quien le dio a la bestia lanuda el último empujón hacia el olvido.
¿Tiene la especie humana sus manos manchadas con sangre de mamut? Los científicos han discutido durante mucho tiempo la importancia relativa de la caza por parte de nuestros ancestros, y la de los cambios climáticos globales en el proceso que llevó a los mamuts hacia su extinción. Un nuevo estudio hace uso de modelos climáticos y de la distribución de los fósiles para establecer que el mamut lanudo se extinguió fundamentalmente por la desaparición de su hábitat debido a los cambios de temperatura, siendo la caza humana la gota que colmó el vaso.
Estas dos causas potenciales de la extinción han sido particularmente difíciles de separar, pues el cambio climático de aquella época y el aumento de la caza por parte de los humanos van muy unidos.
Cuando el clima en el territorio de los mamuts comenzó a ser demasiado caliente para estas bestias peludas, los humanos, que hasta el momento no habían podido acceder a esos territorios con temperaturas demasiado bajas para ellos pero favorables para los mamuts, se desplazaron hacia estas áreas. Por tanto, los mamuts se enfrentaron a la presión del calor y a la depredación ejercida por los cazadores humanos en las mismas regiones y aproximadamente en el mismo período, lo cual hace difícil comprobar la importancia de ambos factores de manera independiente.
Además, se había planteado que, como los mamuts habían sobrevivido a muchas fluctuaciones de la temperatura previas a aquellas que coincidieron con su desaparición, sólo la caza humana como condición sustancialmente diferente podía ser la responsable de la extinción de la especie.
El trabajo llevado a cabo por David Nogues-Bravo y sus colegas ha puesto punto final al debate, al emplear modelos matemáticos para separar los dos factores. Los investigadores hicieron un pronóstico del clima y de la distribución de las especies en diferentes períodos de la historia de los mamuts (126.000, 42.000, 30.000, 21.000, y 6.000 años atrás) teniendo en cuenta los resultados de las simulaciones de temperatura y de las lluvias, junto con la edad y la ubicación de los fósiles. Los resultados del análisis muestran que los mamuts sufrieron una pérdida catastrófica de su hábitat, con la población de hace 6.000 años relegada a un 10 por ciento del hábitat disponible para la especie 42.000 años atrás (cuando los glaciares alcanzaron su mayor tamaño).
El golpe final para los mamuts llegó, hace 6.000 años, durante su última crisis, cuando estas bestias tuvieron que enfrentarse a los humanos modernos evolucionados. Nogues-Bravo y sus colaboradores estiman que, con un cálculo optimista de la cifra de mamuts existentes hace 6.000 años, los humanos sólo tendrían que haber matado un mamut cada tres años para provocar la extinción de la especie. Si se es pesimista en relación con la supervivencia de los mamuts ante aquel cambio climático, la tasa crítica de mamuts matados por los humanos aún resulta más baja.
Al parecer, en el caso de los mamuts, el clima llevó a la especie al borde de la extinción, y fue la humanidad quien le dio a la bestia lanuda el último empujón hacia el olvido.
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