26 mayo, 2008

Judíos cubanos viven un despertar de su fe

LA HABANA

La sinagoga se ha restaurado con orgullo y cariño. Los servicios que en las últimas cuatro décadas sólo atraían a unos cuantos, ahora rebosan con miembros nuevos. El grupo juvenil es popular y activo y acuden decenas de niños a la escuela dominical cada semana.

Sin embargo, lo mejor de todo para Adela Dworin, es que cubanos curiosos han empezado a retornar a la biblioteca judía en cantidades considerables. Muchos son descendientes de familias judías, para quienes de pronto su historia cobra vida, decididos a aprender más sobre sus tradiciones religiosas.

Tras languidecer -- como todas las fes organizadas -- después de la Revolución en 1959 y de que Fidel Castro adoptara un gobierno comunista que persiguió las prácticas religiosas, la pequeña comunidad judía de Cuba está prosperando de nuevo.

Daniel Motela, de 28 años, dirige una organización juvenil judía de 200 miembros.

''Muchos de ellos vienen y disfrutan las actividades grupales'', dijo. ``Pero creo que la mayoría viene para continuar las tradiciones familiares y aprender más de la fe judía''.

Ahora, Cuba hace alarde de tener tres sinagogas y un centro comunitario, junto con pequeñas reductos de seguidores en toda la isla. Decenas de cubanos con raíces judías se han convertido, incluidos hombres que estuvieron de acuerdo en la ceremonia de la circuncisión. Y es común que la escuela dominical tenga 60 niños cada semana.

La comunidad aún carece de un rabino a tiempo completo, pero de otros países de habla española llegan de visita con frecuencia.

Aun cuando todavía es reducida en una isla con una población de 11 millones de habitantes y profundas raíces católicas, el renacimiento de la comunidad parece asegurar la persistencia de las tradiciones judías en Cuba.

''En un momento dado, éramos tan sólo 800 judíos en Cuba, pero ahora hemos vuelto a ser unos 1,500'', comentó Dworin, mujer alegre e inteligente, que habla un inglés perfecto y funge como presidenta de la comunidad judía de Cuba. ``Ahora estamos celebrando todas las festividades''.

El renacimiento de la comunidad comenzó en la década de 1990, cuando Castro flexibilizó la línea oficial de desalentar las prácticas religiosas. El cambio se dio en medio de una crisis desatada por el colapso de la Unión Soviética y la pérdida de miles de millones de dólares en subsidios de su patrocinador comunista.

Castro se reunió con líderes de todas las tradiciones religiosas de la isla, dando marcha atrás en una vieja prohibición en cuanto a que miembros del Partido Comunista se unieran a las iglesias. El nuevo despertar religioso culminó en 1998 con la visita del Papa Juan Pablo II, pero Dworin recuerda con orgullo que el líder cubano no hizo caso omiso de los judíos.

En una reunión con líderes religiosos, ''saludé de mano [a Castro] y le pregunté si podía visitar la sinagoga'', dijo Dworin. ``No le dijimos a nuestra gente que podríamos contar con una visita especial, así es que estaba asombrada cuando llegó. Pronunció un discurso y fue muy gentil. Fue un gran honor''.

Dworin, de sesenta y tantos años, siempre fue una practicante activa, pero recuerda los largos años en los que descendió la cantidad de miembros de la comunidad. En ocasiones, no había suficientes hombres en los servicios para conformar el quórum. Fue un revés desafiante tras una larga y afable historia de los judíos en Cuba.

Hubo judíos en Cuba desde tiempos de la Conquista. Pero se registró un auge en la inmigración a partir de principios del siglo XX. Muchos vinieron de Estados Unidos para cultivar azúcar y tabaco. Su número aumentó en la década de 1930, a raíz del antisemitismo en Europa, cuando faltaba poco para la Segunda Guerra Mundial, y siguió aumentando al estallar el conflicto bélico y la Alemania nazi comenzó la exterminación sistemática de los judíos. [En 1959, había en la isla de 15,000 a 20,000 judíos].

''Mi padre llegó a Cuba en 1920 de una ciudad que ahora está en Bielorrusia'', precisó Dworin. ''Al igual que la mayoría de los judíos, quería ir a Estados Unidos, pero había cuotas y era casi imposible obtener una visa. Ni siquiera sabía dónde estaba Cuba''. La mayoría de los inmigrantes europeos era pobre, y muchos encontraron trabajo como vendedores ambulantes, vendiendo artículos de puerta en puerta por las calles de La Habana. Al paso de los años, muchos prosperaron, y el padre de Dworin abrió primero una tienda y finalmente una fábrica de ropa.

Conforme los judíos empezaron a tener éxito, alentaron a sus hijos para que fueran profesionales, médicos y abogados con habilidades que los sostuvieran sin importar los caprichos de la economía o la política.

La propia Dworin estudió leyes, pero al final se convirtió en la bibliotecaria que supervisa los libros y tesoros históricos de la comunidad judía.

La mayoría de los judíos de Cuba apoyó la revolución de Castro, dijo, con la esperanza de que se pondría fin a la corrupción generalizada que plagó la isla bajo el dictador Fulgencio Batista. Sin embargo, cuando el gobierno de Castro adoptó los ideales comunistas y empezó a confiscar las empresas privadas y las propiedades, la mayoría de los judíos huyó, muchos hacia Estados Unidos.

''Pero no se fueron por que hubiera antisemitismo'', expresó Dworin. ``En Cuba, el comportamiento de la gente hacia los judíos siempre fue muy gentil. Nunca se dio ninguna persecución. Yo decidí quedarme porque siempre me sentí cubana, orgullosa de haber nacido aquí, muy cubana y muy judía''.

Los largos años que siguieron fueron difíciles, pero Dworin siguió siendo optimista. Cuando Castro se reunió con los líderes religiosos en los 90 y revirtió la política estatal de no alentar la religión organizada, Dworin y otras personas, incluido el doctor José Miller, empezaron a buscar cubanos con raíces judías.

Para entonces, la mayoría de los judíos de la isla se había casado fuera de la fe, no asistía a los servicios y había perdido el contacto con las tradiciones. Con la ayuda de grupos judíos estadounidenses e internacionales, el reducido grupo de fieles empezó a reconstruir su membresía y reacondicionar sus instalaciones.

''Lloré muchísimo cuando volvimos a abrir el santuario en el 2000'', recordó Dworin, y señaló que grupos judíos estadounidenses apoyaron el extenso trabajo de remodelación. ``Durante mucho tiempo usamos la capillita, pero crecimos tanto que ya no había espacio suficiente para los servicios''.

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