Boletín NC&T Vol. 1, No. 518 1 de Octubre de 2007.
Si bien puede parecer que los conflictos son parte inevitable de la interacción entre los grupos, una nueva investigación sugiere que, en realidad, las luchas, los odios y el desprecio entre grupos, no son parte necesaria de la naturaleza humana.
A pesar de las evidencias que demuestran que esas lacras no son un componente inseparable de la condición humana, todavía se ven teorías a favor de que sí lo son, en la literatura científica sobre las investigaciones en este campo, y en muchos libros de texto, según alerta Marilynn Brewer, profesora de psicología de la Universidad Estatal de Ohio.
Brewer ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar los "grupos propios", a los que pertenecemos, y sus relaciones con los "grupos ajenos", a los que pertenecen otros.
Las evidencias recientes sugieren que la adhesión de las personas a sus grupos no tiene nada que ver con los conflictos, o de hecho con cualquier otro tipo de relación con los demás grupos. En vez de eso, las personas se unen a los grupos para encontrar un espacio de confianza y seguridad.
"Dicho simplemente, preferimos a las personas de nuestro tipo, las personas en las que sabemos que podemos confiar. Eso no significa que tengamos que odiar a otros. Pero es más probable que usted confíe en las personas de su propio grupo", explica Brewer.
Por ejemplo, en un reciente estudio, Brewer encontró que los participantes tendían a depositar más confianza en personas totalmente desconocidas para ellos, cuando supieron que compartían con éstas la asistencia a la misma universidad. "Todo lo que se necesita es tener esa identidad de grupo compartida", subraya ella.
La historia evolutiva de los humanos sugiere que no hay ninguna necesidad de recurrir a los choques entre grupos para explicar la formación de tales grupos separados. Los primeros humanos no vivieron siquiera bajo altas densidades de población, una situación en que los grupos tuvieran que competir por los recursos locales.
Teniendo en cuenta los costos de la lucha y lo innecesario de la competición, lo más probable es que los grupos se evitaran los unos a los otros en lugar de enfrentarse.
Aunque no implique odio hacia otros grupos, la preferencia hacia el grupo propio no es inocua, tal como advierte Brewer. Tal preferencia es la base para la discriminación, la actitud de favorecer a las personas de nuestro grupo sobre las de otro. "Usted no tiene que odiar a las personas de otros grupos para perjudicarlas y para negarles las oportunidades que usted tiene en el suyo", subraya Brewer.
Otro concepto común erróneo sobre la formación de los grupos es que las personas se unen a ellos para mejorar su autoestima. En otros términos, el argumento es que el propósito de unirse a los grupos es sentir que "mi grupo es mejor que el tuyo". De nuevo, la investigación refuta esa teoría. "El mecanismo básico subyacente en el favoritismo hacia el grupo propio es la confianza y la seguridad, y no la autoestima", argumenta Brewer.
La investigación ha demostrado que cuando se pregunta a las personas por qué su grupo es mejor que otros, sus respuestas se centran en rasgos como la fidelidad, la cordialidad y la bondad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario