La Estrella de Arica, Miércoles 9 de mayo de 2007
Jaime Gómez Douzet, académico UTA
Si hay algo que pone los nervios de punta a hombres y mujeres en nuestro país es la posibilidad que las mujeres accedan al poder. Desde la poco disimulada molestia respecto del control remoto del televisor en manos femeninas, hasta el machacón cuestionamiento sobre el desempeño de la Presidenta, los dardos contra la mujer empoderecida obedecen a prejuicios basados en presunciones sobre la supuesta inhabilidad del género femenino para tomar decisiones.
Si hay algo que pone los nervios de punta a hombres y mujeres en nuestro país es la posibilidad que las mujeres accedan al poder. Desde la poco disimulada molestia respecto del control remoto del televisor en manos femeninas, hasta el machacón cuestionamiento sobre el desempeño de la Presidenta, los dardos contra la mujer empoderecida obedecen a prejuicios basados en presunciones sobre la supuesta inhabilidad del género femenino para tomar decisiones.
La discriminación se remonta a hechos ocurridos hace cinco mil años, como lo afirma Riane Isler en El cáliz y la espada, momento en que las mujeres perdieron el poder al intentar negociar sus diferencias con hombres que estaban armados con espadas. Así, como en ese momento, miles de años después, pareciera ser que las mujeres aún conservan su vocación innata para mediar, negociar y consensuar opiniones adversas, antes que pelear.
En nuestra sociedad -al igual que en el resto del mundo- el precio que pagan las mujeres por rechazar el uso de las armas en la solución de conflictos es muy alto; sin embargo, pese a todo, las mujeres continúan predicando el amor y la compresión como instrumentos de cambio. Quizás esa es la razón por la que cada vez es más frecuente ver mujeres incorporadas a la actividad política y social, asumiendo responsabilidades públicas y privadas, dinámica que subvierte la "norma" y provoca la molestia del poder patriarcal, donde el paradigma femenino, lejos de ser percibido como una opción diferente para enfrentar la problemática contingente, es considerado como un modelo antojadizo, ineficiente, e incluso irracional.
En las décadas futuras, las diferencias entre la perspectiva masculina y femenina sobre las prioridades de la sociedad se verán acrecentadas, ya que los temas no estarán ligados a la economía y el desarrollo de la riqueza, sino que a la supervivencia de la especie humana, un tema en el que la negociación y el consenso reemplazarán a la confrontación y la violencia como metodología de trabajo, que ha sido característica de la Humanidad en los tres últimos milenios.
El paradigma ad portas contradice abiertamente la percepción aristotélica de la mujer en la antigüedad, que la definía como un "ser de pelo largo e ideas cortas", concepto que aunque obsoleto, irónicamente es aún compartido por numerosos detractores de la presencia femenina en las esferas del poder en Chile y en otros rincones del mundo.
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