09 mayo, 2007

Radiación electromagnética

La Estrella de Arica, Miércoles 9 de mayo de 2007

Antonio Horvath Kiss, senador

Los chilenos usamos del orden de 12 millones de celulares y 7 millones de televisores, estos últimos en un 63,3% a través del sistema de canales abiertos, entre otras serie de aparatos que no sólo nos informan, comunican y entretienen, sino que también nos aíslan de parte de la realidad y nos sumergen en un mar de ondas electromagnéticas.

Es ínfima la parte del espectro electromagnético que es visible para el hombre. Con el desarrollo tecnológico y el acceso masivo a todo tipo de aparatos eléctricos, estamos constantemente irradiados. Cuando ésta llega a niveles que afectan la salud de las personas y los ecosistemas, tenemos contaminación.

En el Día Mundial de las Telecomunicaciones a conmemorarse el próximo 17 de este mes, las organizaciones ciudadanas están exigiendo más prevención y precaución en las normativas y acciones públicas, así como una mayor conciencia de las personas. La investigación independiente, dados los variados intereses en juego, resulta imprescindible. La extensa trama de la red de telecomunicaciones tanto urbana como rural, junto con las ventajas de abrir la vida a un mundo en red -insospechada en el siglo pasado-, también debe hacer ver hasta qué niveles de radiación podemos exponernos.

Estamos rodeados de cables eléctricos, antenas de celulares, dipolos de repetidoras, estaciones base, sistemas inalámbricos de transmisión, radios, celulares, wi fi, a los que hay que agregar las ondas directas recibidas por los celulares, you tube, computadores, microondas y diversos aparatos eléctricos.

Recientes estudios en Alemania e Israel han constatado un aumento de entre 3,5 y 4,15 veces la posibilidad de contraer cáncer en el radio de acción de 400 metros de una antena de telefonía móvil fuera de norma. Diferentes conferencias internacionales científicas alertan sobre los riesgos de este tipo de contaminación en la salud pública. Hay personas que son más electrosensibles que otras, al igual como sucede con los transgénicos y las alergias.

Se requiere de una política que defina los niveles máximos permisibles, la elaboración de una base de datos públicos, así como una definición de las localizaciones de este tipo de transmisiones, de manera que los sectores más vulnerables no sean afectados y en último término las personas sepan dónde y a qué niveles de radiación se están exponiendo.

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