WASHINGTON, 19 ago (IPS) - La renuncia del presidente pakistaní Pervez Musharraf puso fin a la estrecha relación que mantenía ese país asiático con el gobierno de Estados Unidos, del que recibía beneficios políticos y económicos pese a ir en ciertos casos en contra de los intereses de seguridad de Washington.
Es bien sabido que el presidente George W. Bush  repetidamente elogió a Musharraf por ser el aliado más leal a Estados Unidos en  la "guerra contra el terrorismo", aun cuando muchos líderes militares de  Islamabad tenían fuertes vínculos con militantes islámicos pakistaníes y con el  movimiento islamista afgano Talibán. 
Lo que no se ha informado es que el  gobierno de Bush hizo la vista gorda a la responsabilidad del régimen de  Musharraf en el programa de exportación de tecnología nuclear llevado a cabo por  el científico pakistaní Abdul Qadeer Khan, así como sus acuerdos con aliados  tribales pakistaníes de Al Qaeda. 
El primer problema que afrontó la  administración de Bush cuando asumió fue que los militares pakistaníes,  liderados por Musharraf, eran el verdadero nexo con los talibanes y Al Qaeda.  
La red terrorista "fue una creación de la cultura de la guerra santa  existente en el ejército pakistaní", observó en una entrevista en septiembre  Bruce Riedel, director para Asia Meridional del Consejo de Seguridad Nacional  durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001). 
Si existe un estado que  patrocina a Al Qaeda, ése es Pakistán, a través de sus servicios de inteligencia  militar, sostuvo Riedel. 
El vicepresidente Dick Cheney y el  predominantemente neoconservador Departamento Defensa estaban al tanto de las  relaciones del régimen de Musharraf con el Talibán y Al Qaeda. 
Después  de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y  Washington, la Casa Blanca creó el mito de que Musharraf, frente a una libre  elección, se "unió con el mundo libre para combatir a los terroristas".  
Pero, como subrayó el experto en temas asiáticos Selig S. Harrison, el  19 de septiembre de 2001, apenas seis días después de que supuestamente aceptara  las demandas estadounidenses de cooperación contra el Talibán y contra Al Qaeda,  Musharraf dio un discurso televisado en lengua urdu en el que declaró:  "Intentamos hacer lo mejor en esta crítica situación sin provocar ningún daño a  Afganistán y al Talibán". 
En sus memorias, publicadas en 2006, Musharraf  reveló las siete demandas específicas que le había hecho Estados Unidos y  aseguró haberse negado tanto a concederle derechos a sobrevolar y aterrizar  territorio pakistaní, como para usar sus terminales marítimas y bases aéreas en  operaciones antiterroristas. 
Musharraf también escribió que,  inmediatamente después de los atentados en Nueva York y Washington, el  subsecretario de Estado (vicecanciller), Richard Armitage, amenazó con  bombardear Pakistán y llevar a ese país "de nuevo a la Edad de Piedra" si su  presidente no apoyaba a Estados Unidos contra Bin Laden y sus aliados afganos.  
Pero Armitage categóricamente negó, a través de su asistente, Kara Bue,  haber hecho esta amenaza, y mucho menos contra Pakistán. 
En los años  siguientes, Musharraf llevó adelante un juego complicado. A la Agencia Central  de Inteligencia (CIA) se le permitió operar en las provincias pakistaníes  fronterizas con Afganistán para perseguir a miembros de la red Al Qaeda, pero  sólo mientras los agentes fueran acompañados por sus pares de los servicios de  inteligencia pakistaníes. 
Eso restringió la capacidad de los agentes  estadounidenses para reunir información en la frontera noroccidental. Al mismo  tiempo, los servicios de inteligencia pakistaníes permitieron a líderes  talibanes y de Al Qaeda operar libremente en las áreas tribales, e incluso en la  ciudad de Karachi. 
El gobierno de Bush incluso hizo la vista gorda a la  red de venta de tecnología nuclear, liderada por el científico Khan, a Libia e  Irán, y tolerada por los militares pakistaníes. 
Los periodistas Douglas  Frantz y Catherine Collins escribieron en su libro "The Nuclear Jihadist" (El  combatiente islámico nuclear) que un general retirado que trabajaba con Khan  aseguró que el científico había actuado con el pleno conocimiento de los jefes  militares. "Por supuesto que los militares sabían. Ellos lo ayudaron", habría  afirmado. 
Pero la Casa Blanca prefirió ayudar a Musharraf a ocultar ese  hecho inconveniente. Según las memorias del ex director de la CIA George Tenet,  en septiembre de 2003, Bush confrontó al entonces presidente pakistaní con  evidencia recolectada por la agencia de inteligencia estadounidense y le pidió  que detuviera a Khan. 
Meses después, el arresto domiciliario de Khan, su  confesión pública y el perdón de Musharraf fueron acompañados por una  extraordinaria serie de declaraciones de altos funcionarios en el gobierno de  Bush exonerando al líder pakistaní y a los militares por el caso. 
Todo  el escenario ha sido "cuidadosamente orquestado con Musharraf", dijo a IPS el  año pasado Larry Wilkerson, entonces funcionario del Departamento de Estado  (cancillería) y luego jefe de gabinete de Colin Powell. El acuerdo que se  alcanzó entre los dos gobiernos no incluía un permiso a agentes de Estados  Unidos para interrogar a Khan. 
Pero, al parecer, el gobierno de Bush  recibió un compromiso de que el régimen pakistaní entregaría a altos mandos de  Al Qaeda, y así lo hizo. 
Mientras, Musharraf hacia un pacto político con  cinco partidos islámicos en 2004 que le garantizaron la victoria en las  elecciones en dos provincias fronterizas con Afganistán en que la influencia  islámica extremista es grande. 
Esto, seguido de un repliegue militar de  la provincia de Waziristán del Sur, le dieron a las fuerzas pro talibanes  aliadas con Al Qaeda vía libre para reclutar y entrenar militantes para la  guerra en Afganistán. 
* Gareth Porter es historiador y experto en  políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio:  Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro,  fue publicado en junio de 2005 y reeditado en 2006. 
 
 
 

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