IVETTE LEYVA MARTINEZ
En medio de la parálisis que ha permeado a la sociedad cubana durante el año y medio de enfermedad de Fidel Castro, sobresale un solo proyecto claro de cambio: el liderado por su sobrina Mariela Castro, la figura más interesante que ha producido el castrismo en la última década.
Mariela, hija del gobernante interino Raúl Castro y la fallecida líder femenina Vilma Espín, es directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y busca reformar el Código de la Familia para que el Estado cubano admita el cambio de sexo y las uniones civiles entre homosexuales.
Es cierto que en la asfixiada sociedad cubana hay necesidad acuciante de cambios drásticos que beneficien a sectores más amplios de la sociedad. Sin embargo, creo que se equivocan quienes fustigan a Mariela Castro porque se dedica a defender a los homosexuales en vez de exigir la democracia plena y el respeto a los derechos humanos que han violado desde 1959 el gobierno de su tío y su padre.
La discriminación que han sufrido los homosexuales en Cuba no ha sido un mal menor. Y no se pueden pedir peras al olmo: Mariela es, por naturaleza, defensora y parte del régimen. Aun así su proyecto de reforma del Código de la Familia es democrático y va contra la esencia del castrismo, porque busca la representación y el respeto a una minoría, la homosexual, cuyos derechos han sido pisoteados en Cuba durante décadas.
Mariela, sicóloga de 46 años, intenta minimizar esos errores del castrismo --admitió ''abusos'' aunque no torturas en las UMAP--, pero también corregirlos. Creo que ese, como cualquier paso adelante en materia de derechos humanos en la isla, por pequeño y marginal que sea, debe ser bienvenido.
Me he preguntado por qué ha hecho de los derechos de los homosexuales su estandarte. Por qué no promover una ley sobre la violencia doméstica, tema en el que Cuba está totalmente huérfana, o hacer una campaña contra el excesivo uso del aborto en la isla y sus a menudo severas consecuencias físicas y sicológicas. Creo que la respuesta radica en que, como política sagaz, Mariela Castro consideró la defensa a los homosexuales una causa popular.
Desde la década del 90 se ha visto en la isla una mayor tolerancia hacia el homosexualismo, catapultada por el éxito del filme Fresa y chocolate (1993), que provocó que los medios de comunicación cubanos comenzaran a reflejar un tema hasta entonces tabú. La directora del CENESEX no se ha mantenido al margen y participó en el guión de la telenovela La cara oculta de la luna (2006), la primera que abordó los conflictos de la homosexualidad en la televisión cubana y provocó apasionados debates en la isla. Se cree que gracias a su influencia Fresa y chocolate se exhibió televisivamente por primera vez en el 2007.
Las operaciones de cambio de sexo que defiende Mariela --hay 27 personas en lista de espera-- no son una novedad: en 1997 se había realizado una y el CENESEX, dirigido entonces por Yodalia Leyva, había aprobado otras 12.
Aun así, el proyecto de ley impulsado por Mariela Castro ha ido a parar a la misma gaveta de los otros cambios insinuados por su padre Raúl. Ni se mencionó durante la última sesión del parlamento cubano en diciembre. Más curioso aún es que la directora del CENESEX no figure entre los legisladores recién electos, a pesar de representar, como establece la ley cubana, a un sector de la población, y a sabiendas de que todos los parlamentarios cubanos son nombrados a dedo por comisiones previas al formalismo de la votación.
Quizás la reforma pro gay tiene poderosos enemigos dentro del régimen cubano. De llevarse a cabo, el ejército que dirige su padre se vería obligado a la larga a renunciar a su tradición homofóbica y a admitir homosexuales en su filas. Es fácil imaginarse las caras que pondrán ante esta posibilidad los ancianos generales que conforman la cúpula militar cubana: son los mismos que hace 40 años implementaron los campos de concentración de las UMAP, adonde fueron enviados como castigo cientos de homosexuales cubanos.
En el congreso de sexología realizado en La Habana en enero, la directora del CENESEX dio una nota de escepticismo: declaró a la prensa extranjera que la aprobación de su proyecto ``dependerá de lo capaces que seamos de convencer''.
Creo, sin embargo, que la reforma con la que Mariela ha comprometido su imagen internacionalmente se aprobará y ella buscará sacar adelante otras ''causas perdidas''. Hace un año, tuvimos una muestra de sus ambiciones políticas: sin tener vela en el entierro, se involucró en el debate interno de los intelectuales bautizado como ''Pavongate'', desatado a partir de la reaparición televisiva de Luis Pavón y otros nefastos censores de la década del 60.
Durante todo el 2007, Mariela buscó protagonismo y coqueteó abiertamente con la prensa internacional, repitiendo la retórica de los cambios necesarios. Convertida en primera dama y primera hija de facto, habló con una soltura que no osaría tener ningún otro funcionario castrista. En abril le dijo a El País de España que Fidel es ''un cabeza dura'' y que ella no deseaba que volviera al poder ''de la misma manera''. Fue más allá y aseguró, en entrevista en noviembre con el diario argentino Clarín, que Cuba está preparada para tener una mujer presidenta. No cuesta imaginar que le gustaría aspirar a ese puesto.
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