MÉXICO, 7 sep (IPS) - Los huracanes Dean, Félix y Henriette dejaron en 15 días decenas de muertos y pérdidas económicas millonarias en la franja tropical de América, daño que podría multiplicarse con los cinco grandes ciclones que se formarían en lo que resta de la temporada.
Los científicos señalan que este período ciclónico, que se inicia en junio y termina en noviembre, rompió parámetros al registrar con muy poco intervalo dos huracanes de máxima categoría: Dean, que golpeó México a fines de agosto, y Félix que esta semana destrozó una porción del norte de Nicaragua.
La estadounidense Universidad de Colorado había pronosticado que en todo el período se iban a producir en el océano Atlántico cinco huracanes de categoría superior a 3 en la escala de Saffir-Simpson, que clasifica las tormentas tropicales según la intensidad de sus vientos, mientras la media histórica es de 2,4 por temporada.
Lo que no pudieron ni sospechar los investigadores fue que al promediar el período se producirían dos consecutivos, Dean y Félix, de categoría cinco, la máxima, y que tocarían tierra con esa potencia. Esos huracanes ya están entre los cinco más intensos desde que se empezaron a registrar los ciclones, en 1851.
En una actualización de sus pronósticos, los investigadores de la Universidad de Colorado indicaron que hasta noviembre podrían formarse otros cinco huracanes en el Atlántico y que tres de ellos serían de categoría tres o superiores.
Los doctores René Lobato y Ricardo Prieto, expertos en huracanes del estatal Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, replicaron a IPS que esos números deberían tomarse "con reserva".
Los pronósticos de la Universidad de Colorado se basan en estadísticas que consideran las características promedio del océano y de la atmósfera, pero pierden sustento si se comparan con "temporadas anómalas" como las de los años 1997 y 2005, explicaron.
Estamos a mitad de la temporada actual, y se puede esperar la formación de otros varios huracanes, que podrían ser cinco, más o menos, aclararon.
William Gray, profesor de ciencias atmosféricas de la Universidad de Colorado, se aventuró a definir que la temporada 2007 muestra definitivamente una actividad "superior a lo normal", pero que no llegará a ser "hiperactiva" como las de 1995, 2004 y 2005.
En 2005 se formaron 28 tormentas tropicales y 15 de ellas alcanzaron el rango de huracanes, como los devastadores Stan y Katrina. En 2006, la situación fue distinta, con sólo cinco huracanes, de baja peligrosidad.
La temporada de tormentas de este año arrancó de forma inusual el 9 de mayo, un mes antes de lo establecido por los científicos, con la formación de la tormenta subtropical Andrea en el Atlántico.
Los daños mayores los sufrió Nicaragua, donde Félix dejó al menos 100 muertos. México fue el segundo, con 11 fallecidos por Henriette, en el océano Pacífico, y Dean. Este último dejó además nueve muertos en Haití, dos en Dominica, seis en República Dominicana, uno en Santa Lucía y tres en Jamaica.
La formación de huracanes obedece a la conjunción de varios factores: una temperatura de los océanos en latitudes cercanas a los trópicos superior a los 27 o 28 grados, que genera evaporación y condensación y un centro de baja presión, además del aporte de aire más frío en capas superiores de la atmósfera.
Según el científico mexicano Mario Molina, premio Nobel de Química 1995, la intensidad y frecuencia creciente de los huracanes está relacionada con el cambio climático desatado por el recalentamiento global, que la mayoría de los expertos vinculan a la excesiva emisión de gases por la quema de combustibles fósiles, entre otras actividades humanas.
El número y potencia de los huracanes seguirán aumentando en las próximas décadas, a menos que "todo el planeta tome acciones" para enfrentar el cambio climático, advirtió Molina.
Lobato y Prieto no están totalmente de acuerdo con esa aseveración.
En un texto elaborado para IPS, indicaron que las tormentas y sus hermanos mayores, los huracanes, "han existido en el planeta desde épocas preindustriales, por lo cual no son generados por la actividad humana, sino por los procesos térmicos y dinámicos de la atmósfera, el continente y los océanos".
"Estos procesos no registran un comportamiento constante, lo cual tiene como consecuencia una variabilidad natural en el número y la intensidad de los ciclones tropicales año con año", dijeron.
"Aún no es posible determinar el efecto preciso del cambio climático en la temporada ciclónica, y son necesarios estudios más detallados antes de realizar afirmaciones categóricas", añadieron.
Los dos expertos mexicanos lamentaron que hasta la fecha todos los intentos por debilitar los ciclones de forma artificial hayan fracasado.
En los últimos 40 años se han probado en diferentes laboratorios del mundo métodos que incluyen el uso de un líquido para evitar la evaporación del agua marina que alimenta la formación de la tormenta, la liberación de hollín en su entorno y el uso de yoduro de plata, el único procedimiento probado en un escenario real. Pero nada ha funcionado.
"Debido a este fracaso, la tendencia actual es hacia el mejoramiento de las medidas de prevención, que incluyen los sistemas de alertamiento (sic) temprano, las evacuaciones masivas, la compra de seguros para la recuperación de las pérdidas, las partidas presupuestarias predefinidas para la ayuda y reconstrucción de comunidades afectadas", recordaron los expertos mexicanos.
Más allá de las posibilidades de atacar los huracanes con algún método, las medidas en marcha "sí han resultado exitosas y esperamos que continúen mejorando en el corto plazo", señalaron. (FIN/2007)
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