WASHINGTON, 18 jun (IPS) - Cuatro años después de las primeras señales de insurgencia en Iraq, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, se encuentra acosado por grandes crisis que se extienden desde Palestina hasta Pakistán.
Con los enfrentamientos la semana pasada en Palestina entre las fuerzas del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) y las del partido secular Fatah, la idea de Bush de apostar a una solución de dos estados para el conflicto palestino-israelí parece más remota que nunca, mientras que un nuevo informe del Pentágono sugiere que la última estrategia para contener la insurgencia en Iraq está fracasando en su principal objetivo de reducir la violencia.
En tanto, el presidente pakistaní Pervez Musharraf, a quien Estados Unidos le dio un casi incondicional respaldo desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, enfrenta ahora un creciente malestar popular, mientras que gran parte de las regiones fronterizas tribales están quedando bajo control de fuerzas aliadas con el renaciente movimiento islamista afgano Talibán.
Por su parte, Irán, país al que funcionarios estadounidenses acusaron la semana pasada de proveer armas al Talibán, continúa desafiando las demandas de Washington de que detenga su programa de enriquecimiento de uranio, y los aliados regionales de Teherán, Siria y el partido islamista chiita libanés Hezbolá, sin mencionar al propio Hamas, parecen haber resistido los intensos esfuerzos de Estados Unidos para aislarlos.
La violencia de los últimos días en Gaza significa un gran obstáculo para la esperanza de Washington de crear una coalición antiiraní integrada por Israel y sus aliados árabes Arabia Saudita, Egipto y Jordania.
De hecho, el rey saudita Abdulá bin Abdulaziz parece haberse desilusionado con Estados Unidos aun antes de que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, líder del Fatah, disolviera el gobierno de unidad nacional que el monarca había ayudado personalmente a constituir en marzo.
"Hay una fuerte opinión entre nuestros amigos árabes de que no sabemos lo que estamos haciendo", dijo Daniel Kurtzer, enviado especial de Washington a Israel durante la primera administración de Bush y ahora profesor en la Universidad de Princeton.
Al Qaeda, que sigue disfrutando la protección de sus aliados en Pakistán y ha convertido al Iraq ocupado en su principal campo de reclutamiento, también se ha beneficiado del creciente rechazo en toda la región a las políticas de Washington.
"Al Qaeda es actualmente una operación global, con una bien aceitada maquinaria propagandística con sede principal en Pakistán, una secundaria e independiente en Iraq y un alcance expansivo en Europa", escribió el mes pasado Bruce Riedel, ex analista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, en la revista Foreign Affairs.
En su artículo, titulado "Al Qaeda contraataca", Riedel, director de la oficina de Asuntos de Medio Oriente de la Casa Blanca entre 1997 y 2002, predijo que la red terrorista podría reanudar operaciones en el norte de Líbano y en Gaza, y posteriormente provocar una guerra abierta entre Estados Unidos e Irán, como parte de una "gran estrategia" para "hacer sangrar" a Washington.
Israel, que el año pasado peleó una desastrosa guerra en Líbano promovida y prolongada por los "halcones", el ala más belicista en la administración de Bush, parece cada vez más vulnerable.
Especialistas regionales, entre ellos Riedel y Kurtzer, coinciden en que la reanudación de un proceso de paz creíble entre palestinos e israelíes podría darle a estos últimos la esperanza de que la creación de un estado propio no es algo tan distante, lo que la secretaria de Estado (canciller) estadounidense Condoleezza Rice llama "horizonte político".
Ése podría ser el paso más importante que podría dar Washington para revertir la creciente radicalización en Medio Oriente.
La gran pregunta es cómo reaccionarán Estados Unidos e Israel ante los últimos acontecimientos en los territorios palestinos, tema que seguramente estará al tope de la agenda en el encuentro entre Bush y el primer ministro israelí Ehud Olmert esta semana.
De particular importancia es saber si adoptarán las mismas políticas de castigo contra Gaza, ahora controlada por las fuerzas del Hamas, como las que aplicaron cuando ese movimiento le ganó las elecciones parlamentarias a Fatah en enero de 2006.
Los halcones ya piden una política dura, consistente con la de los últimos cinco años, insistiendo no sólo en que Estados Unidos lidere un boicot económico y diplomático contra Gaza, sino que además congele toda idea de reanudar negociaciones de paz, incluso con Abbas.(FIN/2007)
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