3 de Julio de 2007.
Es vital desarrollar un consenso científico global acerca de métodos con los cuales investigar uno de los últimos lugares inexplorados del planeta causando en él las mínimas alteraciones posibles. Ese entorno, un singular sistema de lagos y de otros sistemas acuáticos que acaso los conectan entre sí, está sepultado a varios kilómetros de profundidad bajo la capa de hielo antártica y constituye una especie de "cápsula del tiempo" cuya pureza es vital conservar para no invalidar los hallazgos científicos ni causar otros perjuicios. Un nuevo estudio ha profundizado en ello.
Para evitar contaminar estos lagos y otros lugares sellados por el hielo, de los cuales se ignoraba su existencia hasta hace poco tiempo, y que llevan millones de años aislados del resto del mundo, un estudio a cargo del Consejo Nacional de Investigación de las Academias Nacionales de Ciencia, en Estados Unidos, aboga por una cooperación de la Fundación Nacional para la Ciencia, institución que administra y gestiona el programa antártico estadounidense, con organismos científicos de diversos países y los firmantes del tratado antártico, para poner a punto un plan de gestión encaminado a asegurar que cualquier exploración que pueda llevarse a cabo en ese entorno subglacial se realice del modo correcto.
En el informe se recalca que antes de cualquier extracción de muestras, o sea de "romper el precinto", conviene llevar a cabo inspecciones mucho más detalladas, con el fin de catalogar debidamente la red acuática subglacial y que ello sea asumido como una parte más de la protección que garantiza el tratado antártico.
Esas inspecciones preliminares, además de permitir adoptar medidas para proteger al sistema entero, también deberían conducir a escoger los lugares más útiles para la investigación científica y que impliquen menores riesgos de una contaminación accidental.
Estudios mediante señales de radar capaces de penetrar en el hielo han identificado más de 145 lagos subglaciales bajo el hielo de la Antártida, incluyendo uno bajo el mismísimo Polo Sur. El mayor que se conoce es el Lago Vostok, que abarca un área de superficie de alrededor de 14.000 kilómetros cuadrados, lo que lo equipara en tamaño más o menos al Lago Ontario en Norteamérica.
Otros estudios han revelado que en ciertos puntos de ese fantasmal entorno subglacial puede haber capas de tierra y de roca fragmentada, e incluso lo que se ha comparado con ciénagas, todo lo cual añade más complejidad aún a la diversidad de esos entornos acuáticos subglaciales. Hay evidencia científica de que esos entornos comprenden vastas cuencas, algunas de las cuales aparentan estar conectadas por ríos y arroyos que fluyen libremente bajo la capa de hielo, la cual en la mayoría de zonas supera los 3 kilómetros de grosor.
Estos lagos y sus sistemas conectados figuran entre los últimos lugares inexplorados de la Tierra. Y lo que es más importante, han estado sellados durante millones de años, lo que ha impedido el libre intercambio con la atmósfera, y ha mantenido aislados, en una evolución separada y difícil de imaginar, a las exóticas comunidades microbianas que se cree moran en su interior.
Además de la oportunidad de estudiar a microorganismos potencialmente únicos y extraños, los científicos también están interesados en estos entornos porque los sedimentos en el fondo de sus lagos pueden constituir una "caja negra" del clima que reinó en ese continente millones de años atrás, y hasta del que existió antes de que el hielo sepultara el paisaje.
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