Actualizado 4:00 P.M. (hora local) La Habana, martes 14 de agosto de 2007. Año 11 / Número 225
ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ
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Como si se hubiese provocado a un avispero, fue la reacción de sectores militares y políticos en Rusia al conocer recientemente las declaraciones del general James Cartwright, jefe del Comando Estratégico de Estados Unidos, quien opina que Washington debe renunciar a prolongar el tratado ruso-estadounidense sobre reducción de armas estratégicas ofensivas, conocido como START-1.
Rusia ha debido responder a las amenazas.
Y no es para menos, por cuanto esas palabras del alto jefe militar, muy vinculado a los sectores de poder en el Pentágono, es parte de la actual campaña bélica que emprende el gobierno de George W. Bush, e incluye elementos clave como la ampliación de la OTAN hasta las fronteras rusas, la instalación de un escudo antimisiles en la República Checa y Polonia y bases militares en las repúblicas ex soviéticas y países del este europeo.
El propio jefe del Comando Estratégico norteamericano justificó su pedido, porque, "de ser así, Estados Unidos podría disponer de armas para asestar un golpe militar demoledor contra Rusia".
Como argumento para que Washington no vuelva a firmar el START-1, firmado en 1991 y vigente hasta el 2009, el propio general Cartwright señala que "para poder emprender un golpe global contra países sospechosos de desarrollar armas de destrucción masiva, se propone usar los misiles balísticos Trident, instalados a bordo de los submarinos y dotados de ojivas convencionales, pero es precisamente aquí donde existe el problema, pues los Trident pertenecen a la categoría de armas estratégicas, por lo que están sujetos a la vigencia del tratado START-1.
El plan estadounidense es claro en cuanto a su objetivo de dominio unipolar, pero tiene algo más que los estrategas militares rusos ya han advertido: la renuncia a prolongar el START-1 consiste en que dichos misiles pueden emplearse también como armas de alta precisión para asestar golpes contra objetivos estratégicos de Rusia, tales como silos de misiles, puestos de mando subterráneos, y otros.
De transformarse los elementos de las fuerzas nucleares estratégicas en armamentos convencionales, no se descarta la posterior transformación a la inversa, lo que, como es lógico, aumentaría con rapidez el potencial de fuerzas nucleares estratégicas norteamericanas.
Estos elementos, analizados en uno de los más importantes periódicos rusos, Kommersant, coincidieron con declaraciones de expertos militares en Moscú, citados por la agencia RIA Novosti, en cuanto a que "Estados Unidos cometerá un error catastrófico si se atiene a las recomendaciones de algunos funcionarios de la administración Bush, y se resiste a prolongar el START-1".
Para Serguei Márkov, director del Instituto de Estudios Políticos ruso, tales planteamientos "nos hacen ver que la nación más poderosa del planeta está gobernada, de hecho, por extremistas que cometen errores catastróficos y arrastran al mundo en sus aventuras".
Los defensores de esta línea, que consiste en "hablar menos y bombardear más", son "extremistas radicales conocidos bajo el nombre de neoconservadores", con "el vicepresidente Richard Cheney, uno de los políticos más odiosos, al frente", precisó Márkov.
En Washington, no obstante, treinta congresistas alarmados con semejante desliz dentro de las altas esferas de poder, enviaron al presidente George W. Bush una carta instándole a "trabajar conjuntamente con Rusia para la prolongación del Tratado sobre la reducción de armas estratégicas ofensivas (START-1)".
NUEVA ETAPA ARMAMENTISTA
Las concepciones fundamentalistas en el equipo de poder norteamericano van conduciendo al mundo hacia una nueva y más peligrosa carrera armamentista.
Al respecto, el periódico ruso Rossiyskaya Gaceta, ha recogido en reciente edición, declaraciones de Yuri Baluievski, jefe del Estado Mayor General de las fuerzas armadas. de Rusia, en cuanto a que "el despliegue de la defensa antimisiles norteamericana en Europa dará inicio a una nueva e incontrolable etapa de la carrera armamentista".
Washigton quiere manos libres para sus cohetes Trident.
Y argumenta el militar ruso: "Para nosotros, el componente europeo del Tratado de Defensa Antimisiles norteamericano no es algo aislado. Nos damos perfecta cuenta de que forma parte del sistema global que incluye una zona en Alaska, el sistema de radares en Gran Bretaña y Groenlandia, sistemas navales de defensa antimisiles Aegis, medios de detección por satélite y muchos otros elementos. Nos referimos no solo al número de antimisiles y radares, sino a la creación de un importante elemento de la infraestructura global de ese tratado militar, que con una relativa facilidad podría ser reforzada por decisión de la élite político-militar norteamericana".
El peligro de los planes bélicos de la administración Bush no puede ser mayor. La dirección rusa lo sabe. Los militares y estrategas de Moscú lo conocen y advierten sobre sus posibles consecuencias. Al mundo debe quedarle, al menos, la prerrogativa de denunciar tan demencial filosofía de guerra que emprenden los halcones del Pentágono y la Casa Blanca.
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