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Por Alfredo Jocelyn-Holt | ||
No hay nada más estúpido que el patrioterismo. Si bien no se requieren muchas luces para ser patriota, al menos es noble; el patrioterismo, en cambio, es simplemente ridículo. ¿Recuerda usted las iras cuando detuvieron a Pinochet en Londres; a la actual senadora que llamó a boicotear los productos ingleses y españoles; al alcalde que ordenó no retirar la basura de las sedes diplomáticas involucradas; al automovilista que arremetió su todoterreno contra la embajada de España en Apoquindo? Ya antes había pasado algo similar, a raíz del Filipinazo, cuando un dictador al otro lado del mundo desairó a su par a medio camino en Fiji. Ocurrió otro tanto hace unas semanas, cuando cundió la histeria y dijeron que habían poco menos que torturado a los jugadores de la Rojita en ¡Canadá! Pasa a menudo y eso que nadie medianamente sensato puede avalar a compatriotas paseándose con poleras tipo bandera nacional por las calles de Mendoza. Los mismos que sostienen que esa misma bandera es la más bonita del mundo porque la eligieron en un certamen internacional quién sabe dónde, o que nuestra cordillera de los Andes es la más linda de la tierra, cuando abarca 45 grados de latitud y otros seis países. Patriotas son muchos en Chile. Son los que diariamente hacen mejor a este país, no quienes estallan cuando nos ganan un punto en medio del partido. Patrioteros son los que hacen gárgaras con el nombre de Chile a fin de magnificar su propia gloria incidental desde las tribunas. Estaremos de acuerdo -supongo- que hay una gran diferencia entre Arturo Prat y el "negro" Romero, entre O´Higgins y el diputado Moreira, entre Vicuña Mackenna y Patricio Walker, entre los héroes de La Concepción y la hinchada chilena. ¿Es patriota salir en las noticias no descartando "la posibilidad de un incidente bélico" porque los peruanos nos metieron un gol diplomático y frenaron las iniciativas bilaterales entre nuestro país y Bolivia? ¿Qué exactamente se quiso decir: que hay que agarrarse a combos o que cabe la posibilidad de que nos agarremos a combos por un incidente cartográfico como el de estos últimos días? Ya lo dijo Vicente Huidobro: "He ahí el símbolo de nuestros políticos. Siempre dando golpes a los lados, jamás apuntando el martillazo en medio del clavo. Cuando se necesita una política realista y de acción, esos señores siguen nadando sobre las olas de sus verbosidades". Congeniar Estado-nación y pretensiones territoriales sobre una tremenda superficie es un manso lío que llevamos casi doscientos años sin resolver en este continente. Si América es ante todo y por sobre todo espacio natural, concordemos que no se deja fácilmente embutir. ¿Quién, por tanto, es más patriota? ¿El que hace ver que un país con 90% de su población aglutinada en el valle central (probablemente por razones de pobreza) no tiene aseguradas sus fronteras, o el que se arma hasta los dientes minando la tierra con bombas antipersonales alrededor de aduanas y pasos cordilleranos? ¿Las "ligas nacionalistas" que, de tanto en tanto, brotan como hongos entre nosotros, o un Huidobro escribiendo: "Decir la verdad significa amar a su pueblo y creer que aún puede levantársele y yo adoro a Chile, amo a mi patria desesperadamente, como se ama a una madre que agoniza"? La mejor definición del patrioterismo entre nosotros se encuentra en un artículo de Pedro Balmaceda, de fines del siglo XIX. En Chile, dice Balmaceda, "tenemos la furia del patriotismo, que es una de las tantas enfermedades heroicas que sufren los pueblos jóvenes, sin tradiciones, con un pasado nuevo y que todo lo aguardan de su propia fuerza, de su virilidad… Conozco gentes cuya vida no es más que una perpetua canción nacional, cantada en todos los tonos imaginables, pero sin acompañamiento de música". El chileno siempre anda "a caza de emociones picantes". Si va al teatro es para ver una obra como "Carmen" de Bizet (la dan todos los años) "porque Carmen muere apuñalada por don José -una puñalada a la chilena". Si tuviéramos corridas de toros, veríamos cómo quieren en Chile. "El pueblo tiene en los rodeos las mismas sensaciones violentas, las mismas luchas del animal con el hombre… ¡sólo falta la sangre!" Si el chileno levanta un monumento tiene que ser como el de O´Higgins en la Alameda, para así exclamar, a la chilena: "¡Vaya, hombre! ¡Qué bueno debería ser Carrera para las bofetadas! ¡Qué bien monta O´Higgins! ¡Ése sí que sabía andar a caballo!". Exactamente lo que han estado mostrando por televisión, ¿o no? Pedro Balmaceda era hijo del presidente mártir, quien se pegó un tiro "por la patria", una razón (me perdonará mi tatarabuelo) sumamente tonta. "Pedrito", así le dicen todavía en mi familia, era refinado (trajo las carrozas a lo Dumont, las de la parada militar), un poco débil (jorobado porque se le cayó de sus brazos a una empleada cuando guagua), y fue quien protegió a Rubén Darío en Chile. Es decir, un cosmopolita, medio poeta, la antítesis del patrioterismo. Quizá, por eso, un tío, primo de mi madre, sentado a mi lado en una conferencia-homenaje al Presidente, años atrás, exclamó "¿Éste ("Pedrito") no era maricón?", en voz sumamente alta, presumo que para que lo oyeran todos en la sala repleta. Gente como ese tío mío ladran -justo lo que dijera "Pedrito"-. El problema con los patrioteros es la irracionalidad con que suelen acompañar sus iras viscerales y falsa virilidad. La causa chilena merece una mayor creatividad e inteligencia. Conste que nuestras mejores obras de arte, y vaya que han sido clave para entendernos y querer a este país, nunca son patrioteras. "La Araucana", la primera que nos definió como pueblo guerrero, ni la escribió un chileno. Requirió de la sensibilidad de un "señorito", un noble español, que supo muy bien esa otra faceta nuestra -violenta y en alta voz- que lo llevó a redactarla lejos, fuera del país. El patrioterismo, mal patriota, es una beatería nacionalista, gusto de gente vociferante y de sumo cuidado. |
19 agosto, 2007
¡Viva Chile, muera el mal patriota!
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