El primer análisis sistemático en décadas llevado a cabo para examinar las prácticas y creencias religiosas de los académicos de élite en el campo de las ciencias, sostiene la noción de que los profesores de ciencia en las principales universidades son menos religiosos que la población en general, pero atribuye la causa de esto a una serie de variables que tienen muy poco que ver con su actividad científica.
El estudio, realizado del 2005 al 2007, fue conducido por Elaine Howard Ecklund, profesora de sociología en la Universidad de Buffalo. El estudio se basa en una encuesta realizada a 1.646 académicos científicos en 21 universidades de élite conocidas por su rica actividad en investigación científica, y también en entrevistas minuciosas realizadas a 271 de ellos.
La muestra escogida para las encuestas estaba constituida por académicos de 7 disciplinas diferentes de las ciencias sociales y naturales: física, química, biología, sociología, economía, ciencias políticas, psicología, y subcampos como la biología molecular, la bioquímica, la psicología social y las neurociencias.
Según Ecklund, este nuevo estudio no sostiene la idea de que los científicos simplemente abandonan su identidad religiosa ante el peso de su aprendizaje profesional, porque exista un conflicto inherente entre ciencia y fe, o porque haya presiones institucionales que así lo exijan.
"Es importante comprender esto, porque afrontamos controversias entre la religión y la ciencia respecto a la investigación sobre las células madre y hasta sobre la evolución, por ejemplo, y se ha incrementado el debate sobre el papel de la religión tanto en el ámbito de la política nacional como en el de las políticas públicas que influyen en la ciencia", explica Ecklund.
La encuesta incluyó preguntas sobre prácticas, creencias e identidades religiosas, así como otras cuestiones sobre prácticas espirituales, ética y la intersección entre la ciencia y la religión en la especialidad científica de cada encuestado. Además, se les preguntó sobre el rango académico, las publicaciones y datos demográficos.
Después, los autores analizaron las diferencias entre los científicos de ciencias naturales y los de ciencias sociales con respecto al público en general, y las diferencias entre ellos mismos en términos de religiosidad. También, tuvieron en cuenta algunos de los orígenes de esas diferencias.
Concluyeron que tanto los académicos de las ciencias sociales como los de las naturales, en las universidades de élite en el mundo de la investigación, son significativamente menos religiosos que la población en general. Casi un 52 por ciento de los científicos encuestados, declararon no tener ninguna afiliación religiosa real en la actualidad, en comparación con sólo un 14 por ciento de la población en general.
Según este nuevo estudio, crecer en una familia en la que la religión y las prácticas religiosas eran consideradas de gran valor, es el elemento más importante para predecir el grado de religiosidad actual de un sujeto, tanto entre los científicos como entre la población en general.
Ecklund piensa que la suposición de que convertirse en científico implica necesariamente la pérdida de la religiosidad, no es sostenible. Más bien, lo que ocurre es, en cierto modo, un proceso inverso. "Al parecer, aquellos que no tienen antecedentes religiosos eligen por sí solos, en porcentajes estadísticos significativamente mayores, seguir los caminos hacia profesiones científicas", explica Ecklund.
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