Angel Guerra Cabrera
Los hidrocarburos han sido utilizados por las oligarquías del tercer mundo para enriquecerse empobreciendo a las mayorías. Al entregarlos a la codicia de las transnacionales y despojar a los pueblos de los fabulosos ingresos que dejan, las elites criollas han acentuado la dependencia, el subdesarrollo, la pobreza y la desigualdad social. Salvo contadas excepciones, como el México de Lázaro Cárdenas, esta ha sido la historia en naciones latinoamericanas que cuentan con esos recursos.
En contraste, el uso dado por Hugo Chávez, con concepciones muy revolucionarios, a las ubérrimas reservas de energéticos de Venezuela arroja en menos de una década frutos diametralmente opuestos. Mediante acciones audaces e innovadoras sin precedente en casa e internacionalmente, los ha convertido en un arma estratégica liberadora no sólo de las masas venezolanas sino latinoamericanas; de posicionamiento geopolítico internacional de Caracas, integración solidaria, rescate y creación de empresas nacionales dentro y fuera de sus fronteras, de estímulo a la justicia social, la independencia y la conciencia antiimperialista. Programas energéticos y financieros impulsados por Venezuela hacen más independientes a otros Estados de América Latina, mientras los de salud benefician a los pobres en diversos confines de su geografía, incluso en países petroleros con gobiernos enjaezados a las estrategias de expolio y seguridad nacional de Estados Unidos.
La reciente III reunión de jefes de Estado o gobierno de Petrocaribe, otra iniciativa venezolana, mostró cuánto han avanzado sus integrantes en materia energética y económica a dos años de creado el mecanismo, bastante más que un acuerdo de suministro de crudo en condiciones, por cierto, muy ventajosas. El ahorro en la factura petrolera de los beneficiarios asciende ya a 450 millones de dólares. De no haberse creado Petrocaribe las 16 naciones que lo forman –pobres, carentes de infraestructura y dependientes de la ayuda internacional- enfrentarían hoy, con excepción de Venezuela y Cuba, un futuro trágico y sin salida ante los astronómicos precios del petróleo y sus derivados, unido al encarecimiento mundial de los alimentos a consecuencia de la producción de agrocombustibles. En cambio, ya cuentan con un diagnóstico sobre su situación energética a largo plazo y un plan de acción para hacerle frente sustentado en el ahorro y la racionalidad, el desarrollo de fuentes renovables de energía, importantes obras energéticas y sociales, terminadas o en marcha, y la creación de varias empresas binacionales en asociación con Venezuela. Lo primero que lograron fue liberarse de los intermediarios y los especuladores en el abasto de crudo y la sangría que significaba para sus arcas.
Con la colaboración de la empresa estatal venezolana PDVSA, se han instalado o construyen depósitos y centros de distribución de combustible en Belice, Dominica, San Cristóbal y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Granada y Haití y enviado plantas de generación a San Cristóbal y Nevis, Antigua y Barbuda, Nicaragua y Haití. Mediante una empresa binacional venezolano-cubana estará lista a fines de año la modernización de la refinería de Cienfuegos, al sur de Cuba, y se proyecta la construcción o ampliación de otras en Dominica, Jamaica, Guyana, Belice, Haití y República Dominicana. El presidente Chávez ofreció a Petrocaribe, como ha hecho con América del sur y Asia, el usufructo conjunto con Venezuela de la explotación de una zona petrolera en la faja del Orinoco, garantía por décadas de su seguridad energética. Pasos posteriores, según Chávez, serían la difusión del uso del gas y el desarrollo de la petroquímica.
A instancias de la experiencia cubana se han sustituido, en una acción no concluida, cerca de 50 millones de focos incandescentes por ahorradores en Venezuela y países del Caribe, que ha permitido economizar más 3 400 millones de dólares en combustible e inversiones. Aunque forma parte del mecanismo, Cuba ha rehusado acogerse por ahora a sus singularmente generosos términos financieros en aras de su consolidación y recibe el crudo venezolano con base en el Acuerdo de Caracas.
En el Caribe, histórico escenario de la acumulación originaria capitalista y las batallas entre imperios por los frutos del saqueo, de la transformación por Washington en su mare nostrum, Venezuela y Cuba siembran semillas de una nueva civilización solidaria y culta, deseable para todo el género humano.
En contraste, el uso dado por Hugo Chávez, con concepciones muy revolucionarios, a las ubérrimas reservas de energéticos de Venezuela arroja en menos de una década frutos diametralmente opuestos. Mediante acciones audaces e innovadoras sin precedente en casa e internacionalmente, los ha convertido en un arma estratégica liberadora no sólo de las masas venezolanas sino latinoamericanas; de posicionamiento geopolítico internacional de Caracas, integración solidaria, rescate y creación de empresas nacionales dentro y fuera de sus fronteras, de estímulo a la justicia social, la independencia y la conciencia antiimperialista. Programas energéticos y financieros impulsados por Venezuela hacen más independientes a otros Estados de América Latina, mientras los de salud benefician a los pobres en diversos confines de su geografía, incluso en países petroleros con gobiernos enjaezados a las estrategias de expolio y seguridad nacional de Estados Unidos.
La reciente III reunión de jefes de Estado o gobierno de Petrocaribe, otra iniciativa venezolana, mostró cuánto han avanzado sus integrantes en materia energética y económica a dos años de creado el mecanismo, bastante más que un acuerdo de suministro de crudo en condiciones, por cierto, muy ventajosas. El ahorro en la factura petrolera de los beneficiarios asciende ya a 450 millones de dólares. De no haberse creado Petrocaribe las 16 naciones que lo forman –pobres, carentes de infraestructura y dependientes de la ayuda internacional- enfrentarían hoy, con excepción de Venezuela y Cuba, un futuro trágico y sin salida ante los astronómicos precios del petróleo y sus derivados, unido al encarecimiento mundial de los alimentos a consecuencia de la producción de agrocombustibles. En cambio, ya cuentan con un diagnóstico sobre su situación energética a largo plazo y un plan de acción para hacerle frente sustentado en el ahorro y la racionalidad, el desarrollo de fuentes renovables de energía, importantes obras energéticas y sociales, terminadas o en marcha, y la creación de varias empresas binacionales en asociación con Venezuela. Lo primero que lograron fue liberarse de los intermediarios y los especuladores en el abasto de crudo y la sangría que significaba para sus arcas.
Con la colaboración de la empresa estatal venezolana PDVSA, se han instalado o construyen depósitos y centros de distribución de combustible en Belice, Dominica, San Cristóbal y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Granada y Haití y enviado plantas de generación a San Cristóbal y Nevis, Antigua y Barbuda, Nicaragua y Haití. Mediante una empresa binacional venezolano-cubana estará lista a fines de año la modernización de la refinería de Cienfuegos, al sur de Cuba, y se proyecta la construcción o ampliación de otras en Dominica, Jamaica, Guyana, Belice, Haití y República Dominicana. El presidente Chávez ofreció a Petrocaribe, como ha hecho con América del sur y Asia, el usufructo conjunto con Venezuela de la explotación de una zona petrolera en la faja del Orinoco, garantía por décadas de su seguridad energética. Pasos posteriores, según Chávez, serían la difusión del uso del gas y el desarrollo de la petroquímica.
A instancias de la experiencia cubana se han sustituido, en una acción no concluida, cerca de 50 millones de focos incandescentes por ahorradores en Venezuela y países del Caribe, que ha permitido economizar más 3 400 millones de dólares en combustible e inversiones. Aunque forma parte del mecanismo, Cuba ha rehusado acogerse por ahora a sus singularmente generosos términos financieros en aras de su consolidación y recibe el crudo venezolano con base en el Acuerdo de Caracas.
En el Caribe, histórico escenario de la acumulación originaria capitalista y las batallas entre imperios por los frutos del saqueo, de la transformación por Washington en su mare nostrum, Venezuela y Cuba siembran semillas de una nueva civilización solidaria y culta, deseable para todo el género humano.
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