Boletín NC&T Vol. 1, No. 590 26 de Marzo de 2008.
La evolución del lenguaje humano fue mucho más compleja de lo que se desprende de algunos intentos recientes de vincularla a un gen específico, según Robert Berwick, un experto en lingüística computacional del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
Algunos investigadores han trabajado en años recientes sobre la idea de que mutaciones positivas en un gen llamado Foxp2 podrían haber desempeñado un papel fundamental en la evolución del lenguaje humano. Eso se basaba en investigaciones que mostraban que el gen parecía estar conectado a la capacidad del lenguaje porque algunas de sus mutaciones negativas producen deterioros específicos de tal capacidad, y porque nuestros parientes evolutivos vivos más cercanos, los chimpancés, carecen tanto de las mutaciones positivas como de la capacidad lingüística. Pero la afirmación de que las mutaciones positivas del gen estén directamente vinculadas al desarrollo del lenguaje tiene muy pocas probabilidades de ser correcta, según Berwick.
En vez de eso, es casi seguro que el lenguaje es el resultado de una interacción mucho más compleja y sutil entre diversos factores, según Berwick, y nunca sería posible vincularlo a cambios genéticos específicos.
Incluso definir de manera precisa algo tan complicado como el lenguaje resulta temerario como han dejado claro las disputas continuadas acerca de la relevancia de los resultados de experimentos lingüísticos con monos, loros y delfines.
Es más probable, según Berwick, que el papel del gen Foxp2 en el lenguaje sea de algún modo periférico respecto a la capacidad lingüística en sí misma. Berwick piensa que un enfoque más productivo dentro del estudio de la evolución del lenguaje es el de examinar el fenómeno en cuanto a mecanismos internos y más profundos.
En su propia investigación, Berwick ha comparado la estructura de varios idiomas con la estructura de algunos cantos de pájaros, y ha encontrado conexiones interesantes que podrían llevar a una mejor comprensión de algunos aspectos del lenguaje.
Tanto los cantos de los pájaros como todas las lenguas humanas parecen compartir algunas características subyacentes relacionadas con su estructura métrica. Hay un ritmo subyacente que se expresa en la poesía, en la música, y en los cantos de las aves, que podría revelar un aspecto fundamental de cómo nuestros cerebros procesan el lenguaje. En futuras investigaciones, se podría sondear este vínculo más allá, incluso observando posibles conexiones entre otros genes específicos, tanto en pájaros como en humanos, que puedan estar vinculados a este sentido de la estructura métrica.
Finalmente, lo importante es entender que el lenguaje es, en el fondo, algo que se produce dentro de la mente humana y que en última instancia es independiente de cualquier sonido, imagen, o movimiento particular. Se puede expresar la misma construcción mental interior a través del lenguaje verbal, la escritura, o el lenguaje por señas, sin cambiar su naturaleza básica.
La evolución del lenguaje humano fue mucho más compleja de lo que se desprende de algunos intentos recientes de vincularla a un gen específico, según Robert Berwick, un experto en lingüística computacional del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
Algunos investigadores han trabajado en años recientes sobre la idea de que mutaciones positivas en un gen llamado Foxp2 podrían haber desempeñado un papel fundamental en la evolución del lenguaje humano. Eso se basaba en investigaciones que mostraban que el gen parecía estar conectado a la capacidad del lenguaje porque algunas de sus mutaciones negativas producen deterioros específicos de tal capacidad, y porque nuestros parientes evolutivos vivos más cercanos, los chimpancés, carecen tanto de las mutaciones positivas como de la capacidad lingüística. Pero la afirmación de que las mutaciones positivas del gen estén directamente vinculadas al desarrollo del lenguaje tiene muy pocas probabilidades de ser correcta, según Berwick.
En vez de eso, es casi seguro que el lenguaje es el resultado de una interacción mucho más compleja y sutil entre diversos factores, según Berwick, y nunca sería posible vincularlo a cambios genéticos específicos.
Incluso definir de manera precisa algo tan complicado como el lenguaje resulta temerario como han dejado claro las disputas continuadas acerca de la relevancia de los resultados de experimentos lingüísticos con monos, loros y delfines.
Es más probable, según Berwick, que el papel del gen Foxp2 en el lenguaje sea de algún modo periférico respecto a la capacidad lingüística en sí misma. Berwick piensa que un enfoque más productivo dentro del estudio de la evolución del lenguaje es el de examinar el fenómeno en cuanto a mecanismos internos y más profundos.
En su propia investigación, Berwick ha comparado la estructura de varios idiomas con la estructura de algunos cantos de pájaros, y ha encontrado conexiones interesantes que podrían llevar a una mejor comprensión de algunos aspectos del lenguaje.
Tanto los cantos de los pájaros como todas las lenguas humanas parecen compartir algunas características subyacentes relacionadas con su estructura métrica. Hay un ritmo subyacente que se expresa en la poesía, en la música, y en los cantos de las aves, que podría revelar un aspecto fundamental de cómo nuestros cerebros procesan el lenguaje. En futuras investigaciones, se podría sondear este vínculo más allá, incluso observando posibles conexiones entre otros genes específicos, tanto en pájaros como en humanos, que puedan estar vinculados a este sentido de la estructura métrica.
Finalmente, lo importante es entender que el lenguaje es, en el fondo, algo que se produce dentro de la mente humana y que en última instancia es independiente de cualquier sonido, imagen, o movimiento particular. Se puede expresar la misma construcción mental interior a través del lenguaje verbal, la escritura, o el lenguaje por señas, sin cambiar su naturaleza básica.
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