Boletín NC&T Vol. 1, No. 586 12 de Marzo de 2008.
En regiones tropicales, las hormigas y las acacias han vivido en una interdependencia tan intricada que ha fascinado desde siempre a los científicos. Ahora, unos investigadores desvelan que en África, esta alianza árbol-hormiga depende de los mismos antagonistas de los que se defiende: los grandes mamíferos herbívoros africanos.
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Los investigadores han encontrado que los elefantes, las jirafas y otros grandes herbívoros espolean a las acacias para "contratar" y mantener a las hormigas como guardaespaldas, mientras que sin los mamíferos, los árboles evitarían su inversión en las hormigas, quedando expuestos ambos a otros atacantes. A causa de que muchos animales están amenazados por las actividades humanas, las conclusiones del estudio sirven como un aviso de que los impactos humanos contra un ecosistema pueden tener efectos secundarios inesperados.
El mutualismo, o las interacciones cooperativas entre especies diferentes, es un fenómeno común en la naturaleza. Es también conocido entre los vegetales y los insectos, y algunas de las primeras observaciones de mutualismo planta-hormiga fueron hechas en América Central.
Lo que diferencia a este nuevo estudio es que muestra cuán fácilmente pueden desaparecer estas relaciones, que deben haber evolucionado a lo largo de muchos milenios, cuando se elimina una pieza crítica.
Las acacias son comunes en los trópicos y la sabana subsahariana. Estos árboles poseen estructuras que sirven de nido para tres especies de hormigas mordedoras. Los árboles sanos tienen cientos de estas estructuras, a menudo conteniendo más de 100.000 hormigas por árbol.
Tanto las hormigas como las acacias se benefician de esta cooperación. Las hormigas obtienen estos refugios que están acorazados por espinas, así como el néctar que recolectan de las bases de las hojas del árbol. Como las hormigas se movilizan en defensa de cualquier cosa que moleste a los árboles, estos obtienen de ellas una buena protección.
Así son las cosas cuando el mutualismo está funcionando bien. Pero la nueva investigación se centró en un fenómeno problemático. Todd Palmer, el autor principal del estudio y profesor de zoología en la Universidad de Florida, se percató de que ciertas acacias en el área que él estudiaba en Kenia Central, las cuales habían sido protegidas con cercas de los herbívoros salvajes, presentaban un aspecto enfermizo en comparación con las acacias no cercadas de la zona. Esto es lo opuesto de lo que podría esperarse, porque los herbívoros se alimentan vorazmente de estos árboles.
Palmer observó que los árboles enfermos parecían tener menos nidos espinosos, así que comenzó a medir ésta y otras diferencias en los árboles de seis parcelas cercadas y seis abiertas. Las primeras habían estado rodeadas por una valla electrificada a 8.000 voltios durante 10 años.
Las observaciones confirmaron que los árboles cercados tenían menos de esas estructuras espinosas hinchadas que servían de nidos a las hormigas. La investigación también reveló que los árboles cercados tenían menos estructuras productoras de néctar en la base de las hojas donde las hormigas pudieran alimentarse. Esto indicó que los árboles estaban produciendo menos néctar.
Además, las hormigas de las parcelas cercadas tenían una menor capacidad defensiva que sus congéneres de las parcelas abiertas.
Sin mamíferos merodeando que pudieran comer de los árboles, estos ya no necesitaban emplear sus recursos para mantener a las hormigas, pero entonces pasaban a quedar más expuestos a los ataques de otros insectos.
La investigación reveló que esas colonias de hormigas cuya relación de mutualismo con las acacias se había terminado se volvían menos capaces de defender su territorio frente a otra especie de hormiga que, a diferencia de la primera, no establece ninguna relación de mutualismo con las acacias. Dicha hormiga invasora no obtiene su alimento de las acacias y por tanto no se ocupa de defenderlas. De hecho, la presencia de tales hormigas promueve la de unos escarabajos que dañan a las acacias al perforar su madera. Estos destrozos benefician a las hormigas invasoras que pasan a utilizar como nidos las cavidades excavadas por los escarabajos.
El resultado es que los árboles mantenidos fuera del alcance de los mamíferos herbívoros pasan a ser infestados por los escarabajos y acaban peor que sus congéneres de las parcelas no valladas. En concreto, sus probabilidades de morir se duplican, y su velocidad de crecimiento es un 65 por ciento más lenta.
En regiones tropicales, las hormigas y las acacias han vivido en una interdependencia tan intricada que ha fascinado desde siempre a los científicos. Ahora, unos investigadores desvelan que en África, esta alianza árbol-hormiga depende de los mismos antagonistas de los que se defiende: los grandes mamíferos herbívoros africanos.
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Los investigadores han encontrado que los elefantes, las jirafas y otros grandes herbívoros espolean a las acacias para "contratar" y mantener a las hormigas como guardaespaldas, mientras que sin los mamíferos, los árboles evitarían su inversión en las hormigas, quedando expuestos ambos a otros atacantes. A causa de que muchos animales están amenazados por las actividades humanas, las conclusiones del estudio sirven como un aviso de que los impactos humanos contra un ecosistema pueden tener efectos secundarios inesperados.
El mutualismo, o las interacciones cooperativas entre especies diferentes, es un fenómeno común en la naturaleza. Es también conocido entre los vegetales y los insectos, y algunas de las primeras observaciones de mutualismo planta-hormiga fueron hechas en América Central.
Lo que diferencia a este nuevo estudio es que muestra cuán fácilmente pueden desaparecer estas relaciones, que deben haber evolucionado a lo largo de muchos milenios, cuando se elimina una pieza crítica.
Las acacias son comunes en los trópicos y la sabana subsahariana. Estos árboles poseen estructuras que sirven de nido para tres especies de hormigas mordedoras. Los árboles sanos tienen cientos de estas estructuras, a menudo conteniendo más de 100.000 hormigas por árbol.
Tanto las hormigas como las acacias se benefician de esta cooperación. Las hormigas obtienen estos refugios que están acorazados por espinas, así como el néctar que recolectan de las bases de las hojas del árbol. Como las hormigas se movilizan en defensa de cualquier cosa que moleste a los árboles, estos obtienen de ellas una buena protección.
Así son las cosas cuando el mutualismo está funcionando bien. Pero la nueva investigación se centró en un fenómeno problemático. Todd Palmer, el autor principal del estudio y profesor de zoología en la Universidad de Florida, se percató de que ciertas acacias en el área que él estudiaba en Kenia Central, las cuales habían sido protegidas con cercas de los herbívoros salvajes, presentaban un aspecto enfermizo en comparación con las acacias no cercadas de la zona. Esto es lo opuesto de lo que podría esperarse, porque los herbívoros se alimentan vorazmente de estos árboles.
Palmer observó que los árboles enfermos parecían tener menos nidos espinosos, así que comenzó a medir ésta y otras diferencias en los árboles de seis parcelas cercadas y seis abiertas. Las primeras habían estado rodeadas por una valla electrificada a 8.000 voltios durante 10 años.
Las observaciones confirmaron que los árboles cercados tenían menos de esas estructuras espinosas hinchadas que servían de nidos a las hormigas. La investigación también reveló que los árboles cercados tenían menos estructuras productoras de néctar en la base de las hojas donde las hormigas pudieran alimentarse. Esto indicó que los árboles estaban produciendo menos néctar.
Además, las hormigas de las parcelas cercadas tenían una menor capacidad defensiva que sus congéneres de las parcelas abiertas.
Sin mamíferos merodeando que pudieran comer de los árboles, estos ya no necesitaban emplear sus recursos para mantener a las hormigas, pero entonces pasaban a quedar más expuestos a los ataques de otros insectos.
La investigación reveló que esas colonias de hormigas cuya relación de mutualismo con las acacias se había terminado se volvían menos capaces de defender su territorio frente a otra especie de hormiga que, a diferencia de la primera, no establece ninguna relación de mutualismo con las acacias. Dicha hormiga invasora no obtiene su alimento de las acacias y por tanto no se ocupa de defenderlas. De hecho, la presencia de tales hormigas promueve la de unos escarabajos que dañan a las acacias al perforar su madera. Estos destrozos benefician a las hormigas invasoras que pasan a utilizar como nidos las cavidades excavadas por los escarabajos.
El resultado es que los árboles mantenidos fuera del alcance de los mamíferos herbívoros pasan a ser infestados por los escarabajos y acaban peor que sus congéneres de las parcelas no valladas. En concreto, sus probabilidades de morir se duplican, y su velocidad de crecimiento es un 65 por ciento más lenta.
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