15 marzo, 2008

Exxon Mobile: zarpazo a la Revolución bolivariana

Actualizado 9:15 P.M. (hora local)

  La Habana, viernes 14 de marzo de 2008. Año 12 / Número 74

Periódico Granma
ORLANDO ORAMAS LEÓN

La pretensión de la Exxon Mobile de embargar en tribunales internacionales más de 12 000 millones de dólares de Petróleos de Venezuela S.A (PDVSA) es un zarpazo a la economía de la Revolución bolivariana y un recordatorio a aquellos países que en América Latina se han propuesto recuperar el control de sus recursos naturales.

El ataque a PDVSA es la guerra económica, alertó Chávez.

Resulta la prepotente reacción de la petrolera norteamericana frente al soberano propósito del Gobierno bolivariano por completar la nacionalización de la exploración, extracción y refinación de los hidrocarburos en la Franja del Orinoco, donde están certificadas las mayores reservas del planeta del llamado oro negro.

TRAS EL PETRÓLEO DEL ORINOCO

El presidente Hugo Chávez puso fin el año pasado a la llamada Apertura Petrolera implantada durante el gobierno de Rafael Caldera, precisamente poco antes de que el líder bolivariano encabezara la marea de votos que le llevó a la presidencia de la llamada IV República, y a jurar el cargo ante aquella "Constitución moribunda".

La Exxon Mobile busca descapitalizar a la petrolera venezolana.

Las medidas dictadas por el mandatario estipulan que PDVSA deberá tener el control de al menos el 60% de las acciones en las empresas mixtas que operan en la Franja.

Era de esperar que firmas extranjeras afectadas por la nacionalización expresaran su rechazo, pero no es menos cierto que con la mayor parte de esas transnacionales se alcanzaron acuerdos de compensación, como los que hace unos días firmó en Caracas el canciller italiano Máximo D¢ alema para la continuación de las operaciones en un bloque del Orinoco de la empresa Ente Nazionale Idrocarburi (ENI). Antes habían llegado a acuerdos la británica BP, la norteamericana Chevron, la francesa Total y la noruega Statoil, entre otras.

LA GUERRA ECONÓMICA

Otro ha sido el comportamiento de la Exxon, la principal petrolera del planeta, que luego de acordar resolver el diferendo en un centro internacional de arbitraje sobre inversiones, adscrito al Banco Mundial, sorprendió con los reclamos de embargo en tribunales de Nueva York, Londres y Amsterdan para intentar descapitalizar a PDVSA.

No es casual que sea una Corte de Nueva York la única que hasta ahora ordenó congelar unos 300 millones de dólares de PDVSA colocados en un banco en Estados Unidos, lo que de por sí explica el peligro que ello significa para los intereses venezolanos en aquel país, que incluyen refinerías y distribuidoras bajo la subsidiaria Citgo.

La historia no es nueva en el continente. Cientos de millones de dólares de empresas y ciudadanos cubanos han estado congelados durante casi medio siglo, y lo peor es que esos recursos resultaron en su mayoría saqueados por órdenes judiciales amparadas en la política de bloqueo y agresión a la Isla.

Ahora con Venezuela, la Casa Blanca se pronunció en apoyo a la Exxon Mobile, y aunque luego ha mantenido un perfil aparentemente bajo en el conflicto, bien se sabe de los intereses petroleros vinculados a la administración Bush y su abierta hostilidad hacia el Gobierno de Caracas.

Y es que la petrolera venezolana hace ya buen tiempo que dejó de ser apéndice de las apetencias imperiales y de la oligarquía local. Por el contrario, hoy es el principal motor económico de la Revolución y sobre todo de las transformaciones que en el orden social tienen lugar con misiones que previenen enfermedades o curan enfermos, devuelven visión, combaten el analfabetismo, contribuyen a la alimentación popular, expanden la enseñanza, la cultura, y promueven las ciencias, entre otros propósitos de alta sensibilidad e impacto en la sociedad.

Venezuela ya vivió el golpismo, el paro petrolero, la guarimba, y otras formas de desestabilización interna y externa, para lo que Washington disparó y dispara su artillería con andanadas que atacan a Chávez desde todos los flancos y con todo tipo de mentiras, las mismas que intentan vincular al proceso bolivariano con el terrorismo, el narcotráfico, la guerrilla colombiana y el militarismo, entre un rosario de infamias en boca de altos personeros de la administración Bush.

Y en todo este arsenal, el ataque a PDVSA busca infartar el proceso bolivariano, sus conquistas y el apoyo popular cosechado, así como cortar las nuevas formas integradoras que tienen al ALBA como valladar contra el ALCA, un proyecto neocolonial del que no es ajeno la principal transnacional petrolera de Estados Unidos.

Historias de despojos

La historia de las transnacionales en América Latina no ha sido, por lo general, la del aporte al desarrollo o de su inserción social, sino por el contrario, la del neocolonialismo, la intromisión, el aliento a golpes de Estado y a violaciones flagrantes de los derechos humanos.

Detrás del golpe pinochetista vino la reprivatización del cobre chileno, para saciar a la Anaconda.

La Guatemala de Jacobo Arbenz constituye aún hoy un recordatorio de lo que puede esperarse de empresas que constituyen esencia del poder imperial, y no reparan en método alguno para garantizar sus dividendos.

Aquel proceso, pionero en Latinoamérica por sus transformaciones y alcance, fue abortado por el contubernio de la United Fruit Co., y la Agencia Central de Inteligencia, brazo del gobierno yanki para la subversión y el golpe de Estado en aquella nación centroamericana.

El pecado original de aquel proceso, cuyos propósitos siguen sin cumplirse en la tierra del quetzal, fue nacionalizar las tierras improductivas de la Mamita United, y la reacción de los gobernantes estadounidenses sirvió como precedente para la historia posterior en el continente.

También en la Cuba revolucionaria las transnacionales petroleras norteamericanas devinieron arsenal tempranero de las agresiones de la Casa Blanca. Es así como en 1960 las empresas Texaco, Shell y Esso (hoy forma parte del cartel de la Exxon Mobile) se negaron a refinar el petróleo soviético, lo que determinó la decisión del Gobierno Revolucionario de nacionalizarlas.

Anaconda en Chile fue regusto a muerte, detenciones y torturas de aquel golpe que se urdió en la cúpula militar plegada a la CIA y que tuvo como génesis la nacionalización del cobre anunciada por el presidente Salvador Allende el 11 de julio de 1971.

Y es que el neoliberalismo, estrenado a sangre y fuego en el Chile pinochetista, ha sido el gran negocio de las transnacionales, ya sea Exxon, Chevron, Coca Cola, Walt Mart, McDonald, Monsato y otras que copan mercados y provocan la ruina de productores nacionales.

Han sido las principales beneficiarias de las políticas privatizadoras impuestas por el FMI o el Banco Mundial, por las cuales engrosaron su patrimonio algunas de las empresas públicas más rentables de varios países del continente, sin que ello conlleve mejoras en el servicio a la población, aunque sí tarifas más elevadas.

Y ahora con los TLC las transnacionales van hasta el fondo, sin importar que se parta en dos a un país como Costa Rica, donde ya se preparan para repartirse cual botín el Instituto Costarricense de Energía, o la Caja del Seguro Social, antes desbancada por presidentes corruptos.

No hay que extrañarse entonces de la arremetida de la Exxon contra Venezuela o de las reacciones a la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia, donde el despojo de las transnacionales y su contubernio con gobiernos entreguistas colmó la copa de la paciencia indígena y dio paso al levantamiento social que finalmente llevó a Evo a la presidencia.

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