En una lucha contrarreloj ante los Juegos Olímpicos, China cierra industrias y corta el tráfico - Pero los 11.000 millones invertidos apenas mitigarán la contaminación
JAVIER RICO 21/03/2008
¿Puede una megaurbe como Pekín limpiar su contaminadísimo aire en el plazo récord de seis meses, cuando comiencen en verano los Juegos Olímpicos? Los científicos creen que no. Las autoridades chinas luchan contra el reloj con drásticas medidas contra la polución y, al menos en este caso, el viento (los monzones) soplará a su favor.
Pero la negativa de atletas como Haile Gebrselassie a participar en los Juegos Olímpicos que se celebrarán en verano en la capital china y la decisión de algunos países de ultimar su preparación deportiva lejos de ella ha devuelto a la actualidad un problema que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), provoca al año la muerte prematura de más de dos millones de personas en todo el mundo.
Los Juegos comienzan el 8 de agosto y terminan 16 días después, hacia el final de la estación de los monzones y en un momento en el que permanecen apagadas millones de calefacciones, con lo que se dejan de emitir grandes cantidades de contaminantes a la atmósfera. Estas dos variables paliarán en parte una polución difícil de atajar, a pesar de los 11.000 millones de euros invertidos por las autoridades chinas y las 200 medidas que llevan aparejadas.
"Afortunadamente, los vientos y las lluvias del monzón entran desde el mar, no llegan desde el desierto o de zonas del interior tan polucionadas o más que Pekín, y esto ayuda a que se dispersen los contaminantes, en especial las peligrosas partículas en suspensión, y a que se limpie algo la atmósfera". Lo afirma Xavier Querol, geoquímico del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que conoce de primera mano la relación entre las emisiones contaminantes y las condiciones climáticas de China gracias a una tesis doctoral que dirige sobre dichas emisiones en Wuhan, ciudad de más de ocho millones de habitantes que concentra en su interior dos cementeras, una petroquímica, cuatro industrias siderúrgicas y dos centrales térmicas que queman carbón. "A pesar de todo, los niveles seguirán por encima de cualquier ciudad europea", advierte Querol.
Es cierto que Pekín ha movido ficha al cerrar o reubicar fuera de la ciudad cerca de 100 industrias altamente contaminantes, sustituir miles de taxis y autobuses por vehículos de combustión más limpia, potenciar el transporte público y limitar el tráfico (1,3 millones de coches menos) durante periodos de cuatro días. Sin embargo, en el mejor de los casos, ha logrado bajar a unos 91 microgramos por metro cúbico las partículas en suspensión. Estos compuestos están formados por sustancias orgánicas e inorgánicas (sulfatos, nitratos, amoniaco, cloruro sódico, carbón, polvo de minerales y agua) derivadas de la quema de combustibles fósiles en vehículos, casas e industrias. La OMS establece límites de concentraciones que, según el grosor de las partículas, varían entre 10 (para las más finas) y 20 microgramos por metro cúbico de media anual y entre 25 y 50 de media durante 24 horas seguidas, niveles muy alejados de los registrados en Pekín.
El mismo organismo advierte de que, debido a que no se ha identificado ninguna concentración de partículas por debajo de la cual no tenga efectos sobre la salud (aumento de enfermedades cardiovasculares y respiratorias y cáncer de pulmón), "el valor recomendado debe representar un objetivo aceptable y alcanzable". Aunque China sobrepasa de largo estas marcas, prácticamente ningún país en el mundo las cumple.
Sólo en la Unión Europea, la mala calidad del aire acaba con la vida de 348.000 personas. En concreto, la OMS confirma que "en la UE la esperanza media de vida disminuye en 8,6 meses debido a la exposición a las PM 2,5 (las partículas de menor grosor) producidas por las actividades humanas". La Comisión prepara una directiva cuyo límite máximo para 2015 será de 20-25 microgramos. Diversos organismos de investigación en salud y medicina reunidos en APHEIS (sistema de información sobre los efectos de la contaminación atmosférica en la salud en Europa), aseguran en un estudio que una disminución en la media anual de PM 2,5 hasta los 10 microgramos por metro cúbico permitiría reducir cinco veces la mortalidad prematura de la población de más de 30 años.
Julio Díaz pertenece a uno de los organismos que han participado en el estudio, la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, y afirma con vehemencia que "el caso es sangrante si tenemos en cuenta que en España se toman medidas drásticas ante los accidentes de tráfico, que matan cada año a 3.000 personas, y sin embargo no se hace lo mismo ante una sangría que provoca cinco veces más muertes, 16.000 concretamente". Uno de los principales obstáculos que contribuyen a que la sociedad no capte el problema con el dramatismo que describe este físico es que resulta difícil, cuando no imposible, establecer una relación directa de la contaminación con la muerte de una persona. "Pero sí se puede relacionar el aumento de los ingresos hospitalarios y de la mortalidad general con casos puntuales de subida de los niveles de polución e incluso que precipite la muerte cuando existe una patología previa respiratoria o cardiovascular", concluye Julio Díaz.
Sin embargo, algo tan importante como la influencia de la contaminación sobre la salud no parece contar a la hora de designar a las ciudades olímpicas, a pesar de que el propio presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, tilde ahora de inútiles los esfuerzos de China por corregir los niveles de polución. Según Juan Bárcena, portavoz de Ecologistas en Acción, "pasó en Atenas, pasará en Pekín y las autoridades madrileñas y españolas pretenden que pase en Madrid, que con índices de contaminación mayores que París o Londres estuvo a punto de ser nominada porque se valoraban más otros aspectos de la candidatura". Bárcena reconoce que Madrid lleva las de perder. "En París, pero sobre todo en Londres, el viento y la lluvia ayudan a dispersar la contaminación, cosa que no ocurre en nuestra capital, y menos en agosto". Xavier Querol apostilla que esto de la medición de los contaminantes también tiene sus trampas, ya que "Londres, y claramente ciudades del centro de Europa, reportan niveles más bajos que Madrid porque colocan muchas de sus estaciones fuera de zonas urbanas, en áreas abiertas y con parques". Si los atletas pudieran elegir ciudades limpias optarían por Estocolmo, Oslo y Helsinki.
En un caso similar al de Pekín, el del distrito federal de México, Xavier Querol destaca "el esfuerzo de esta ciudad por bajar hasta los 55 microgramos". Si la capital azteca lo ha conseguido con cuatro millones de vehículos a motor quemando a diario 20 millones de litros de gasolina, por qué no habría de hacerlo la de China con similares números. También tendría que reducir el nivel de ozono, ya que los científicos ven asociaciones concluyentes entre mortalidad y concentraciones de ozono inferiores a 120 microgramos por metro cúbico. De nuevo el tráfico aparece como principal responsable.
Al igual que en China, México y Estados Unidos, las autoridades de otros países intentan frenar la emisión de un cóctel letal de sustancias que, aparte de partículas y ozono, incluye dióxidos de azufre y de nitrógeno, plomo, monóxido de carbono y compuestos orgánicos volátiles. Milán cobra 10 euros a los vehículos que acceden a la zona más saturada, tasa de la que quedan exentos los coches híbridos y eléctricos. Se trata de una medida similar a la que ya está implantada en Estocolmo y Londres, y que aporta resultados positivos siempre que vaya acompañada de políticas integrales de fomento del transporte público y de la bicicleta y de programas de movilidad sostenible. Barcelona, una de las ciudades europeas con más polución, comenzó a aplicar recientemente una medida controvertida, la reducción de la velocidad a 80 kilómetros por hora en las carreteras, autovías y autopistas de la corona metropolitana de la ciudad, formada por 16 municipios. Es una de las 73 iniciativas del plan de la Generalitat para mejorar la calidad del aire.
La nueva Ley de Calidad del Aire y Protección de la Atmósfera aprobada a finales de la pasada legislatura promueve y ampara este tipo de normativas, tanto en el ámbito autonómico como municipal. Jaime Alejandre, director general de Calidad y Evaluación Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente, confirma que "esta normativa nos ofrece las herramientas". La ley establece obligaciones para los municipios de más de 100.000 habitantes, entre las que destacan la de elaborar planes y programas para el cumplimiento de los objetivos de calidad del aire, una meta indispensable de alcanzar en un país donde 50 de las 56 ciudades de más de 100.000 habitantes incumplen hoy día esos objetivos y 17 millones de españoles lo sufren en forma de aire contaminado. Es la misma cifra de habitantes que esperan sólo en Pekín a que la celebración de los Juegos Olímpicos reduzca estructuralmente, y no de forma coyuntural, la exposición al temible cóctel de sustancias nocivas para la salud.
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