El 26 de julio de 1959 el gobierno revolucionario de Cuba, ya en el poder, celebraba el aniversario del ataque al cuartel Moncada con la presencia del general Lázaro Cárdenas y algunos amigos que lo acompañábamos. Dentro del ambiente de informalidad que caracterizaba a la época, se materializaba la relación iniciada a la distancia por la carta que en marzo de 1958 había enviado el comandante Fidel Castro por conducto de un periodista mexicano al general Cárdenas, anunciándole que desde Sierra Maestra, territorio libre de Cuba, "expulsarían a los yanquis de la patria cubana de José Martí". Ésta habría de haber sido la primera de tres grandes ocasiones en las que yo hacía contacto amistoso con Fidel y Raúl, su hermano menor. La segunda fue encabezando la misión diplomático-cultural, en la que iba María Esther Zuno, esposa de Luis Echeverría, con un nutrido grupo de artistas muy destacados internacionalmente, como el ballet de Amalia Hernández y los danzantes de Papantla, entre otros que actuaron en diversos países del Caribe. La tercera vez llegamos a La Habana con mi esposa y la familia al acto de presentación de mis credenciales como embajador extraordinario y plenipotenciario de México ante el gobierno cubano y allí habríamos de vivir y compartir, de 1980 a 1982, buenos y malos momentos dentro de los preceptos de la Doctrina Estrada, y los principios y las tradiciones del servicio exterior mexicano, que hasta entonces y después de la revolución habrían de haber sido representados por distinguidos embajadores como don Gilberto Bosques y Ernesto Madero.
Hubo durante este periodo momentos difíciles. Uno fue cuando Wayne Smith, representante en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba, se acercó para pedirnos una mediación de buenos oficios y lograr que se diera el salvoconducto necesario para que pudieran salir de la isla los cubanos disidentes que habían ingresado durante una sacapela con el contingente que participó en la celebración del primero de mayo en La Habana al edificio de la Oficina de Intereses –antigua embajada de Estados Unidos en la isla–, convirtiéndose en un problema grave entre ambos países, lo que había venido a complicar las ya de suyo difíciles y complejas relaciones diplomáticas en aquellos días de vuelos espías con los aviones U2 y del litigio por Guantánamo, además del problema migratorio causado por el flujo de disidentes cubanos por el puerto de Mariel hacia Miami.
Con el beneplácito cubano para iniciar las gestiones, accediendo a lo planteado por Smith en nombre de su gobierno, se empezó en los más altos niveles la negociación, condicionada por el gobierno cubano en cuatro puntos que, en su criterio, debían de ser tratados forzosa y simultáneamente. Los estadunidenses sólo aceptaban tratar el punto relativo a los disidentes asilados en la Oficina de Intereses. Los cuatro puntos que Cuba exigía fueran incluidos eran el multicitado de los disidentes, los vuelos espías de los aviones U2, el problema migratorio planteado por los disidentes que salieron por Mariel a Estados Unidos y Guantánamo. Finalmente, después de muchas vicisitudes, se llegó a un resultado positivo, obteniendo los salvoconductos para los disidentes.
Hemos traído esto a la memoria porque lo consideramos oportuno ahora que se plantea la incógnita de la relación Cuba-Estados Unidos después de la renuncia de Castro y la toma de posesión de Raúl Castro Ruz como presidente del Consejo de Estado y de Ministros. Las señales que se han dado son poco menos que ominosas. El presidente George W. Bush se apresuró a plantear como absolutamente necesaria "la democratización" del régimen interno cubano, e inclusive llegó a lanzar la advertencia de que el gobierno estadunidense propiciaría este cambio con su propio criterio e indudablemente a través de los cubanos residentes en Estados Unidos. Los candidatos por el Partido Demócrata, Barack Obama y Hilary Clinton, y por el Partido Republicano, el puntero John Mc Cain, plantearon como condición necesaria un primer paso del gobierno cubano para democratizar su régimen en busca sin duda del voto cubano de Florida. Los cubanos, por su parte, respondieron: "ante la agresión, más revolución".
El hecho es que si en muchas mejores condiciones que las circunstancias ofrecían en 1980, si las dos partes que habían solicitado la Mediación de Buenos Oficios de México finalmente no se pudo llegar a un éxito completo por la intransigente posición de ambas partes en cuanto a los puntos a tratar, tenemos serias dudas de que en la actualidad, en víspera de una elección presidencial muy competida en Estados Unidos, fuera posible obtener un acuerdo acerca de cuál de las dos partes habría de dar el primer paso adelante para encontrarse a la mitad del camino entre la gran distancia que ha venido separando a la superpotencia del norte, con el pequeño país vecino de ellos en el mar Caribe.
Las expectativas del pueblo cubano son muchas, tanto de los habitantes de la isla, mayoritarios con mucho, en relación con los de Miami, como de los de todo el territorio estadunidense, incluidos empresarios y funcionarios de ese gobierno de origen cubano, respecto al sucesor del comandante Fidel Castro, su hermano Raúl, quien da inicio a una presidencia erizada de problemas internos muy complejos.
Hacemos votos por que se encuentre una fórmula de avenimiento. Quizás el representante del Vaticano, actualmente de visita en Cuba, pueda ser esta vez la mediación de buenos oficios tan necesaria.
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