10 abril, 2007

LA PRIMERA GENERALA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

General de Brigada Delsa Esther Puebla Viltre

Fidel siempre tuvo fe en la victoria

"Por la consagración de su ejemplar existencia a la digna causa del pueblo, desde las filas del Ejército Rebelde primero y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que la ha convertido en legendario símbolo de nuestras heroicas mujeres de siempre."

Así dice en uno de sus párrafos la orden de ascenso a General de Brigada, firmada por el Comandante en Jefe, de Delsa Esther Puebla Viltre, la primera cubana que llega a tan alto grado militar.

Conocida cariñosamente como Teté, esta mujer de sesenta y seis años es madre de tres jóvenes y abuela de cinco nietos.

Siempre ha dicho presente en las tareas que le han encargado, incluyendo ocho años en la dirección del plan agrícola de Guaicanamar, en Jaruco.

Persona llena de sencillez, es muy querida por los combatientes que la ven como la compañera a la que pueden acudir en un momento delicado. Para muchos es la madre, la hermana, la revolucionaria que nunca les ha virado las espaldas

(Tomado del libro Secretos de Generales)

LUIS BÁEZ

¿En qué zona de Oriente nació?

En Yara, el 9 de diciembre de 1940. Mi padre era campesino. Mamá trabajaba en la casa. Tengo ocho hermanos. Me criaron mis abuelos. Estudiaba para maestra.

¿Cómo se incorporó a la Revolución?

Mi familia pertenecía al Movimiento 26 de Julio y aunque era muy joven, los ayudaba en sus actividades. Mi hogar era la casa de los revolucionarios en Yara.

¿Qué edad tenía usted?

Quince años. Participé en numerosas actividades. Desde vender bonos, trasladar bombas, armas y encaminar a compañeros hacia la Sierra Maestra.

¿Cuándo se alzó?

En julio de 1957 subí a la Sierra Maestra. Quería compartir la vida del guerrillero. Además, no podía seguir en la ciudad porque había sido delatada por un traidor al Movimiento.

¿Ya había alguna mujer en las montañas?

Sí. Estaba Celia Sánchez, que fue la primera mujer que se alzó. Ella en esos momentos estaba cumpliendo una misión en el llano. Llegué en unión de dos compañeras.

En La Plata, Teté Puebla, al lado de Fidel, junto a Celia y otros compañeros.

Fidel, ¿qué dijo cuando las vio?

"Ahora sí ganamos la guerra". Me preguntó qué edad tenía. Le respondí que diecisiete años. Realmente, tenía dieciséis.

¿Qué tareas le asignó?

Había que hacer de todo. Especialmente cuidar heridos, cocinar, lavar, coser, servir de mensajera. A los compañeros que no sabían leer, les leía las cartas de sus familiares y les redactaba las que ellos enviaban.

Me ubicaron en la escuadra de Universo Sánchez que radicaba junto a la Comandancia. También estaban el médico Julio Martínez Páez y el sacerdote Guillermo Sardiñas.

¿Llegó a combatir?

En esa época no se nos permitía combatir. Fui a Oro de Guisa porque le pedí a Raúl Castro que me llevara.

En la próxima ocasión, Fidel me puso la mano en el hombro y me dijo: "te fuiste al otro combate, pero ahora no". Le rogué al guajiro Luis Crespo que me dejara ir con él. Accedió. Ese fue el combate de "Madre Vieja" entre Estrada Palma y Yara.

Al producirse la ofensiva del Ejército, las pocas mujeres que estábamos alzadas trabajamos intensamente.

Cocinábamos y les repartíamos la comida a los compañeros, ya que no podían cocinarse debido a la poca distancia que estaba el enemigo y por el humo podían descubrir sus posiciones.

Al finalizar la ofensiva el Che me envió al campamento de los guardias en las Vegas de Jibacoa.

¿Con qué misión?

Plantearles una tregua para entregarles los soldados que les habíamos capturado durante la ofensiva. Se acababa de producir la victoria del Jigüe sobre las tropas del comandante José Quevedo.

El Che me explicó lo difícil de la misión, su trascendencia y la importancia de que fuera una mujer la que llevara el mensaje.

Me alertó de que me iban a invitar a ir a Bayamo, pero que no aceptara, pues si iba no habría tregua. También me advirtió que podían pasarme tres cosas: cogerme presa, matarme o aceptar la tregua.

El día que la ascendieron a Coronel, Raúl y Almeida le colocaron las charreteras.

¿De dónde partió?

De Altos de Mompié, alrededor de las 5:30 de la mañana. Iba con una banderita blanca y montada en un mulo. Ese día la aviación ametralló crudamente. Al primer bombazo, el mulo me tumbó y se perdió. Nunca más apareció.

Seguí a pie. Estaba muy tensa. Pensaba que en cualquier momento me podían disparar los guardias. Eran tres horas de camino, pero debido a los ataques de la aviación demoró seis. Hasta que me encontré con la primera posta de soldados.

¿Qué le dijo?

Quiero ver al jefe. Traigo un mensaje del Che. El hombre se quedó helado. Le avisó al capitán Carlos Durán Batista. Este vino. Le informé el objetivo de mi misión y le entregué la carta firmada por el Che.

Mandó a buscar al comandante Merob Sosa, a Bayamo. Cuando este terminó de leer la carta, le repetí lo que le había dicho a Durán.

Sosa me pidió que me quitara el brazalete rojo y negro del 26 de Julio, porque los guardias creían que eran rebeldes los que se iban a entregar.

Momento en que el Comandante en Jefe le impone a la General Teté Puebla el título de Heroína de la República de Cuba.

Le respondí que no, porque eso era un símbolo de nuestra lucha y le aclaré que los que íbamos a entregar eran soldados y no guerrilleros. También le precisé que el último de nosotros moriría combatiendo en la Sierra, antes de rendirse.

Aceptaron la tregua. A las seis de la tarde ya Fidel y el Che tenían en sus manos la respuesta.

A pocos metros de arribar al firme de la Maestra los compañeros me cargaron en hombros pues pensaban que me habían matado. Fidel les contestó la carta y volví al campamento enemigo.

¿Cuándo volvió?

Ese mismo día. Ya era de noche. Me pusieron los reflectores. Me preguntaron qué quería y les dije nuevamente que ver a su jefe, para entregarle una carta de Fidel Castro. La posta me pidió que se la entregara y le dije que no. Mandaron a buscar a Durán.

Esa noche dormí en el campamento de los soldados. Durán me dio su camita y puso al lado su hamaca para que no me pudiera mover. Esperé a que se durmiera y me fui para las trincheras a conversar con los guardias.

Les revelé que los que se iban a entregar eran sus propios compañeros que estaban en nuestras manos y aproveché para conocer dónde tenían el mortero, postas, etc.

¿En qué momento fue la entrega de prisioneros?

Al otro día, a la Cruz Roja Internacional, en la persona de René Jecquier Pierre Schoenholzer. Entregamos 257 prisioneros. Había 23 heridos. Era el 23 de julio de 1958. Después me enviaron a Santiago de Cuba.

¿A qué?

Al terminarse la tregua estábamos sin alimentos, medicamentos ni vías de comunicación.

Había que mandar una gente a Santiago de Cuba. Me brindé pues conocía la ciudad. Al principio Fidel no quería, debido a que muchos soldados me podían identificar por haber participado en la entrega de los prisioneros.

Finalmente, accedió, ya que Celia lo convenció. Fui en tres oportunidades antes que se crearan Las Marianas.

¿Cuándo se creó el Pelotón de las Marianas?

El cuatro de septiembre de 1958, por iniciativa de Fidel. El Comandante en Jefe escogió ese nombre como homenaje a Mariana Grajales, la madre de los Maceo, una mujer extraordinaria, heroína de nuestra Guerra de Independencia.

Algunos compañeros se pusieron furiosos, pues no les gustaba la idea de un pelotón de mujeres. Entre los mayores opositores estaban Eddy Suñol y el médico Bernabé Ordaz.

¿Qué argumentos empleaban?

"Cómo se le iba a dar un arma a una mujer, si había rebeldes desarmados". Desconfiaban de nuestra capacidad combativa.

También decían que cuando viéramos una rana o una lagartija, botábamos el arma y nos rendíamos al enemigo.

¿Cómo se resolvió la situación?

En una reunión que se celebró en el hospital de La Plata, Fidel les habló durante siete horas. Les dijo que éramos mejores soldados que ellos. Como prueba de su confianza, nos designó su guardia personal.

Nos entrenó, enseñó a tirar. Llegamos a partir una peseta a 50 metros. Nos entregó fusiles M-1.

Después, en la Sierra, cada vez que llegábamos a algún sitio, la gente decía: "Llegaron Las Marianas, ahí esta el Comandante".

Inicialmente, ¿cuántas integraron el Pelotón?

Ocho compañeras. Después se extendió a quince y terminamos la guerra trece, pues dos se enfermaron. Como Jefa fue designada Isabel Rielo.

¿Por qué escogieron a Isabel?

Fidel planteó que quien tuviera mejor puntería sería nombrada jefa del pelotón. Una moneda sirvió de blanco. El primer disparo lo hizo Fidel. Isabel me ganó por una pequeña diferencia.

Fui designada como segunda. A ambas nos hizo teniente. Celia desempeñó un papel muy importante en la creación de Las Marianas.

Celia, ¿estaba atenta a los más pequeños detalles?

Sí. Cuando hablamos de Celia hay que hablar de Fidel y viceversa. No hay nada en la Sierra que no tuviera la mano de Celia.

Estaba atenta a los más mínimos detalles: si una campesina iba a parir, de los medicamentos, dónde había que hacer los hospitales, las escuelas.

En medio de la ofensiva, cuando estábamos cercados por 10 000 guardias, no dejó de preocuparse por los campesinos.

Si un combatiente tenía un familiar enfermo en el llano, se ocupaba de que fuera atendido.

Después del triunfo revolucionario mantuvo esa dedicación, preocupación. Celia fue el alma de la Sierra Maestra.

¿Cómo era el desenvolvimiento de una mujer entre tantos hombres?

Un gran respeto, compañerismo y solidaridad humana. Tuvimos etapas muy difíciles en que no había comida, medicamentos, ropas, zapatos, tomábamos agua de bejuco. Éramos una tropa nómada.

Cuando parábamos cerca de un arroyo, al no tener jabón, les lavábamos la ropa con una piedra a los compañeros. La única ropa que tenían era la que llevaban puesta.

Los zapatos de Fidel y Raúl estaban amarrados con alambre. En una época, a Raúl le decíamos "el capitán trapito", por la cantidad de remiendos que tenía su ropa.

El ser jefe no les daba ningún tipo de privilegio. Todos éramos iguales. Jamás Fidel, Raúl, Che, Camilo, Almeida se sintieron superiores. Además, con una profunda calidad humana.

Fidel siempre tuvo fe en la victoria. En los momentos más delicados nos hablaba de los planes de la Revolución cuando llegara al poder, pero siempre insistía en que cuando se terminara la guerra íbamos a comenzar una lucha más difícil. En ningún momento lo vi desalentarse. Estuve muy unida a él hasta que bajé al llano.

¿En qué momento?

El 9 de octubre de 1958. Éramos las primeras cuatro mujeres que íbamos a combatir en el llano. Al frente de la tropa iba el capitán Eddy Suñol.

Cuando Suñol supo de nuestra presencia no nos quiso aceptar. Fidel le planteó que si no se llevaba a las muchachitas no se iba para el llano.

Antes de terminar la guerra, Suñol le escribió una carta al Comandante en Jefe, en que reconocía nuestra valentía en el combate y que él había estado equivocado.

¿Para qué zona fueron?

A Holguín-Gíbara. Lo que sería después el IV Frente Simón Bolívar a las órdenes del comandante Delio Gómez Ochoa.

El 21 de octubre sostuvimos el primer combate en el lugar llamado La Presa, en Holguín. Fue una acción muy complicada. Estábamos metidos en un hueco. No teníamos retirada. Acordamos morir peleando, pero que nadie se rendiría.

Después de varios intercambios de fuego, los soldados se acobardaron y se marcharon.

Posteriormente, el día 30, derribamos seis torres del tendido eléctrico y dejamos sin corriente a Holguín, Gibara y Velazco.

El 2 de noviembre hirieron a Suñol en un sitio llamado Los Güiros, entre Holguín y Velazco. A pesar de este descalabro, la tropa no se desorganizó. El resto de Las Marianas que se habían quedado en la Sierra participaron con la tropa de Braulio Coroneaux en la batalla de Guisa. También combatieron en Maffo.

Participé en diferentes acciones hasta que me sorprendió el triunfo de la Revolución en la toma del Regimiento de Holguín. Fidel nos mandó a buscar a Bayamo y nos incorporamos a la Caravana de la Libertad.

¿A qué se dedicó a partir del 1ro. de Enero?

El 4 de febrero regresé a Oriente para prestarle atención a las víctimas de la guerra.

Fidel me dio la tarea de atender tanto a los familiares de los combatientes del Ejército Rebelde y la clandestinidad, como también a los soldados de la tiranía; a los hijos, madres y viudas de los guardias que habían muerto y de otros que estaban presos por sus crímenes y abusos.

Cuando me planteó lo de los familiares de los guardias le dije: "¿Por qué?" Solo me respondió: "Esta es una Revolución". De momento no lo entendí.

A la semana de estar en Oriente llegué a la casa de uno que habíamos fusilado. Los hijos se me abrazaron, al igual que los niños de los rebeldes. Ahí mismo me percaté de cuánta razón tenía Fidel.

Esos muchachos fueron a las mismas escuelas que los hijos de los rebeldes. Hoy una gran mayoría son profesionales.

Fidel y Celia siempre mostraron una gran preocupación por todas las víctimas de la guerra, sin importar en qué bando estuvieran. Los hijos no tenían la culpa de los errores de sus padres. Un ejemplo de eso fue el caso de Eutimio Guerra. Sus cuatro hijos, al igual que su viuda, fueron atendidos por la Revolución. La familia está plenamente incorporada al proceso. Su propia madre les explicó la grave traición cometida por su padre.

A muchos de esos muchachos los tengo como mis propios hijos. Me dicen mami, vieja.

¿Cómo conoció su ascenso a General?

El 24 de julio fuimos convocados a una actividad en el Estado Mayor en unión de Raúl Castro Mercader y Luis Alfonso Zayas.

Allí se encontraban Raúl, Almeida, Ulises y Polo. El Ministro de las FAR nos preguntó si sabíamos el origen de la citación. Dijimos que no. Nos informó que los tres seríamos ascendidos a General de Brigada por el Comandante en Jefe.

Fuimos para Palacio. Felipe Pérez Roque leyó la orden de ascenso. Fidel me colocó los grados en el hombro izquierdo y Raúl en el derecho. Resultó muy emocionante.

Toda mi vida la he dedicado a la Revolución. Si volviera a nacer haría lo mismo. Es un compromiso y un extraordinario honor ser la primera cubana que ostenta tan alto grado militar. No defraudaré a mi pueblo.

Actualmente, ¿qué hace?

Sigo en la atención a los combatientes y a los familiares de los que han caído en defensa de la Revolución y del internacionalismo.

Los hombres que estuvieron en las montañas ya están mayores. Aunque todo es como si estuviéramos nuevamente en la Sierra Maestra.

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