21 abril, 2007

Viaje al planeta Chávez

Que Pasa, Edición sábado 21 de abril de 2007

Era una de las giras más controvertidas y tensas para Michelle Bachelet: visitar la Venezuela de Hugo Chávez, cuando aún no se apagaba el fuego cruzado entre el mandatario y el Senado chileno. En medio de un gigantesco despliegue militar, la presidenta visitó esta semana Isla Margarita y Caracas. Este es un relato de los entretelones del viaje: la actitud de Bachelet frente al anfitrión y el siempre sui géneris comportamiento de este último.

Desde Venezuela  Sebastián Minay
Foto  Ximena Navarro
 

Ella, casi muerta de la risa, luciendo una condecoración con forma de collar, una banda tricolor venezolana cruzada y el retrato de Simón Bolívar de fondo. Él, haciéndola reír con una disertación de 40 minutos sobre la historia de ambos países -a partir de una carta de Francisco de Miranda a Bernardo O'Higgins, que leyó entera-, tuteándola para contarle que "tú sabes que casi fui cura", e insistiendo en que "las diferencias dejémoslas a un lado". Tras casi una hora y 45 minutos del más esperado encuentro entre Michelle Bachelet y Hugo Chávez, ante las cámaras el tablero parecía haberse dado vuelta la tarde del miércoles.

Apenas 24 horas antes, en la Cumbre Energética en Isla Margarita, todo era un témpano. La presidenta había hecho lo posible para evitar un diálogo con el mandatario venezolano, y en Santiago había dicho que llegaría a tratar el delicado asunto con él.

Pero ahora varios de los que presenciaban la singular escena en el Palacio Miraflores hasta parecían olvidar el conflicto que se había originado luego que algunos senadores chilenos se quejaron ante la decisión de Chávez de caducarle la concesión a Radio Caracas Televisión (RCTV), y que motivó a Bachelet a salir del encuentro reiterando que "el deber de nuestra política exterior es respetar la diversidad".

Mirando la ahora distendida escena, más de alguno comentó que el comandante "lo había hecho de nuevo". Ya ni importaba que la presidenta abriera su discurso con un "Hugo Frías, perdón... Hugo Chávez".

Sólo algunos cercanos a la presidenta pasaron por alto lo anecdótico del episodio para reparar en lo que les interesaba, la misión de fondo del viaje a Venezuela: que seguía vigente "el objetivo primordial de mantener un canal abierto con Chávez, pase lo que pase".

Un lema tan potente para los chilenos como los cientos de gigantescos carteles repartidos por el país caribeño, que resumen la cruzada de Chávez: "Todos los motores a máxima revolución... ¡rumbo al socialismo!".

Armados hasta los dientes

La presidenta viajó por separado, como en otras giras. Horas antes que ella, pasadas las 7 a.m., ya había despegado el Boeing 737-500 con un grupo de parlamentarios y empresarios junto a la prensa acreditada. Entre los legisladores figuraba el senador PS Alejandro Navarro, quien se preocupó de remarcar por qué es el más chavista de los pocos que hay en el Congreso; el DC Jorge Pizarro, quien pese a su militancia se mantuvo equidistante del debate, y el PRSD Alejandro Sule. Se sumaban el RN Pablo Galilea y el UDI Juan Masferrer, quienes tendrían  que ingeniárselas para levantar agenda propia en un país con cuyo gobierno no tienen nada que ver.

Cerca del mediodía Bachelet abordó el jet Gulfstream IV, una aeronave más pequeña, rápida y con mayor alcance que el Boeing: ocho horas non-stop. Es precisamente esa limitante de la otra aeronave -una autonomía de sólo cuatro horas, luego que le retiraran un estanque de combustible- la que obliga a la presidenta a optar por el jet. A bordo la acompañaba un reducido grupo: su directora de programación, María Angélica "Jupi" Álvarez; su director de protocolo, Luis Fernando Ayala, y su asesor Marcos Robledo. Ningún ministro abordó el avión: Foxley, Tokman, Albornoz y Poblete llegaron a Isla Margarita por separado. La comitiva la completó su edecán militar, el coronel Sergio Larraín, y personal de seguridad.

A más de 10 mil pies de altura, la mandataria repasó a solas las carpetas con los temas a tratar, sus intervenciones y la apretada agenda que la esperaba. Poco después durmió un poco, mientras Ayala y el personal de protocolo chequeaban todos los detalles. Les preocupaba en especial coordinar con las autoridades venezolanas que los vehículos de transporte estuvieran listos a su llegada.
Mientras Bachelet volaba rumbo a la Isla Margarita, el otro avión presidencial había dejado a los parlamentarios en Caracas. Pero la agenda de la presidenta sufrió dos leves retrasos: el Gulfstream IV debió lidiar con un viento en contra de casi 200 km/h, y antes de aterrizar debió esperar que lo hiciera el avión del presidente colombiano, Álvaro Uribe. Y apenas el jet tocó tierra en el aeropuerto General Santiago Mariño de Isla Margarita, a las 19.35 del lunes, el Caribe se hizo notar: la sofocante humedad, la guayabera rojo granate con que recibió a Bachelet el vicepresidente venezolano, Jorge Rodríguez, y la versión libre del himno nacional que tocó la banda militar de rigor.

Pero eso no fue nada comparado con lo que se toparon los chilenos apenas el BMW 745Li azul que abordó la presidenta enfiló raudamente hacia Porlamar, el centro urbano de la isla. El camino estaba plagado de símbolos: los gigantescos y coloridos carteles y rayados chavistas remarcando el compromiso con "la vía al socialismo". Además, decenas de militares con traje camuflado y fusiles de asalto resguardaron el trayecto.

La comitiva presidencial -como lo comentaron algunos de sus integrantes- quedó impresionada por "el alto militarismo" venezolano. Chávez destinó casi cinco mil efectivos que llevaban ocho días apostados en la isla, bajo feriado. Al contingente se sumó un número imposible de calcular de amables personajes de civil que cada tanto hacían preguntas a los periodistas visitantes, especialmente interesados en saber  qué pensaban del comandante.

Ajena a estos detalles, y ya retrasada, Bachelet sólo llegó a los últimos 20 minutos de la reunión privada entre los diez presidentes presentes en la Cumbre Energética. Luego pasó a la cena protocolar en el Hotel Hilton, con frijoles, arroz, plátano frito y sierra. La presidenta se sentó a la derecha del mandatario brasileño Lula da Silva, a dos puestos de un exultante Hugo Chávez. Cuando llegó el brindis, Bachelet chocó su copa con los dignatarios que estaban a su izquierda, siguió con Lula y dejó para el final, de forma muy breve y apenas rozando el cristal, a Chávez. Ése fue el primer aviso.

Luego de retirarse entre los primeros, la jefa de Estado se reunió a puertas cerradas con su equipo en el hotel, e intercambió análisis e información con el canciller Foxley; con Carlos Furche, director general de Relaciones Económicas Internacionales; y Carlos Portales, director de Política Exterior. Foxley le contó de su reunión del día anterior con su par peruano García Belaúnde, y de inmediato quedó claro que no habría imprevistos con Lima durante la cumbre. Luego Bachelet se retiró a su habitación en el piso 10 del Hilton, desde donde gozaba de una magnífica vista al mar.

Un intento fallido y la cara de Bush

Atrapado en un ascensor. Ese breve imprevisto fue lo que explicó en parte el retraso del presidente boliviano Evo Morales, cuando llegó a las 7.50 a.m. del día siguiente a su cita con Bachelet, la primera bilateral de la mandataria. Morales -un madrugador consumado que en La Paz arranca su jornada tipo 5 a.m.- ya venía saliendo de una reunión anterior cuando subió raudo las escalinatas.

En casi media hora, comentaron la situación política de ambos países y repararon en el histórico encuentro de los comandantes en jefe de ambos ejércitos en Calama, la semana pasada, cuando el general Óscar Izurieta le rindió un inédito homenaje a Eduardo Abaroa, el héroe boliviano de la Guerra del Pacífico. Y pese al eterno asunto marítimo, insistieron en mantener los canales de cooperación abiertos.

Después vino el turno del ecuatoriano Rafael Correa. Era la primera vez que ambos se reunían oficialmente después de la llegada al poder del joven presidente. A la salida dejaron acordada la visita de la canciller ecuatoriana María Fernanda Espinosa a Santiago, y una visita de Estado de Correa a Chile, en fecha por definir.

El tiempo volaba en la isla y a Chávez le interesaba cerrar el asunto con la canasta limpia. Ya había logrado aminorar el impacto de la alianza entre Brasil y EE.UU. por el etanol, luego de colocar junto a Lula la primera piedra de una planta de etileno y polipropileno en un complejo petrolero al este de Caracas. Bachelet y Chávez se volvieron a encontrar al borde de la piscina del Hilton a las 9 a.m., para la foto oficial, y esta vez el comandante venezolano fue directo hacia la presidenta, pese a que ambos tenían agendada su reunión bilateral para el día siguiente, en Caracas.

Pero no bastó. Cuando Chávez la saludó de beso, la presidenta no buscó ni inició ninguna conversación. El dueño de casa, pese a tener nuevamente a Lula entre él y la mandataria, le hizo un par de comentarios que sólo obtuvieron por respuesta escasas palabras y una mirada hacia otro lado. Chávez se replegó a conversar con Lula y Evo Morales, y Bachelet aprovechó de cruzar por detrás para saludar al colombiano Uribe. Cuando regresaba a su puesto, el comandante la interceptó y le soltó otro par de palabras. Pero Bachelet apenas lo miró un segundo.

Entonces ocurrió lo increíble: el infaltable notero de CQC se plantó frente al grupo y comenzó a gritarles "¡La tienen sola (a Bachelet)! ¿Por qué la tienen sola?" Y acto seguido se puso una máscara con el rostro de George W. Bush, vociferando "¡Falto yo, falto yo!". El que se descolocó fue Chávez, y Bachelet sonrió. La presidenta les explicó a él y a Lula de qué clase de programa de TV se trata, pero sólo el brasileño se lo tomó con humor y levantó su pulgar.

Para las cámaras, el mensaje estaba entregado, y en el equipo de la presidenta se comentó más tarde: "Esta vez fue mucho más cuidadosa que otras veces, y eso estuvo bien". Fue un alcance meramente de imagen pública, porque La Moneda tiene claro que, pase lo que pase, el puente no se corta. Ambos -sostienen sus cercanos- tienen más conversaciones privadas de las que se han conocido. Chávez lo capta sin problemas, y minutos después se apareció en un pasillo para comentar que Bachelet "representa la constancia en la lucha de las mujeres y en la izquierda en América Latina. Los demás temas para mí son secundarios".

Corte sorpresivo

Pocos minutos después y a cientos de kilómetros de allí, en la Hacienda Sáenz -a una hora y media al este de Caracas-, el senador PS Alejandro Navarro debutó con su agenda paralela, en el lanzamiento de un plan de autoconstrucción de viviendas sociales, uno de los tantos que conforman la agenda chavista. Navarro llegó junto a la ministra de Vivienda, Patricia Poblete, para detallar un proyecto que cuenta con materiales y obreros chilenos, en un ambiente con canciones populares y payadores: un gesto que cubrió en parte la necesaria "otra cara de la moneda" para dialogar con Venezuela.

Mientras, Pizarro aprovechó de reunirse con chavistas y con disidentes, y hasta Galilea (RN) y Masferrer (UDI) se las arreglaron, durante una visita a la Asamblea Nacional (Parlamento venezolano), para armar una agenda: pidieron que los contactaran con ejecutivos de (RCTV). Estaban entusiasmados, porque era la primera vez que viajaban en una gira presidencial.

Casi a la misma hora, a las 11, Chávez se tomó el micrófono en el salón plenario de la cumbre en Isla Margarita para desgranar un larguísimo informe sobre el estado regional de las fuentes de combustible. Fue una larga alocución marcada por la informalidad y por un manejo detalladísimo de las cifras, de los recursos naturales y hasta de una breve historia geológica de Venezuela. Enumeró, país por país, cuál tiene petróleo y/o gas y cuál no, mientras el resto escuchaba en silencio. Cuando terminó vino el turno de Álvaro Uribe y Bachelet, pero a los pocos instantes la señal se cortó por órdenes de Chávez, sorprendiendo al equipo de la presidenta. Sólo después de algunos minutos se aclaró el episodio: se acordó no transmitir el "debate abierto" entre los mandatarios.

Puertas adentro y sin cámaras, Bachelet -flanqueada por Foxley- fijó su línea ante las repetitivas peticiones de integrar las fuentes energéticas en el cono sur. Y con Kirchner presente, advirtió que no se podrá avanzar si no se acuerda un mecanismo jurídico que asegure que los compromisos se cumplirán. La cumbre terminó con un mensaje claro: Venezuela seguirá siendo el principal proveedor de combustibles de la zona.

Antes de volar a Caracas, la presidenta compartió un último almuerzo con su equipo cercano, más los ministros Foxley y Tokman. Pese a la apretada agenda, hubo un sorpresa: dos mesas mas allá estaban los mandatarios Rafael Correa y Evo Morales con sus respectivos equipos. Correa no se aguantó las ganas y comenzó a cantar la romántica "Sombras". Bachelet sonrió, aplaudió y terminó uniéndose al coro.

¿Y Allende?

De regreso en Caracas ese mismo martes, a Bachelet la recibió nuevamente el vicepresidente Rodríguez -ahora muy terneado-. Arriba de un Lincoln Cartier L blanco invierno, el panorama era el mismo: militares fuertemente armados por todos lados y rayados gigantes que llaman al "plan de evasión cero", para incrementar la recaudación fiscal. La mandataria se instaló a las 19 horas en el Gran Meliá y minutos después reapareció -luciendo un collar de perlas- para reunirse con 270 chilenos residentes en un salón del hotel, entre ellas las dirigentes caraqueñas de la Red de Mujeres por Bachelet -vestidas con las mismas poleras naranjas que se vieron en la campaña presidencial-.

Como la mayoría de los presentes se quedaron en Venezuela después de exiliarse tras el golpe, hablaban con acento y cantaban los dos himnos nacionales. Varios se declararon "chavistas y allendistas". Y aunque el encuentro fue largo, no fue sino hasta el final que la comitiva y el encargado de negocios chileno, José Miguel González -que reemplaza interinamente a Huepe- respiraron tranquilos: en los días previos la actividad había estado en duda ante el temor de que los chilenos residentes se manifestaran contra el manejo de la política exterior nacional. Pero al final no hubo inconvenientes y Bachelet se retiró tras cantar "La Consentida" y acoger los llamados a que se permita votar a los chilenos en el extranjero. "Tengo la voluntad política, pero no puedo hacer milagros", respondió.

Aunque en la cita la acompañaban los diputados opositores Galilea y Masferrer, ambos se desmarcaron a los pocos minutos: habían citado para las 20.45 a la gerenta general de RCTV, Daniela Bergami, en el lobby del Hotel Meliá. Claro que los parlamentarios pasaron por alto que el lugar estaba atestado de uniformados desde la llegada de Bachelet y que era el sitio menos indicado para un encuentro de ese tipo. Después de varios minutos se dieron cuenta de que Bergami no llegaría.

Mientras, la mandataria pasaba de un salón a otro, esta vez a una cena con los parlamentarios y empresarios que la acompañaron. Para entonces ya la había llamado el ministro Andrés Velasco para contarle que el proyecto de depreciación acelerada se había perdido en el Senado. También habló con el ministro Belisario Velasco. El tema fue insoslayable en la cena, donde Bachelet comentó que no es lo que esperaba. Pero se mostró confiada en que se reactivará en la comisión mixta.

Bachelet aprovechó el encuentro para darle una misión a Navarro: que a la mañana siguiente fuera como su representante a un homenaje a Salvador Allende en la Universidad Central de Caracas.

El día siguiente fue el último en Caracas y decisivo para zanjar el asunto con Chávez. Tras cumplir con los homenajes a Bolívar, Andrés Bello e incluso uno ante los bustos de Neruda y Mistral, la presidenta enfiló al Palacio Miraflores en el Lincoln, junto a Foxley y Ayala. Poco antes, Navarro se había reunido con poco más de cien chilenos allendistas en el homenaje. A las 12.15, Chávez recibió a la mandataria y a sus dos acompañantes en una de las escalinatas. Dos besos en la mejilla para Bachelet y un apretón de manos para Foxley, el mismo a quien había acusado días antes de "avivar el fuego" por haberse reunido con Condoleezza Rice en vísperas de la visita.

Una hora y 45 más tarde Bachelet estará riéndose de nuevo con Chávez.


 

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