19 noviembre, 2007

EE.UU. El inocultable rostro del racismo

Actualizado 3:00 A.M. (hora local)

  La Habana, lunes 19 de noviembre de 2007. Año 11 / Número 320

Periódico Granma
DEISY FRANCIS MEXIDOR
Francis_mexidor@granma.cip.cu

Todo comenzó en el otoño del 2006 junto a un árbol y su sombra. La imagen, que bien podría ser el inicio de una historia infantil, fue en realidad el detonador de un hecho sorprendente que puso al descubierto —con una marcada violencia e injusticia— hasta qué punto subsiste el racismo en Estados Unidos, el país que se presenta como paladín de los derechos humanos.

Se registraron unos 760 grupos activos que fomentan el racismo en Estados Unidos, según datos del 2004.

El suceso, que ocurrió en Jena, una pequeña población de Louisiana, donde el 85% de sus 3 000 habitantes es blanco, aún repercute.

Kenneth Purvis, estudiante de la Jena High School, preguntó al vicedirector si él y sus amigos podían sentarse bajo un frondoso roble para mitigar el calor. Kenneth y sus amigos son negros. Hasta ese día —vaya tradición— en el sitio solo se habían sentado chicos blancos. A la mañana siguiente, tres sogas a la manera de horcas amenazantes colgaban del árbol. Semejante símbolo se le atribuía al Ku Klux Klan (KKK), lo que avivó de inmediato el triste e ignominioso recuerdo de los linchamientos acaecidos en los siglos XIX y XX durante las más terribles prácticas discriminatorias en el sur estadounidense.

Más de 20 000 personas protestaron en Jena en septiembre. Miles también lo hicieron ahora en Washington.

Le sucedieron al incidente varios meses de hostigamiento racista y ataques contra educandos negros, quienes protestaban frente a los intentos segregacionistas en la institución docente. El punto culminante se produjo en diciembre del propio 2006, cuando en una pelea, el estudiante blanco Justin Barker fue golpeado levemente. Seis alumnos afroestadounidenses fueron detenidos y acusados por intento de asesinato. Se les impusieron altísimas fianzas que ninguno pudo pagar, además sufrieron las presiones ejercidas por el abogado de la junta escolar para que se confirmara la expulsión del centro. El jurista en cuestión no era otro que el fiscal del distrito Reed Walters, perteneciente a la corte criminal que se encargaría de juzgarlos.

Sin embargo, la mayoría de los blancos implicados en la violencia y las intimidaciones no fueron perseguidos por la justicia, únicamente recibieron suspensiones breves a clases.

Los cargos contra los Seis de Jena —como se les conoce— fueron revisados. Todos resultaron absueltos, excepto uno de ellos, Mychal Bell, de 17 años, quien aún permanece arrestado.

Khiel Coppin, la más reciente víctima.

Bell fue enjuiciado y condenado en junio pasado por un jurado de blancos en una corte de adultos por agresión agravada en segundo grado y conspiración. La sentencia ha sido revocada y el caso enviado a una corte juvenil.

Para algunos "la situación en Jena deja en evidencia que el racismo continúa prosperando en el sistema penal de Estados Unidos, que nos trata como ciudadanos de segunda clase", según Annu Befu, de la organización afroestadounidense United People of Colour Caucus.

Mientras otros opinan: "Muchos dicen que el caso de los Seis de Jena es un regreso al pasado, pero en realidad es una clara visión de cómo hay dos sistemas de justicia funcionando en este país, uno para los negros y otro para los blancos. Los estudiantes de Jena nunca hubieran enfrentado cargos si el chico herido hubiera sido negro", dijo al diario argentino Clarín Jordan Flaherty, editor de la publicación online Left Turn.

LA TENSIÓN SUBE

En septiembre, más de 20 000 estadounidenses de diversos puntos del país, encabezados por líderes de la comunidad negra como los reverendos Jesse Jackson y Al Sharpton, y Julian Bond, de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP), colmaron las calles de la pequeña ciudad de Louisiana y se reunieron ante la corte del distrito La Salle para exigir respeto a las leyes con los chicos de la Jena High School.

Sin embargo, las protestas continúan debido a lo acontecido en Jena y por el incremento de incidentes racistas que han captado la atención nacional.

El pasado viernes, una protesta similar a la de Louisiana se produjo frente al Departamento de Justicia en Washington. Dirigentes de esa comunidad demandan una mayor acción del gobierno contra los crímenes racistas.

Denuncian que los ataques impulsados por el color de la piel, por la tendencia sexual, por pertenecer a determinado grupo religioso o por ser de un específico origen étnico, son cada vez más frecuentes, en especial las palizas y muertes de negros e hispanos a manos de los propios cuerpos policiales.

Hace apenas siete días Khiel Coppin, un joven afroestadounidense de 18 años, falleció tras el impacto de ocho de los 20 disparos de bala que le propinaron efectivos del Departamento de Policía de Nueva York. Khiel padecía una enfermedad mental. Dijeron que estaba armado, sin embargo llevaba consigo tan solo un cepillo para peinarse.

Estadísticas del Buró Federal de Investigaciones (FBI), reflejan que casi 4 700 asesinatos o delitos racistas fueron registrados en el 2005 en esa nación, de los cuales el 68% se cometió contra ciudadanos negros.

Se asegura además que "la cárcel está siendo utilizada para reprimir y aniquilar a la población negra", según afirman algunos entendidos, quienes estiman que de los más de dos millones de reos que hay en las prisiones estadounidenses, alrededor de la mitad pertenecen a ese grupo poblacional.

Estudios del Departamento de Justicia de Estados Unidos indican que los varones negros condenados por ataque agravado —la acusación que afrontaron los Seis de Jena— cumplen como promedio 48 meses en prisión, un tercio más que los blancos en la misma condición. Y un negro arrestado tiene al menos tres veces más probabilidades de ir a prisión que un blanco acusado de un delito idéntico.

NO SOLO CONTRA NEGROS

Este fenómeno que empaña a la sociedad norteamericana también tiende a extenderse contra latinos, asiáticos, ... "y todo aquel que no sea rubio, de ojos azules o verdes. Cualquier cosa que se desvíe de esta norma es extraño", afirma Frida, una bloggera de Boston.

De los 76 millones de habitantes que residían en EE.UU. en 1900 se ha elevado a la cifra de 300 millones en el 2006, según el U.S. Census Bureau. Varios factores inciden en ello, por ejemplo el sucesivo aumento de la inmigración.

De hecho la actual composición étnica en Estados Unidos indica que los blancos constituyen el 74,7% (224,1 millones de la población); los negros, el 12,1% (36,3 millones); los asiáticos el 4,3% (12,9 millones); los indios americanos y los nativos de Alaska, el 0,8% (2,4 millones); los latinos de cualquier raza forman el 14,5% (43,5 millones), entre otras minorías.

Se estima que el flujo de inmigrantes hispanos ha dado una nueva diana para los ataques racistas, las propias autoridades lo aseguran. Un antiguo integrante del KKK, Daniel Schertz, vecino de South Pittsburg, en Tennessee, fue acusado de fabricar bombas caseras con la intención de matar a inmigrantes hispanos.

Santos Aguilar, de la Alianza del Pueblo, un centro de ayuda a los inmigrantes en Knoxville, considera que la mayoría de los delitos contra los hispanos no se denuncian a las autoridades por temor a la deportación. También manifiesta su preocupación po

rque cree que el número de grupos que practican el odio contra los inmigrantes hispanos se acentúa.

En el 2004 se registraron 762 grupos activos que fomentaban el racismo en Estados Unidos, según un informe de Inteligencia del Southern Poverty Law Center. Carolina del Sur tiene más que cualquier otro estado, con 47 de estos grupos. Tennessee registró 13, y la mayoría de ellos estaban afiliados al KKK.

Incluso se calculaba que en el 2005 había unos 3 000 miembros del Klan, divididos en 158 capítulos, surgidos de diversas organizaciones independientes.

Lo acontecido en Jena fue la punta del iceberg. Se puso de manifiesto que el tema del racismo en Estados Unidos no es historia pasada, sino presente. Hoy el país revive el movimiento por los derechos civiles que matizó el panorama nacional en la década del sesenta, cuando Martin Luther King proclamó su gran sueño de justicia, igualdad y paz.

Mientras, el recién estrenado fiscal general Michael Mukasey, ante las denuncias de los manifestantes en Washington, solo se limitó a reconocer que sí han aparecido nudos de horcas y otros símbolos de odio religioso y racial en escuelas, centros de trabajo y vecindarios. Pero para el reverendo Al Sharpton eso "no es broma". Tampoco para Amos Edmonds, un camionero de Tennessee, quien sabe que "hay muchas otras Jenas, Louisiana, por este país".

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