13 junio, 2007

Guerra de los seis días: Viviendo con las consecuencias

 
Redacción BBC Mundo

¿Por qué importa todavía una corta y rápida guerra que ocurrió en Medio Oriente hace 40 años? Porque árabes e israelíes, y el resto del mundo, todavía viven con las consecuencias.

La Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, fue una victoria extraordinaria para Israel y una derrota humillante para los árabes.

El Estado judío, creado menos de dos décadas antes, destruyó las fuerzas armadas de Egipto, Siria y Jordania en sólo seis días. O en las palabras de un escritor árabe, la destrucción fue "más rápida que lo que toma encender un fósforo".

Israel demostró su destreza militar y, de un golpe, aumentó significativamente el territorio bajo su control, capturando el desierto del Sinaí, la Franja de Gaza, las Alturas del Golán, Cisjordania y, en un acto de enorme importancia simbólica, Jerusalén Oriental, unificando su ciudad santa.

LA GUERRA Y EL PANARABISMO

La guerra cambió dramáticamente el paisaje de Medio Oriente, de una forma que sólo se hizo evidente gradualmente.

Primero, le dio un golpe fuerte, quizás mortal, al Arabismo: el sueño de un sólo Estado árabe unido, que se extendiera desde el Atlántico hasta el Golfo.

Pero también fue un golpe para su paladín, el carismático presidente egipcio Gamal Abdel-Nasser.

El Arabismo persistió como sentimiento, pero la guerra de junio lo redujo a su mínima expresión.

Muchos consideran que la derrota de los árabes marcó el principio del "renacimiento islámico" en la región, con los islamistas tomando la bandera de las manos de quienes consideraban como nacionalistas árabes desacreditados.

ISRAEL Y ESTADOS UNIDOS

Segundo, la guerra cambió la relación entre Israel y Estados Unidos.

Con el presidente Dwight D. Eisenhower en los '50, las relaciones de los estadounidenses con el joven Estado judío habían sido más bien frías. Su principal proveedor de armas era Francia, no EE.UU.

No obstante, tras la guerra de junio, con la decisión del presidente Lyndon B. Johnson de armar a los israelíes con aviones de combate F-4, la relación empezó a convertirse en la asociación estratégica que conocemos hoy en día.

LA OCUPACIÓN

Tercero, la guerra tornó a Israel en una fuerza de ocupación, que gobierna a más de un millón de palestinos.

Con el tiempo, la opinión israelí se empezó a polarizar entre quienes pensaban que quedarse con los territorios era bueno o malo.

Quienes proponen la "profundidad estratégica" alegan que el Israel de antes de 1967 era más difícil de defender que un estado que tenía el Sinaí, Cisjordania y el Golán como espacio amortiguador.

La facción pacifista israelí, en contraste, argumenta que la presencia militar en los territorios, que contienen una población palestina furiosa y resentida, es tan corrosiva para los invasores como para los invadidos.

Señalan que entregar territorios tras una negociación beneficiaba tanto a los israelíes como a los árabes.

LOS INTENTOS DE PAZ

Cuarto, la guerra cambió fundamentalmente la naturaleza del conflicto árabe israelí y el carácter de las negociaciones de paz en la región.

Desde ese momento, la esencia de cualquier acuerdo pasaría por el intercambio de tierra por paz. Si Israel devolvía los territorios, los países árabes tendrían que aceptar vivir en paz con el Estado judío.

Esa idea fue plasmada en la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU en 1967, que se convirtió en la base de los futuros esfuerzos por conseguir la paz.

LA SITUACIÓN HOY

40 años más tarde, Israel ha entregado dos de los territorios que conquistó en 1967: el desierto del Sinaí, que le devolvió a Egipto como parte de los acuerdos de Camp David de 1978; y la Franja de Gaza, que pasó a manos de la Autoridad Nacional Palestina después del retiro unilateral de Israel en 2005.

Israel mantiene su presencia en Cisjordania y las Alturas del Golán y se refiere a Jerusalén como su "capital indivisible y eterna".

Ha pagado un costo político por hacerlo. Dos intifadas o levantamientos palestinos, a finales de los '80 y en 2000, demuestran que el común de los palestinos está muy lejos de reconciliarse con la idea de una ocupación israelí de largo plazo. Y los reclamos de pertenencia de terrenos en disputa han contribuido a la erosión del apoyo internacional a Israel, por ejemplo en Europa.

Algunos israelíes también le temen a lo que ahora se conoce como la bomba de tiempo demográfica: la idea de que eventualmente habrá más árabes que judíos en los territorios que Israel controla.

Ese fue uno de los factores que llevó al primer ministro Ariel Sharon a tomar la polémica decisión de retirarse unilateralmente de Gaza en 2005.

Aunque escurridizo, el acuerdo tierra-por-paz sigue siendo la meta de la diplomacia en la región.

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