RAFAEL CONTRERAS
El aumento de los precios de los alimentos y la escasez de algunos productos agrícolas, seguirá siendo un problema preocupante en el 2008 para los 854 millones de hambrientos del planeta.
A este sombrío panorama se suma el uso de los alimentos para producir biocombustibles.
Esta tesis se desprende de las últimas evaluaciones hechas por economistas y especialistas sobre la materia, que se sumaron esta semana a un diagnóstico poco halagador de la FAO, quien lanzó un llamamiento contra la hambruna en el mundo.
Durante una conferencia de prensa en Roma, el director de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Jacques Diouf, advirtió que este flagelo "amenaza la seguridad alimentaria de millones de personas, en particular a los países más pobres del mundo".
La FAO estima además, que los Países de Bajos Ingresos con Déficit de Alimentación (PBIDA) pagaron por alimentos importados un 25% más que el año anterior, esto es una cifra de varias decenas de miles de millones de dólares.
Los cálculos más alarmantes se refieren a productos básicos como el trigo, cuya cosecha del año 2007 es considerada la peor desde 1998.
Pero no solo los sectores considerados más vulnerables se vieron afectados en el 2007. En varios países, el alza de precios afectó costumbres culinarias consideradas ancestrales.
Mientras en México se registraron varias manifestaciones en protesta por el incremento en el precio de la tortilla, los italianos declararon a mediados de la semana una huelga sin pastas, y en Alemania hubo quejas por el precio de una jarra de cerveza.
Pero, el trago más amargo del año que concluyó fue la brusca subida de las materias primas, que aumentaron un 40% en relación con el 2006.
Los pronósticos para el 2008 no son nada halagüeños, ya que los expertos calculan una existencia de 420 millones de toneladas, la más baja desde 1983, por lo que bien podrá pensarse ya en un incremento del hambre para el llamado Tercer Mundo, cuya población requiere de un aporte calórico diario dependiente de los productos a base de cereales, como el arroz o el maíz, por ejemplo.
A esta situación se sumará este año la profundización de la política norteamericana de los biocombustibles a partir de cultivos como el maíz.
Hoy en Estados Unidos, el 30% de la producción del grano se destina a biocombustibles, dijo recientemente Frank Messias, profesor y economista de la Universidad de Columbia.
Subrayó que si se aumenta el precio del maíz, automáticamente también sube el costo de los alimentos de aquellos animales que el hombre consume y cuya dieta incluye ese grano.
Según datos de la FAO, desde el 2003 se duplicó el uso de maíz para biocombustibles y prevén que la demanda aumentará 12 veces hasta el 2016.
La economista jefe de la FAO, Concepción Calpe, dijo a la prensa que existen elementos fundamentales que indican que se van a mantener los precios altos por lo menos otros 10 años. (PL)
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