30 mayo, 2007

Los ''cuentapropistas'' esperan cambios

LA HABANA

M. WILLIAMS / Cox News Service

El pequeño negocio no es nada más que un simple cobertizo con un mostrador, instalado en el patio delantero bajo un árbol de sombra. El menú --en un pequeño anuncio colocado con un clavo oxidado en la pared-- ofrece sólo dos artículos: pizza y helado.

Pero para Esperanza Pérez, el negocito que ha operado en los últimos 13 años, y del que es propietaria en la Cuba comunista, ha transformado su vida.

''Antes de ésto, mi vida era muy difícil'', comentó. ``Mi esposo murió y tuve que enfrentar la vida. Tenía que mantener a mi madre incapacitada y a mi hija. Este negocio no nos ha enriquecido, pero estamos sobreviviendo''.

Pérez fue parte de una oleada de cubanos a quienes se permitió en los 1990 operar negocios privados cuando la economía de Cuba fue devastada por el colapso de la Unión Soviética y la pérdida de unos $6,000 millones anuales en subsidios.

La decisión de permitir negocios privados fue un cambio dramático a la larga promesa de socialismo en Cuba, una doctrina adoptada por Fidel Castro después de su revolución de 1959.

Pero cuando la crisis postsoviética se suavizó a fines de los 1990, Castro se inquietó por la amenaza presentada por las ganancias privadas en un estado donde la riqueza es considerada un pecado.

En estos últimos años los funcionarios cubanos han apretado el puño con el pequeño sector privado, aumentando las cuotas de pago, recortando el número de licencias que se aprueban y aumentando las inspecciones.

De acuerdo con los reportes de prensa, el número de pequeños negocios --llamados cuentapropistas, o gente que trabaja por cuenta propia-- cayó de unos 200,000 en 1996 a unos 150,000 hoy día.

La pregunta en muchas mentes ahora es si Cuba continuará controlando las oportunidades privadas o abrirá más su economía.

Aunque Castro continúa comprometido firmemente con el comunismo, el gobernante de 80 años ha estado marginado en los últimos 10 meses debido a una grave enfermedad. El pasado julio entregó oficialmente el poder a su hermano Raúl, de 75 años.

Se dice que Raúl Castro, jefe de las fuerzas armadas cubanas, es un individuo pragmático que está abierto a la idea de la empresa privada limitada. De igual modo, los funcionarios cubanos son cándidos sobre la necesidad de mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano.

En un reciente encuentro con la prensa, el ministro de Economía, José Luis Rodríguez, insistió que los cuentapropistas formarán parte del futuro de Cuba. ''No es una política destruir los negocios privados'', dijo Rodríguez. ``Legalmente a la gente se le permite hacer esto. El estado nunca ha considerado los negocios privados como una amenaza''.

Sin duda son buenas noticias para los dueños de negocios, muchos de los cuales dicen que disfrutan el desafío de administrar su propia compañía.

''Es un buen negocio que me permite mantener mi casa, beber de vez en cuando una cerveza y darles mantenimiento a mis carros'', dijo Miguel González Carbajal, médico cubano que en los últimos siete años se ha encargado de un negocio al que llaman casa particular, donde les alquila habitaciones a los turistas. ``Sólo con mi sueldo, era muy difícil sobrevivir''.

González Carbajal cobra $25 por una habitación pequeña, y $35 por una más grande, ambas limpias, arregladas, con aire acondicionado y baños privados. Por este privilegio, le paga al estado cubano el equivalente de unos $325 al mes.

''Corro un riesgo, porque si no tengo clientes, de todas formas tengo que pagar el costo de la licencia'', dijo. ''Pero si tenemos un mes que creemos va a ser lento, no tenemos que pagar la licencia, pero entonces no podemos alquilar las habitaciones'', agregó.

Los empresarios también tienen que pagar el 10% de sus ganancias en una declaración anual de impuestos.

Los precios parecen baratos según los estándares norteamericanos, costando una libra de tomates el equivalente de unos 20 centavos de dólar, mientras el pollo y el cerdo se venden por aproximadamente $1 por libra, en pesos cubanos.

Otros venden sus productos en una feria callejera que se celebra una vez al mes en el Vedado. ''Le compro estos artículos al estado y pago un impuesto de 10% de cada venta'', dijo Roberto García, de 28 años, que vende escobas, trapeadores y detergente en la feria. ``A mí me va bien porque mis precios son más baratos que en las tiendas estatales. Vendo jabones por cinco pesos (unos 20 centavos), mientras en las tiendas del gobierno cuesta 15. No me estoy volviendo rico, pero voy sobreviviendo''.

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