08 agosto, 2007

Arnoldo Hax analiza las universidades chilenas

Revista Qué Pasa
NEWSLETTER | Edición sábado 4 de agosto de 2007

Desde su silla como profesor del MIT, uno de los planteles más prestigiosos del mundo, el chileno Arnoldo Hax asegura que para que la innovación sea efectiva es necesario que las empresas y las universidades trabajen juntas. Además, critica la actitud del Consejo Nacional para la Innovación liderado por Nicolás Eyzaguirre. "La investigación no puede ser individualizada, ya no existen los Einstein que hacen su trabajo en solitario", afirma.

Por  Josefina Ríos
 

Arnoldo Hax trabaja en la Escuela de Administración del MIT desde 1972.

Arnoldo Hax (70) es una de las voces chilenas más respetadas en Estados Unidos. Su nombre ha aparecido en las listas "Quién es quién en el mundo", "Quién es quién en América" y "Quién es quién en ciencia y tecnología". Uno de sus grandes aportes al pensamiento económico mundial es la creación del Modelo Delta, que busca trasladar el énfasis en las estrategias de administración desde la rivalidad al reforzamiento del vínculo con el cliente.

Para difundir estas ideas Hax se pasea por el mundo asesorando empresas y dando charlas. En Chile ha trabajado con compañías como Molymet, Codelco, el grupo Del Río y Besalco. Además, en noviembre expondrá en Enade. Allí Hax espera poder transmitir una sensación de confianza al país desde la visión de un "hombre que está afuera, pero ampliamente comprometido con Chile", asegura.

Académico del Massachusetts Institute of Technology (MIT) desde 1972, actualmente es profesor emérito de la Cátedra Alfred P. Sloan de su Escuela de Administración. Desde ahí analiza la realidad chilena en temas como educación, emprendimiento e innovación. Además, entrega las recetas que han convertido al MIT en un verdadero referente en estas materias.

-¿Cómo llegan en términos de conocimientos y habilidades emprendedoras los estudiantes chilenos al MIT?
Llegan en un pie sensacional, las buenas universidades chilenas producen excelentes alumnos que pueden competir con los mejores estudiantes del mundo. La educación universitaria en Chile es excelente, claro que la de los buenos planteles, porque hay una gama bastante amplia.

-Sin embargo, usted ha dicho en otras oportunidades que las universidades chilenas fallan porque más que educar a emprendedores forman funcionarios.
Destaco la capacidad de docencia y la formación profesional de los chilenos de las buenas universidades. Sin embargo, observo dos limitantes: primero, parece que la universidad está produciendo burócratas, lo que la gente quiere es conseguirse una pega que sea bien remunerada y que tenga posibilidades de desarrollo personal y profesional. Incluso, si ves las estadísticas de emprendedores en Chile, la gran mayoría es gente que no tiene grados universitarios, es como si las universidades chilenas inhibieran el espíritu emprendedor. El segundo problema es que aunque hay una actividad docente de mucha calidad en el país, la investigación no está orientada a respaldar iniciativas de realidad inmediata y aplicabilidad a la empresa.

-¿Cómo se educa el emprendimiento y la innovación?
En el MIT tenemos lo que se llama el 100 K, un concurso anual en el que participan los alumnos de la universidad. Los estudiantes forman equipos, los que desarrollan y determinan qué iniciativas buscar. Las categorías son ciencia, ingeniería y administración, y hay un tribunal que está integrado por gente estupenda como Michael Dell y otros grandes emprendedores americanos. A los equipos que ganan les damos US$ 10 mil para que concreten su idea. Además, inversionistas de venture capitals vienen a ver los proyectos y les dan apoyo financiero a las mejores ideas. Se han materializado iniciativas emprendedoras por trillones de dólares, creando decenas de miles de empleos.

-¿Hay alguno que recuerde como emblemático?
Son empresas que todavía no están en la pantalla internacional. Ahora, el Banco de Boston hizo un estudio hace algunos años que analizó cuáles son las empresas fundadas por ex alumnos o por profesores del MIT. En ese listado hay compañías de la talla de Hewlett-Packard. Si tomas esas empresas y sumas el valor agregado de ellas -le restas a las ventas los insumos- y dices ésta es la república MIT, encontrarías a la economía número 24 del mundo. Eso prueba que hay miles de cosas que hacemos, hay montones de centros emprendedores, enorme cantidad de apoyo a los alumnos que tienen ideas, tanto para guiarlos en sus contenidos como en su administración y la forma para acceder a capitales de riesgo.

-En las cátedras, además, muestran casos y se favorece este tema.
Hay seminarios sobre emprendimiento en donde todas las semanas viene un emprendedor a hablar con los alumnos. Cuando yo llegué al MIT en los ´70, pasaba en EE.UU. lo que pasa hoy en Chile: la gente venía a las escuelas de negocios para conseguirse un buen trabajo. Hoy, en cambio, la gran mayoría de los alumnos quieren desarrollar sus propios negocios. Así llegamos al segundo problema de la educación superior chilena: la falta de aplicabilidad de la investigación. Cuando converso con empresarios chilenos, ellos me dicen "mira Arnoldo, cuando nosotros necesitamos tecnología la buscamos afuera porque en el país los académicos están en otra onda". Eso no puede pasar.

-¿Desde dónde se genera la innovación entonces?
Hay dos maneras: una es que las investigaciones se originen en la universidad y que los profesores escriban papers para publicaciones académicas medio esotéricas que no lee nadie. La otra es que la investigación se origine en la empresa y que vayan a la universidad en búsqueda de un apoyo sustantivo y en el cual, entre paréntesis, el investigador más importante puede ser el alumno. El estudiante tiene tiempo, hace tesis y los profesores son fenómenos para guiarlos.

-¿Existen ejemplos concretos en el mundo sobre este tipo de alianzas?
Hace poco estuve en Corea del Sur y Singapur. Son países increíbles que no tienen ningún recurso natural, a diferencia de Chile que los tiene todos. Sin embargo, son naciones rectoras en insumos electrónicos y se están metiendo con fuerza en la industria farmacéutica. Esto pasa porque las empresas han invertido en educación. Yo, por ejemplo, hice unas ponencias en una universidad que fue fundada por Samsung. Esta empresa hace inversiones fundamentales en educación y no por caridad, sino por un interés absolutamente personal: ellos quieren contratar a la mejor gente del mundo.

-También es necesario generar un ambiente para que los emprendedores puedan surgir y para incentivar la innovación, ¿cómo evalúa este ambiente en Chile?
Hay iniciativas de la Fundación Chile, de la Corfo y de las buenas universidades. Chile no es un país que esté totalmente en pañales en estos temas. Acabo de recibir a una delegación de la Corfo que fue a Boston a un congreso internacional sobre biotecnología y por primera vez los chilenos estaban haciendo ponencias. Veo, entonces, una voluntad de atraer capitales externos e interesar a la gente, eso hay que hacerlo. Es necesario, también, flexibilizar el trabajo, dar ventajas tributarias e incentivos para que la gente viaje a universidades extranjeras. Pero creo que hay conciencia de esto en el país. Lo que a mí más me aproblema es lo poco resuelto que está el tema de la educación, sobre todo a nivel primario y secundario. Otro punto importante es que la educación es una cosa que no termina nunca, al ejecutivo hay que seguir formándolo

-Usted organiza seminarios donde congrega a ejecutivos top de todas partes del mundo para fomentar la innovación en sus áreas, ¿cuáles son los temas más recurrentes en estas reuniones?
Juntamos a 130 personas de todas partes del mundo y hacemos una reflexión. Además, está todo el tema del networking que es muy importante, porque no sólo escuchan lo que nosotros estamos hablando, también se conocen entre ellos y empiezan a establecer contactos. Esto es un tema muy central: la inquietud por aprender debe permanecer siempre y tiene que haber una continua renovación: estudias en la universidad y en cinco años tu base de conocimientos está obsoleta.

Ya no existen los Einstein

-¿Qué le parece que el Consejo de Innovación, presidido por Nicolás Eyzaguirre, esté exigiendo a los investigadores que postulen como personas naturales, independientes de sus universidades, a los fondos que otorgará esta comisión para  proyectos innovadores?
Francamente no entiendo al Consejo Nacional para la Innovación. ¿Tienen acaso más confianza en los individuos que en las universidades? Lo que hay que hacer es apoyar a los planteles, como la Chile y la Católica que son instituciones que están empezando este duro proceso de transformar a la universidad en una instancia comprometida con la investigación del país. Se están generando estadísticas, los docentes están publicando, hay una voluntad de cambio y esa disposición hay que fomentarla e institucionalizarla. La investigación no es individualizada, ya no existen los Einstein que hacen su trabajo en solitario

-¿Diría entonces que el Consejo está equivocando el rumbo sobre cómo se debe fomentar la innovación en el país?
Tendría que conversar con las personas que conforman la comisión, porque me imagino que es gente inteligente y que tendrá alguna razón, pero desde aquí todo parece muy antojadizo y arbitrario, francamente incomprensible. ¿Acaso quieren que los académicos hagan sus propias empresas para que participen como personas naturales? Eso no puede ser. Yo, por ejemplo, soy profesor del MIT y mis actividades me vinculan y me comprometen con esta institución. En el MIT tenemos una oficina de patentes sensacional, la cual gana un dinero significativo y los profesores hacen aportes y contribuciones que son para la institución. Al final del día los profesores utilizan los medios, los laboratorios y los recursos de las universidades en donde se desenvuelven. ¿Cómo puedo pretender y presumir que voy a hacer una contribución independientemente de la institución en la cual estoy trabajando y de la cual soy copartícipe? Ahí están mis alumnos, los alumnos doctorales que son mis colegas de investigación, ¿cómo me voy a sustraer de ese medio y para qué?

-Se dice que es la economía del conocimiento la que debe impulsar a Chile a dar el salto definitivo al desarrollo, ¿qué entiende usted por este concepto y de qué manera se construye?
Hay un concepto que tiene sus raíces hace varios años y que es el del "knowledge worker", en el sentido de que hay que darse cuenta que toda la actividad económica y empresarial está inserta en el trabajador y éste lo que tiene en el mundo de hoy es el conocimiento. En la medida que tú eres capaz de conceder este capital intelectual y desarrollarlo continuamente, porque  si no te descapitalizas, en esa misma medida vas a crear prosperidad tanto a nivel individual como colectivo.

-¿Y cómo se logra eso?
 La educación deber ser entendida en términos profundamente democráticos. Por ejemplo, en el programa de pregrado del MIT los alumnos postulan y si los admitimos no hay nadie ni de Nigeria, ni de Chile ni de Estados Unidos que no venga al MIT porque no puede pagar la cuenta. Nosotros decidimos cómo hacerlo, si le damos una beca, un préstamo o una ayudantía de investigación que le permita trabajar para pagar sus estudios. Entonces tienes a la educación como un elemento nivelador y por otro lado como un elemento de habilidad: si te educas eres dueño de tu destino y te integras en el ámbito social y puedes innovar, emprender, etc. Ahí viene la centralidad del conocimiento como elemento fundamental de la sociedad. Hoy la desigualdad económica y social está dada por la falta de conocimientos.

Los premios de Hax

El próximo 5 de septiembre la Universidad Complutense de Madrid investirá a Arnoldo Hax como Doctor Honoris Causa, el mismo premio que en 2006 recibió Muhammad Yunus, el "banquero de los pobres" y Premio Nobel de la Paz 2006. En la ceremonia el profesor del MIT leerá una ponencia sobre la evolución del pensamiento académico en el área de gestión. Este reconocimiento se suma al que le entregó la Universidad Católica de Chile en 1991. Ese mismo año el Instituto de Ingenieros de Chile lo premió con su máximo galardón: Premio Ramón Salas Edwards. Asimismo, desde 2003 el edificio más importante de la Escuela de Ingeniería del plantel católico se llama Arnoldo Hax.

Desde el año pasado, cuando Hax cumplió 70, que es profesor emérito de la Cátedra Alfred P. Sloan de Administración del MIT. "En las universidades norteamericanas cuando quieren darte un premio te entregan una cátedra. Yo me siento muy orgulloso porque en 1985 a mí me dieron la cátedra del fundador de la Escuela de Administración del MIT", explica Hax.

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