12 mayo, 2007

Blas Tomic expresidente del Metro de Santiago

El hombre tras la renuncia que remeció al gobierno

 

Después de agravar la crisis de la Concertación al renunciar a la presidencia del Metro, Blas Tomic les ha dicho a sus cercanos: "No soy un funcionario de gobierno, sino de una sociedad anónima que no puede ser dirigida por lo que diga el ministro de turno".Esta no es la primera vez que opta por dar un paso al lado cuando las cosas no marchan a su manera. En el sector privado ésa siempre fue una de sus características. Miembro de uno de los clanes más emblemáticos de la DC, esta es la historia del concertacionista que puso en jaque a los ministros de Transportes y Hacienda.

Por  Claudia Giner y Pamela Cuevas (Revista Que Pasa. Edición sábado 12 de mayo de 2007)
 

Dos rasgos caracterizan a Radomiro Blas Tomic Errázuriz: es "llevado de sus ideas", dicen sus cercanos, y detesta que le impongan decisiones que no comparte. En los últimos siete días lo ha dejado claro. En desacuerdo con la ofensiva de los ministros de Transportes, René Cortázar, y de Hacienda, Andrés Velasco, para salvar al Transantiago inyectándole recursos del Metro, el viernes 4 de mayo Tomic simplemente renunció a la presidencia de esta última.

Su salida no sólo profundizó una de las peores crisis políticas del gobierno de Bachelet, sino que además significó un duro golpe para Velasco y Cortázar. La oposición elogió su reacción y lanzó una ofensiva por las supuestas infracciones legales detrás del traspaso de fondos. Mientras la derecha pedía detalles de la renuncia de Tomic, en la Concertación surgieron las críticas en su contra. "Debió haber sido más prudente y no tratar de salvarse solo. Lo único que hace su silencio es agravar las cosas", dice un empresario concertacionista.

Pero a Tomic (56, casado, cinco hijos) le importan poco los análisis políticos. Aunque pertenece a uno de los clanes más emblemáticos de la Democracia Cristiana, nunca se ha sentido cómodo con la disciplina partidaria. Y se lo ha recordado en estos días a los miembros de su entorno: "Yo no soy funcionario de gobierno, sino de una sociedad anónima de derecho privado, que no puede ser dirigida por lo que diga el ministro de turno".

Aunque llegó a a la presidencia del Metro, en abril de 2006, a instancias de Andrés Velasco y por su cercanía con la Concertación, no estaba dispuesto a ceder, convencido de que la fórmula que idearon Velasco y Cortázar para salvar al Transantiago no se ajusta a las normas de sociedad anónima que rigen al Metro. Considera que traspasarle US$ 80 millones al sistema de transporte -a cambio de que el Estado le hiciera un aporte de capital por el mismo monto al tren subterráneo- era desapegarse del interés social de la empresa: aumentar las ganancias y evitar las pérdidas.

Tampoco le gustó la forma en que se le presentó el proyecto, del cual se enteró poco antes del 20 de abril. "Le mostraron el plan ya terminado, y le molestó que no tuviera tiempo para analizarlo", señala una persona de su círculo.

Desde ese día estuvo en un permanente gallito con Velasco y Cortázar, empeñados ambos en salvar uno de los proyectos estrella de Bachelet. Tomic no estaba dispuesto a echar pie atrás, y en la semana del 4 de mayo llamó a los ministros del comité político para manifestarles su oposición al plan. Según fuentes de gobierno, el ministro del Interior fue especialmente receptivo a sus argumentos.

Pero cuando vio sus gestiones agotadas, se jugó una última carta: un par de días antes de la reunión de directorio en que renunció al cargo, se comunicó directamente con la presidenta para señalarle lo mismo que les había dicho a sus ministros políticos. Luego tomó el  camino que ha seguido en otras oportunidades: tiró del mantel y dejó la empresa.

Aunque la más grave y visible, esta no fue la primera vez en que Tomic discrepó del gobierno. Según fuentes de gobierno, los primeros roces surgieron a principios de año, cuando la presidenta lo instó públicamente a extender el horario de funcionamiento del Metro. Incluso le dio un ultimátum. "A Blas no le gusta recibir órdenes, ni que lo presionen a tomar decisiones apresuradas", dice uno de sus amigos.

Quienes lo conocen recalcan que en su historia profesional hay varios ejemplos de que si las cosas no marchan como a él le gusta, prefiere dar un paso al lado. "Es de convicciones profundas, tiene un perfil propio y no le agrada que le den instrucciones. En más de una oportunidad, estando en VTR, se negó a adoptar decisiones impuestas por la matriz norteamericana", recuerda un ex ejecutivo de esa compañía, que Tomic presidió entre 1999 y 2004. "Tenía a su jefe directo por teléfono exigiéndole que firmara un acuerdo, y no lo hizo", asegura la misma fuente.

Algo similar ocurrió cuando VTR se fusionó con Metrópolis, en 2004. "Las facultades que le dieron para dirigir la operación no eran, a su juicio, suficientes, y prefirió pasar", recuerda un ex gerente de esa empresa.

En Alsacia, la compañía colombiana de buses del Transantiago, tampoco estuvo dispuesto a aceptar que le cambiaran las condiciones. Después de sólo ocho meses en la presidencia ejecutiva, les anunció a los propietarios que ya había terminado la etapa de puesta en marcha y que como no compartía la estrategia para la segunda fase, prefería dar un paso al lado.

El iluminado

Aunque tiene apellido y vocación de servicio público, Blas Tomic optó por el mundo de las empresas. Descrito como un "concertacionista de alma y simpatizante del PPD", mira con distancia la política. "Las cuchilladas al interior de los partidos son terribles", les ha dicho a sus amigos. "Soy muy poco dado a cumplir órdenes de partido, respecto de temas importantes uno tiene que obedecer a su conciencia y no a las colectividades políticas", suele comentar.

Creció rodeado de la elite política de los '60, en una casa por la que circulaban Rafael Gumucio, Eduardo Frei Montalva y Horacio Walker. "Todas las conversaciones con estos próceres me sirvieron de ejemplo y estímulo", le dijo en una oportunidad a un amigo.

Sus mayores coqueteos con la político los tuvo en su época de estudiante de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile. Un mes después de que su padre perdiera, en octubre de 1970, la elección ante Salvador Allende, postuló a la presidencia de la Federación de Estudiantes como representante de la DC. Si bien perdió ante Rodrigo Inzunza, el candidato de la Unidad Popular, ésa fue una de las pocas ocasiones en que usó su primer nombre, Radomiro, que políticamente era más potente. En su entorno, sin embargo, siempre lo han llamado Blas.

Desde entonces no ha vuelto a participar activamente en política, salvo por su trabajo en la campaña presidencial de Ricardo Lagos, cuando presidió a los  "Empresarios por Lagos". En 2003 varios PPD se entusiasmaron cuando dijo que pensaba terminar sus días como alcalde de San José de Maipo, donde tiene una casa de descanso. Le ofrecieron apoyarlo como candidato en ésa u otra comuna, pero Tomic se negó.

Después de pasar por la DC e incómodo con el gobierno de Frei Montalva -su padrino de bautismo-, en 1971 se sumó a la Izquierda Cristiana, motivado por el perfil reformista de su padre.

El golpe militar lo sorprendió trabajando en Codelco, hasta donde llegó siguiendo los pasos del patriarca de la familia, quien trabajó en el sector minero y fue un férreo defensor de la nacionalización del cobre. En esos años la familia sufrió uno de los episodios más traumáticos: en diciembre de 1973 su hermano Juan Cristóbal, de 22 años, falleció en Londres, producto de un aneurisma. Pocos días antes había salido del país, tras asilarse en la embajada de Francia en Santiago.

Blas Tomic también viajaría a Londres. Luego de su paso por Codelco, se fue a estudiar un PhD en Desarrollo Económico en la Universidad de Sussex. Al regresar, entre 1979 y 1985, trabajó en la Cepal.

Tras la llegada de Aylwin al gobierno, fue nombrado director del BID en Washington. En ese tiempo trabó amistad con José de Gregorio y el fallecido Nicolás Flaño. De esos años data su afición por el trote, que lo ha llevado a correr varias maratones. En ese país conoció también a su segunda mujer, Stacy Steimel, una destacada economista norteamericana que se desempeñaba en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

De vuelta a Chile se sumó a la campaña presidencial de Lagos en 1999. Al ex presidente lo había conocido en 1970, cuando Tomic era dirigente de la FECH y del Centro de Alumnos de Economía. Luego se volvieron a encontrar en la Cepal, cuando el ex presidente fue su jefe en un programa sobre América Latina de la ONU en que también participaba Álvaro García.

Aunque no tuvo un rol activo en el comando de Michelle Bachelet, hizo un gesto que fue muy valorado en el entorno cercano a la entonces candidata. Cuando su hermano Gabriel apoyó la postulación de Sebastián Piñera, Blas  se trasladó con toda su familia hasta el comando oficialista para regalarle a Bachelet un ejemplar del libro escrito por su padre: "Testimonio".

VTR: su proyecto  emblemático

Aunque su trayectoria como ejecutivo se inició en Codelco, fueron sus 11 años en la industria de las telecomunicaciones los que lo catapultaron a la elite empresarial del sector privado.

En VTR aterrizó de la mano de Felipe Lehuedé, su amigo desde los tiempos de la universidad y el hombre que lideró a principios de los '90 la incursión del grupo Luksic en el negocio de las telecomunicaciones. El perfil más cosmopolita de Tomic también se ajustaba a las necesidades de la empresa, que apostaba por su internacionalización. Asumió en 1994 como director ejecutivo. Cercanos al grupo reconocen que se ganó rápidamente la confianza de Guillermo Luksic y se destacó por su capacidad como negociador.

"Los Luksic le dieron la oportunidad y él la aprovechó. Demostró una muy buena gestión y fue un activo negociador en todos los procesos de incorporación de capitales extranjeros", señala un ejecutivo cercano a Quiñenco.

De ese modo consiguió posicionarse como el hombre fuerte de VTR a mediados de los '90. Durante su gestión se logró la asociación con CTC en el negocio de telefonía celular y que derivó en Startel, que luego vendieron a Telefónica. También concretó la asociación con la estadounidense SBC y, finalmemte, la venta de VTR Hipercable, que le reportó al grupo utilidades por US$ 88 millones.

En 1999, cuando la firma norteamericana United Global Com. compró el negocio de la televisión por cable a Quiñenco, puso como condición, para el cierre del negocio, que se traspasaran cuatro ejecutivos claves. Entre ellos estaba Tomic, quien actuó como contraparte en las tratativas.

En la nueva etapa, su gestión fue ampliamente elogiada. La compañía quintuplicó sus resultados (llegó a US$ 103 millones), pasó de 390 mil suscriptores de TV cable a más de un millón, en telefonía fija subió de 33 mil líneas a 350 mil y logró acaparar el 40% del mercado de banda ancha. Tomic fue el motor del crecimiento de la empresa entre el 2000 y el 2004. A él se le atribuye que VTR fuera la primera firma del mundo en entregar el servicio de telefonía fija por cable (1997) y pionera en Latinoamérica en ofrecer banda ancha a la par con Estados Unidos (2000).

Fueron esos pergaminos como ejecutivo y sus lazos con el oficialismo los que lo llevaron al Metro. Aunque conserva los primeros, sus relaciones con la Concertación quedaron indudablemente dañadas.

Por ahora seguirá en sus cargos de director de Transelec y de la empresa de tecnología Quintec, donde es socio con Francisco Rojas y Marcelo Ringeling y en la que participa como accionista Sebastián Piñera.

El estilo Tomic

"Se necesita un perfil bien especial para trabajar con Blas Tomic", dice un ex ejecutivo de VTR, y agrega: "Cuando se hizo cargo de la administración de la empresa, a fines de 1999, cambió a casi toda la plana ejecutiva durante los primeros seis meses, porque necesitaba profesionales que trabajaran a su ritmo".

Aunque su estilo disciplinado y riguroso genera resquemores en algunos, por lo general "cala hondo entre sus ejecutivos. Logró motivar a los distintos equipos con los que trabajó en los últimos siete años", según cercanos. "En VTR hizo que asumiéramos como proyecto propio el desarrollo de la empresa y no como el plan del accionista extranjero", ejemplifica un ex ejecutivo de la operadora de cable.

Lo mismo hizo cuando debutó en el Metro. "Lo invitaron a bailar con la fea, y tuvo que convencer al equipo de que Metro debía ser un elemento funcional al Transantiago con los costos de imagen que esto generaría", dicen quienes estuvieron cerca suyo en esta etapa.

Trabajólico, sus jornadas son de 12 y hasta 14 horas diarias, y siempre quiere estar encima de la gestión. De hecho, al llegar a la presidencia del Metro, asumió en la práctica muchas de las facultades del gerente general.

El liberal

Varios fueron los conflictos que tuvo que enfrentar Blas Tomic cuando, el año 2000, trajo el Canal Playboy a Chile. Además de incorporar la señal, lideró una férrea ofensiva contra la censura que había impuesto Metrópolis Intercom -principal competidor de VTR en esa época- y lanzó una campaña publicitaria en el periódico The Clinic a favor de una televisión sin censura. Si bien muchos lo criticaron, el éxito comercial fue total. Inlcuso el ahora embajador en Italia, Gabriel Valdés, le pidió durante una comida que le definiera su concepto de modernidad. "Tomic se la jugó por el derecho a elegir en el living de nuestras casas", cuenta un ex colaborador de VTR.

Sus cercanos dicen que Tomic es un liberal de tomo y lomo. "Sus años fuera de Chile le han dado una mirada más tolerante y más cosmopolita en materia cultural", dice un cercano. Casado con una norteamericana, todos los años celebra el "Día de Acción de Gracias", en el que suelen participar también sus amigos Leopoldo Sánchez, Nicolás Eyzaguirre y Jorge Bande.


 

No hay comentarios.: