26 julio, 2007

El revolucionario riesgo de la verdad: No se sirve a la Revolución cubana ocultando su taras, defectos y problemas

Soledad Cruz (Para Kaos en la Red) [20.07.2007 17:54] -


Mejor sirve a la patria quien le dice la verdad. Esa es una de las máximas martianas a las que me aferro, aunque me ha costado caro en mi larga militancia. No digo que tenga la verdad absoluta, que no existe, ni sea poseedora total de la verdad dialéctica que suele ser escurridiza, me refiero a la vocación de decir lo que veo, los hechos, que como dijo Lenin, son testarudos, a mi pequeña verdad individual nutrida de las otras verdades que día a día me trasmiten mis compatriotas. Pero sucede que en el periódico, al que estoy vinculada desde el año 70 no puedo hacerla pública porque entre las taras estalinistas de las cuales no ha podido librarse el socialismo cubano está el mantenimiento de un periodismo al margen de la dinámica de la vida, de los conflictos naturales de la convivencia social, de ese entramado complejo que es pretender una sociedad más justa, siendo un país pobre, bloqueado, frente a un mundo que después de finalizada la guerra fría involuciona, salvo en algunas zonas como América Latina, donde ha vuelto a levantarse la bandera de la esperanza, entre otras razones por la ejemplar resistencia de la Revolución Cubana.


Pero esta paradigmática revolución, a la que le debo lo mejor de mi misma, está amenazada y puede ser reversible, como ya alertó Fidel en su discurso de la Universidad de La Habana en el 2005, no sólo por la agresividad cierta del enemigo sino por los problemas internos que aunque él mismo los habló con el mejor espíritu revolucionario, no se debatieron en aquel momento, siguen gravitando en la vida nacional mientras el estudio de sus causas se prolonga y los métodos emergentes que se emplean para solucionarlos no demuestran una comprensión cabal de en que fase está la sociedad, ni del cambio de mentalidad imprescindible para que el proyecto se mantenga a largo plazo.


La lectura de un artículo firmado por Katerinjuk en Rebelión sobre la situación en las antiguas repúblicas socialistas del este y la propia Rusia me ha desatado los demonios de la angustia y la responsabilidad moral. Primero, porque visité algunos de esos países y desde los años 70 ya los niveles de inconformidad con el sistema eran tales que era previsible lo que sucedió después o al menos que, así, como era en aquellos lugares no podía ser el socialismo. Pero se guardaba silencio sin tener en cuenta que silenciar los problemas reales es la mejor forma de hacerlos mayores. Segundo, porque a pesar de las peculiaridades cubanas, encuentro, percibo, en nuestra sociedad disgustos similares y no únicamente por las carencias materiales que podrían ser comprendidas en el contexto internacional, sino por apelar a fórmulas simples para enfrentar mecanismos complejos de la sociedad y los individuos.


En Cuba la mayoría de la población quiere salvar la Revolución a toda costa. La mayoría inteligente sabe que no puede esperar nada mejor del capitalismo y mucho menos de los Estados Unidos o de los atorrantes de Miami. Agradecen y respetan el liderazgo de Fidel y toleran no pocas decisiones desacertadas por gratitud y sabiduría, pero como reza un dicho popular, hay que vivir y si para hacerlo no te alcanza el salario tienes que inventar lo que sea y de ese aspecto salen muchos de los males de la sociedad, pero también de que el estado benefactor insiste en resolverlo todo de una manera centralizada y no permite, ni propicia mecanismos alternativos para, según la iniciativa personal y la creatividad de cada cual la gente se gane su vida. Parece una derrota ante el capitalismo recurrir a esos métodos, olvidando que hay fenómenos de la economía que no son ideológicos, sólo que el capitalismo se ha apropiado de ellos que ha sabido usarlos para su expansión perpetua y para transformar a gran velocidad sus fuerzas productivas.


Elementalmente nadie puede negar que hay que producir, hacerlo con eficiencia y tener ganancias que sólo en el socialismo pueden tener una distribución social más justa para intentar igualar a las personas en el bienestar y no en la pobreza. Pero incluso, en los países socialistas que lograron cierto nivel de vida había una ansiedad por posibilidades que inexplicablemente no ofrece el socialismo y están más relacionadas con el campo espiritual y con lo individual que se sacrifica en nombre de la masa sin tener en cuenta que esa masa está formada por individuos.


En el plano social las personas necesitan sentir que participan realmente en las decisiones que se toman en como conducir la sociedad, que son escuchadas y tenidas en cuenta; en el plano individual las personas necesitan sentir que son dueñas de sus vidas y estas no son propiedad del estado aun cuando apoyen a ese estado. Los que dirigen, elegidos por esas personas, aunque tengan las mejores intenciones, no pueden olvidar que su razón de ser es lo que sienten, piensan y necesitan sus electores. Pero como el socialismo se ha dado en una lucha enconada con un sistema enemigo que quiere desaparecerlo, esos principios primarios de la existencia humana quedan en un segundo plano y la participación de las personas se reduce a cumplir, apoyar lo que se decide arriba y eso, además, les quita verdadero sentido de responsabilidad con lo que ocurre en la sociedad.


Muchos de los ciudadanos de las ex repúblicas socialistas que encontré en París, en mis tiempos de Embajadora ante la UNESCO reconocían los problemas duros de sus sociedades, pero alegaban que estaban en París, había sido su decisión personal, aunque trabajaran de meseras o de albañiles en la construcción, otros que estaban sólo de visita decían que ni soñar con ir a Paris en el socialismo. Hay miles de terrícolas en el capitalismo que no pueden ni soñar con ir a Paris, pero no les está prohibido y ese es un matiz que los políticos que quieren inclinar el mundo hacia el socialismo tienen que tener en cuenta. Y en realidad esas medidas tienen más que ver con un tipo de mentalidad simplificadora que con problemas que afecten a la sociedad socialista, que tiene que ser de libre elección y no obligatoria, porque cuando se trata de obligatoriedad a la larga sucede lo ocurrido en todo el este europeo.


Por supuesto que Cuba tiene un enemigo tan poderoso como para tener una ley que acoge a todos los cubanos que lleguen a territorio de EE.UU. y brindarle todas las facilidades para establecerse, lo cual no hace con el resto de los emigrantes, pero la manera de sortear ese ataque no puede ser que los cubanos, como si fueran párvulos, tenga que pedir un permiso de salida de su país, amigos o familiares tengan que comprar una carta de invitación para que puedan viajar al extranjero, tengan que pagar un impuesto todos los meses para poder permanecer hasta once y obligatoriamente regresar o son declarados emigrantes y nunca más, salvo casos humanitarios, pueden volver a vivir en su país. Eso estaba justificado con los burgueses que se fueron, con los contrarrevolucionarios que atentaron abiertamente contra la Revolución, pero no con las nuevas generaciones de cubanos, nacidos y criados en el proceso revolucionario que reconocen y- el estado también- que se trata de emigrantes por causas económicas y no políticas, que quieren buscar algún dinero y venir a gastarlo con su familia en Cuba, o emplearlo en mejorar su casa. Pero incluso 5 años después del retiro hay que pedir permiso al antiguo centro de trabajo para tramitar cualquier viaje personal.


De ningún país del mundo se puede salir al exterior si se tiene deudas, causas pendientes con la justicia o cuando se manejan informaciones que afecten la seguridad nacional, pero convertir un viaje en una verdadera mortificación, en un suceso humillante que niega el derecho a pagar un pasaje, ir y volver, me parece un problema evitable cuando en el país circulan divisas, buena parte de los cubanos tienen familiares o amigos en el extranjero que pueden proporcionárselas, algunos incluso las ganan dentro del país, o pueden convertir el peso cubano en divisa de manera legal. Se evitaría una molestia a los ciudadanos si los trámites fueran los comunes en cualquier lugar y quienes negaran las visas fueran los otros países, aunque para ello haya que tener un dispositivo especial para evitar infiltraciones del enemigo, que estaría mucho más justificado que ese aparato burocrático que se presta a sobornos y que incomoda a cualquiera con la sospecha de las razones de viaje y el temor a que la gente se quede.


En caso de que alguien se quede entonces comienza el vía crucis para los que se quedaron, porque los que se quedaron tienen que volver a pagar la casa, o la parte de la casa que su padre o su madre compraron al estado socialista en precios muy bajos, pero fueron los precios establecidos y sufren una multa, un impuesto como si fueran responsables de la decisión del que se quedó. Es kafkiano, como lo es también que si los padres mueren, los hijos tienen que volver a pagar la casa para permanecer en ella y que la casa o el auto no se pueden vender aunque se pudran de falta de mantenimiento porque las personas no tienen recursos para mantenerlos y necesitan vender para poder continuar su vida más reducidos o menos cómodos.


Entonces surge el problema de la propiedad y no hablo de la explotadora privada, sino de la personal, adquirida con el trabajo. Nada es verdaderamente tuyo, tú no puedes decidir por ti mismo si viajas, si cambias de casa, si vendes el auto y todo eso es para evitar que los sectores enriquecidos ilegalmente se apropien de lo mejor del patrimonio o puedan adquirir cosas que en tiempos mejores el estado facilitó por méritos laborales, pero a quien se está lacerando es a esos ciudadanos, que dadas las circunstancias, intentan buscar solución a los problemas económicos que el estado no puede resolver, aunque se esfuerce y tenga la voluntad de hacerlo. Es otra camisa de fuerza y una vez más se acude a la simplificación. Porque el estado, como en cualquier parte del mundo, puede beneficiarse si cobra impuestos por cualquier transacción de esas, incluso se los puede poner al comprador para defender al de menos posibilidades, porque lamentablemente los de mayores posibilidades económicas no son los científicos que hacen vacunas, ni los campeones olímpicos, ni los héroes del trabajo, sino los que a pesar de todas los decretos y regulaciones se han enriquecido ilícitamente o tienen entradas del exterior muy grandes.
Si los burócratas que deciden esas medidas, que carecen de base socialista, porque vulneran derechos elementales reconocidos desde el famoso manifiesto comunista, se platearan soluciones de fondo a los muy complejos problemas de la sociedad cubana, diseñarían fórmulas más apegadas a la situación actual que no es la de los años 80, por tanto realistas y como realistas revolucionarias, y digo burócratas porque estoy convencida que si Fidel y Raúl conocieran esas medidas y como se aplican, estoy segura que no podrían dar su apoyo y por eso la gente que cree lo mismo, dicen deja que ellos se enteren, pero el socialismo no puede depender de dos, tres personas, cuatro o diez que tengan la lucidez de entender que muchas medidas de esas son interpretadas como modos de molestar y fastidiar todavía más el difícil cotidiano.


Y no lo digo por cobardía para eximir a Fidel y Raúl de responsabilidades sino porque como ciudadana de este país he escuchado a Fidel decir que el socialismo es una agrupación de voluntarios cuando el éxodo de Mariel y a Raúl que los frijoles son tan importantes como los cañones en plena crisis de los 90, para citar sólo dos ejemplos de realismo político. Por eso no puedo imaginar que comulguen con esa lista de medidas vejatorias que incluyen las regulaciones en las relaciones con los extranjeros.


Nunca he leído en el periódico Granma que no se puede llevar en el auto a extranjeros, ni se pueden hospedar a los amigos que nacieron en otros lares en la casa. Pero si llevas a extranjeros en tu carro puedes tener una multa de 1 500 pesos y si se quedan en tu casa por el estilo, salvo que pidas una autorización que no siempre es concedida. Es una forma de evitar el tráfico de drogas, las prostitución, de hacer que la divisa llegue directa a manos del estado que la emplea en garantizar la salud y la educación, una cuota mínima de alimentos subvencionada y miles de ventajas más, nadie lo duda, pero ni todos los ciudadanos son iguales, ni todos hacen negocios turbios y es muy lamentable que quien te brinda hospitalidad en su país no pueda ser reciprocado. Ninguna de esa medida es gratuita, todas intentan controlar situaciones que se han creado a causa de las circunstancias, pero no pueden ser facilistas, igualatorias, sin tener en cuanta que no se puede tratar a las personas decentes como a los delincuentes.


La lucha contra la prostitución está llevando a frustrar las relaciones verdaderas entre nacionales y extranjeros. Como en cualquier parte del mundo aquí se enamoran las gentes de cualquier parte y se hacen amigos también. Pero ninguna mujer, ni hombre puede hospedarse en un hotel con su pareja si no es del país, aunque sean mayores de edad y absolutos responsables de sus actuaciones. Se alega que es para evitar la desigualdad de los que pueden y los que no pueden. Pero las desigualdades siempre han existido y ahora se han hecho más evidentes y lo peor es que al final acceden a esos presuntos privilegios gentes que logran sobornar o simplemente se van a casas particulares que ni siquiera pagan impuestos. Porque no se puede pretender controlar la existencia de las personas minuto a minuto y la mayoría de esas medidas contribuyen más a delinquir que a lograr los propósitos con las que se imponen. Esas presiones, que tienen un fondo de torpeza, que ya probaron su ineficacia en todo el antiguo campo socialista, ocasionan grandes disgustos en la población, aunque por gratitud o temor no se cuestionen a escala masiva, y van creando un caldo de cultivo nada favorable.


Igual sucede con el empecinamiento en mantener la propiedad estatal como única variante en aspectos que otras alternativas han mostrado mejores resultados, tales como la gastronomía y la agricultura y no se trata de incentivar la propiedad privada, sino la colectiva posible en estos tiempos, ensayada tímidamente y que a la larga es la verdadera fórmula socialista como ya han señalado otros. Incluso, hay un aspecto de la propiedad cooperativa que puede ser salvadora ante cualquier jugarreta futura de los enemigos y que podría evitar que ante cualquier circunstancia adversa que funcionarios inescrupulosos de hoy se apropien de los bienes que legítimamente pertenecen al pueblo, como ocurrió cuando la caída del socialismo en Europa del este. Y está descripta en el Estado y la revolución de Lenin, refiriéndose a la democracia socialista que nunca llegó.


Si legalmente cada pedazo de tierra del país pertenece a un consejo cooperativo, cada fábrica, cada instalación deportiva, cada teatro, nadie podrá venir un día a apropiarse de ellos porque sus dueños colectivos tendrán los medios para defenderla, y eso es propiedad socialista al duro, que se puede tocar con las manos frente a una propiedad estatal que nunca los ciudadanos han sentido suya verdaderamente, entre otras cosas porque las ancestrales costumbres no se cambian por decreto, ni las tendencias naturales de la especie a que pertenecemos.


Después de las amargas experiencias del socialismo en Europa del este, los comunistas deberíamos entender aquella máxima de Ghandi: si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo, para no pedirle a nadie que haga lo que no seamos capaces de hacer y también que sí, es cierto, como han dicho algunos ideólogos enemigos la lógica del capitalismo está más cerca del atavismo biológico de los seres humanos. Cuesta menos esfuerzos mentales sumarse a la ley del más fuerte, como hace la manada de los monos, y el capitalismo ha sabido convertir las miserias humanas en categorías para el funcionamiento económico. Ser socialista, pensar como socialista, sentir como socialista requiere de un esfuerzo espiritual e intelectual mayor porque implica pensar también en los otros y dominar al animal que somos. Para conseguir dejar atrás la prehistoria, si queremos que haya socialismo del Siglo XXI, tendremos que evitar los mismos errores que ya demostraron en el siglo XX su fracaso.


La paradigmática Cuba tiene que despojarse de todas las fórmulas y métodos tomados a préstamo de quienes se suponían de mayor experiencia y desaparecieron por su aferramiento. También tiene que impedir que su agenda interna la ponga Estados Unidos con sus provocaciones y mucho menos los desnaturalizados de Miami. Y en eso Fidel y Raúl si tienen gran responsabilidad como garantes de los cambios socialistas que deben producirse antes de que desaparezcan como líderes vivos. A pesar de la corrupción y otros males, existen millones de revolucionarios cubanos dispuestos a participar en las transformaciones necesarias, sabedores de que no hay nada que dañe más a las mejores ideas que el estancamiento y esas medidas y métodos a los que me he referido muy discretamente, que sofocan y agobian a las personas no pueden generar el espíritu indispensable para que el empeño socialista se sienta como tal.

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