26 julio, 2007

Secuestrado el C02

 
 
 
 
 
 
 
El cambio climático y la producción humana de dióxido de carbono parecen fenómenos plenamente relacionados. Si queremos apaciguar ese peligroso cambio en el clima, quizá debamos detener las fuentes de emisión de este gas invernadero, pero ello podría conllevar al mismo tiempo un caos económico y energético sin precedentes, dada nuestra dependiencia de los combustibles fósiles.
 
En los últimos tiempos, diversas estrategias para atrapar y mantener inmovilizado el dióxido de carbono han ganado peso como vías para combatir el cambio climático, o incluso como una solución que permita seguir usando sin restricciones los combustibles fósiles durante muchas décadas, hasta que energías alternativas como la solar resulten más baratas.

En efecto, mientras que la energía solar y los automóviles híbridos se han convertido en símbolos populares de la tecnología verde, algunos científicos están explorando la seguridad de otro camino para disminuir las emisiones de dióxido de carbono, principal gas de efecto invernadero que produce el calentamiento global. La operación de captura del carbono en varias de sus formas, y su almacenamiento, operación también llamada secuestro de carbono, atrapa el CO2 después de producido y lo inyecta en el subsuelo. El gas nunca entrará en la atmósfera, o al menos eso es lo que sostienen los defensores de esta estrategia. Si se pone en práctica de manera sistemática, podría transformar las grandes fuentes de emisión de carbono, como las centrales eléctricas alimentadas por carbón, en máquinas relativamente limpias en lo que se refiere a polución capaz de contribuir al calentamiento global.

Cuanto más pronto nos deshabituemos a los combustibles fósiles, más pronto seremos capaces de afrontar el problema del clima. Pero la idea de poder independizarnos rápidamente de los combustibles fósiles es poco realista a juicio de muchos expertos. Dependemos de los combustibles fósiles, y una buena opción sería encontrar formas de usarlos que no creen problemas para el clima.

La captura de carbono tiene el potencial de reducir más del 90 por ciento de las emisiones de ciertas fuentes que lo emiten. Las instalaciones estacionarias que queman combustibles fósiles, como las plantas generadoras de energía eléctrica o las fábricas de cemento, serían candidatas para la aplicación de este enfoque tecnológico.

En cambio, capturar el dióxido de carbono de pequeñas fuentes móviles, como los automóviles, sería más difícil. Pero como las centrales eléctricas que consumen combustibles fósiles son responsables del 40 por ciento de las emisiones mundiales de carbono procedente de tales combustibles fósiles, las reducciones potenciales tendrían efectos positivos significativos.

No sólo puede capturarse mucho dióxido de carbono, sino que la capacidad de la Tierra para almacenarlo es también inmensa según el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés).

Si todas las emisiones producidas por los humanos fueran secuestradas, existiría suficiente capacidad para acomodar más de 100 años de emisiones, según ha afirmado Sally Benson, coordinadora de la sección del IPCC sobre el almacenamiento geológico subterráneo, directora ejecutiva del Proyecto de Energía Global y Clima (GCEP por sus siglas en inglés), y profesora de ingeniería en recursos energéticos de la Universidad de Stanford.

Como los combustibles fósiles suministran el 85 por ciento de la energía consumida en el mundo, y su uso se incrementa con notable rapidez debido al crecimiento de los países en desarrollo, como China e India, la necesidad de encontrar soluciones para frenar las emisiones de carbono se hace más crucial aún.

Las mejores opciones actuales para el almacenamiento son las basadas en el secuestro geológico, es decir el almacenamiento en viejos yacimientos petrolíferos que ya han visto acabada su mejor época, los depósitos de gas natural, los acuíferos salinos profundos y las vetas de carbón no explotables, a profundidades en el subsuelo que van desde varios cientos de metros hasta algunos miles.

El dióxido de carbono se bombea hacia el interior de la tierra a través de los pozos, como los utilizados para extraer petróleo, y se disuelve o dispersa en el depósito.

Las ubicaciones viables deben tener una capa de rocas impermeables sobre el depósito, en forma como de cuenco invertido, que atrape el gas y le impida escapar.

La meta de secuestrar el carbono es guardarlo de manera "permanente" (a muy largo plazo, durante períodos geológicos de tiempo).

La mayor preocupación sobre el almacenamiento del dióxido de carbono es la de los escapes potenciales. Los estudios han demostrado que los escapes, si es que ocurren, serían insignificantes. El IPCC informó que se alcanzaría una retención del 99 por ciento del dióxido de carbono almacenado, "muy probable" a cien años vista, y "probable" a mil años vista.

De gran preocupación para los investigadores, son los riesgos potenciales que el secuestro del carbono tiene para la salud humana, principalmente a través de la asfixia provocada por escapes, y la contaminación de las aguas subterráneas a causa de filtraciones.

Los estudios realizados que se esgrimen como argumento a favor de la aplicación masiva de esta estrategia, señalan que la amenaza de asfixia, que se produce por cuanto el dióxido de carbono es capaz de desplazar al oxígeno, es muy baja, por la baja probabilidad de que se desencadene un escape rápido que cause ese problema.

Beber agua contaminada es el peligro más probable. Por ejemplo, si de algún modo el dióxido de carbono entra en las aguas subterráneas, puede aumentar la acidez del agua, con la posibilidad de que se disuelvan sustancias químicas tóxicas, que normalmente no representarían una amenaza tan grave, como por ejemplo el plomo, pasando desde las rocas al agua.

Por todo lo anterior, es necesario seleccionar con el máximo cuidado las ubicaciones de almacenamiento de CO2 para que no se presenten escapes, y hacer un buen trabajo de diseño de los sistemas de inyección, así como prestar atención a dónde está yendo a parar realmente el dióxido de carbono.

Si bien el conocimiento técnico adecuado de los riesgos ya puede permitir mejores prácticas, los expertos que analizan la viabilidad de la estrategia también hacen hincapié en la necesidad de una buena gestión que vele por el estricto cumplimiento de todos los procedimientos y protocolos necesarios.

Sally Benson, la coordinadora de la sección del IPCC sobre almacenamiento geológico subterráneo, señala una tecnología familiar como un modelo para reflexionar sobre los riesgos que se afrontan: "A menudo nos preguntan: ¿el almacenamiento geológico es seguro? Es una pregunta muy difícil de responder. ¿Conducir un automóvil es seguro? Podemos responder que sí o que no, pero debemos también plantearnos ¿qué es lo que hace que conducir un automóvil sea algo que deseamos hacer? Tenemos a los fabricantes construyendo buenos automóviles, tenemos autoescuelas, no se permite conducir a los niños, hay leyes contra quienes conducen habiendo consumido bebidas alcohólicas... Hemos creado un sistema completo para asegurar que esa actividad sea segura".

Mientras el debate sigue caldeándose, los ingenieros ya tienen más de tres décadas de experiencia introduciendo dióxido de carbono en los yacimientos petrolíferos, donde aumenta la producción haciendo que el petróleo existente fluya con mayor facilidad. Esto da a los partidarios del secuestro geológico la confianza de que se sabrá taladrar debidamente los pozos, introducir sin problemas el dióxido de carbono y predecir lo qué pasará cuando se acumule allí abajo.

Actualmente, tres proyectos a escala industrial están bombeando millones de toneladas de dióxido de carbono en la tierra cada año. Dos de ellos representan los primeros esfuerzos para el almacenamiento en acuíferos salinos profundos.

Un equipo de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, también ha comenzado a investigar el almacenamiento profundo del dióxido de carbono en capas de carbón mineral. Éste forma enlaces químicos con el dióxido de carbono, haciendo el método potencialmente más seguro que otros, según los especialistas que defienden su validez.

Aún mejor, el proceso puede librar gas natural que se asienta en la superficie del carbón. El gas natural es un combustible fósil relativamente limpio que puede quemarse entonces en lugar del carbón, como defiende Mark Zoback, profesor de geofísica en la Universidad de Stanford e investigador en un proyecto de almacenamiento de CO2 en carbón.

Los detractores del secuestro geológico del carbono argumentan que la tecnología desviará la atención de las investigaciones sobre las opciones de energías limpias a largo plazo, tales como las energías renovables. Peor aún, temen que prolongue el uso de los combustibles fósiles.

No obstante, muchos de los partidarios del secuestro geológico de carbono enfatizan continuamente la necesidad de adoptar otras tecnologías además del secuestro del carbono, subrayando que esa estrategia para almacenar dióxido de carbono es sólo una tecnología puente destinada a ganar más tiempo con el fin de mejorar hasta niveles razonables las alternativas a los combustibles fósiles.

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