BUENOS AIRES, mar (IPS) - Con una computadora y una enorme afición por la literatura, un grupo de ciegos crearon en Argentina la primera biblioteca digital para personas con ceguera y deficiencia visual de habla hispana, que cuenta ya con unos 19.000 títulos y cerca de 3.000 suscriptores en 40 países.
Tiflolibros, como la bautizaron al crearla en 1999, comenzó operando en la casa de sus coordinadores, una pareja de ciegos deseosos de acceder a textos a través de su computadora. "El proyecto creció y la familia de ellos también, así que los echamos y nos quedamos con su piso", dice bromeando a IPS Marta Traina, encargada de difusión.
"En un espacio funciona la biblioteca y en otro el área de soporte técnico, pero nos está quedando chico el piso", señala Traina, entusiasmada con el crecimiento de este proyecto que nació con 20 personas que intercambiaban por correo electrónico algunos títulos.
Los libros son "hablados" y grabados en discos compactos (CD) y se pueden escuchar en la computadora de la biblioteca, pero también Tiflolibros ofrece enviar a sus usuarios los títulos que elijan, de manera que puedan oírlos con la tecnología de su preferencia: discman, reproductor de MP3, o en un ordenador corriente. "Estas son opciones ideales para gente mayor", asegura Traina.
En esos casos, los socios reciben los CD por correo a un costo menor a un dólar por libro. "Nos piden de a 10 o 15 títulos", comenta.
Tradicionalmente, los ciegos necesitaban textos en braille, el sistema de escritura con signos en relieve que permite la lectura táctil e implica un gran volumen de papel, o recurrir a alguien que dispusiera de tiempo para leerles. Luego se difundieron los "audio-libros", que se basan en casetes grabados.
Pero con el desarrollo de la informática se abrió una nueva dimensión.
La persona puede incorporar a la computadora un lector de pantalla para revisar el correo electrónico y navegar por Internet, y también existen impresoras en braille. Pero los programas lectores de pantallas, como los de Adobe o Microsoft, que protegen los derechos de autor, son inaccesibles.
La solución se debió a André Duré, programador ciego y creador del software Tiflolector, que permite cifrar un texto digitalizado, eliminando el riesgo de que se realicen copias impresas ilegales, que luego se lee mediante lectores de pantalla especiales. Esto hace accesibles los textos sólo para quienes sufren ceguera.
Así es como libros de los más diversos géneros y autores llegan a quienes no ven. "Muchas editoriales nos entregan las novedades, pero hay algunas que no quieren saber nada, quizás no conocen de informática y tienen miedo de que las versiones digitales terminen impresas y no se vendan más los libros", cuenta Traina.
Para poder leer este tipo de documentos se deben escanear y luego serán leídos por un sintetizador de voz artificial. Este método, además de consumir mucho tiempo, tiene fallas, pues el aparato lector no siempre entiende bien el texto impreso y transmite con errores que luego deben corregirse.
La pareja de coordinadores del proyecto, Pablo Leucona y Mara Vilar, empezó con Tiflolibros intercambiando textos ya escaneados con otros discapacitados visuales de una lista de correo. Cada uno aportaba lo que tenía. Ahora hay 80 voluntarios en distintos países del mundo que escanean y corrigen libros para aportar a la biblioteca.
Para ser suscriptor es necesario presentar una solicitud y un certificado que acredite la discapacidad. La biblioteca recibe a personas con dificultades visuales severas o totales que estén interesadas en libros en español, sin distingo de nacionalidad. También entre los usuarios admitidos se encuentran representantes de instituciones para ciegos.
En Estados Unidos hay una biblioteca con características similares pero es sólo para ciudadanos de ese país, y no tiene acceso gratuito. Para Traina, las iniciativas como Tiflolibros que surjan en otros países serán bienvenidas, en especial si éstas se conectan entre sí para aumentar el número de títulos a intercambiar.
Con el tiempo, la biblioteca ha ido ganando credibilidad y consiguió que una decena de editoriales, como Alfaguara o Sudamericana, le cedan obras y hasta le envíen las versiones digitales de los textos que publican. "Algunas veces recibimos libros antes de que salgan en papel", se enorgullece Traina.
Hay socios en Argentina pero también en Alemania, Brasil, Bolivia, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Croacia, Cuba, Dinamarca, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Honduras, Italia, México, Perú, Suecia, Venezuela y Uruguay, entre otros. También hay un servicio que traduce al inglés y al alemán.
Juan Spiraquis, un suscriptor de 50 años, perdió la visión hace 12 como consecuencia de la diabetes. "Lo que más me interesa son los libros de medicina, los que tratan sobre alimentación natural, pero hay de todo, lo que a uno se le ocurra", contó a IPS.
Al principio le costó entender la voz del sintetizador pero ahora "lee" rápido, dice. El lector ofrece distintas velocidades, puede volver hacia atrás o deletrear un nombre que se le pida.
En Argentina las casas editoriales entregan los títulos a organizaciones que los traducen al sistema braille. No hay legislación sobre derechos de autor en estos casos. Sin embargo, el Senado de este país introdujo en 2006 un proyecto que modifica la norma sobre propiedad intelectual para eximir los textos para ciego, independientemente del soporte en que se presenten. Pero aún no es ley.
No obstante, la avidez por la lectura no da espera. "Algunos amigos tienen parlantes de la computadora en distintos ambientes de la casa y escuchan sus libros mientras hacen otras cosas", declara Spiraquis. "Otros los tienen en la mesa de luz (de noche), y programan al lector para que se apague solo", aseguró.(FIN/2007)
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