9 de Marzo de 2007.
Los herpetólogos (estudiosos de las serpientes) Deborah Hutchinson, Alan Savitzky (de la Universidad Old Dominion en Norfolk, Virginia), y sus colegas, han concluido una investigación sobre la dependencia que una serpiente tiene de sapos específicos.
Hutchinson estudió la serpiente asiática Rhabdophis tigrinus y su interrelación con una especie de sapo tóxico al que devora. Ella y sus colegas estudiaron el sorprendente secuestro de toxinas que hacen estos ofidios a través de la dieta. El proceso permite a las serpientes almacenar las toxinas de los sapos en las glándulas de su cuello. Cuando están bajo ataque, estas serpientes liberan el veneno acumulado en estas glándulas.
Bastantes invertebrados secuestran toxinas a través de su dieta para emplearlas en la defensa, incluyendo algunos insectos y babosas marinas. Pero los ejemplos de secuestro de toxinas entre los vertebrados son muy raros, especialmente si el veneno proviene de otros vertebrados. Una serpiente que depende de los sapos tóxicos de su dieta para defenderse químicamente resulta muy inusual.
Los investigadores hicieron su hallazgo analizando ejemplares de Rhabdophis tigrinus de varias islas japonesas, una de ellas con una gran población de sapos tóxicos, y otra con ninguno, y compararon estas serpientes con las de la isla japonesa de Honshu, donde los sapos son pocos. La presencia de toxinas en las glándulas del cuello de las serpientes dependió de su acceso a los sapos.
Las serpientes sin las toxinas robadas eran más propensas a huir ante el peligro que a defender su territorio y realizar una maniobra de liberación de veneno.
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