14 julio, 2007

Los eunucos y el futuro de TVN

Revista Qué Pasa
NEWSLETTER | Edición sábado 14 de julio de 2007

Los medios de comunicación y los líderes de opinión han sido grandes aliados de la mantención del statu quo, ocupando mucha tinta en publicar y comentar las rencillas de que tú de que yo -en una teleserie donde todos los protagonistas son parte de la misma trenza de poder- y omitiendo la discusión de fondo: ¿Es TVN hoy realmente una televisión pública autónoma, como lo exige la ley? ¿Cuál es la televisión pública que queremos tener? ¿Tiene sentido tener una TV pública?

Por  María Elena Wood

A diferencia de algunas de nuestras autoridades, no tengo nada contra los eunucos. Incluso, hay algunos castrati que han pasado a la historia por sus deslumbrantes talentos. Como Farinelli, que con su voz de soprano deslumbró a las cortes europeas del siglo XVIII.

En nuestro ambiente cortesano hay confusión. Se contraponen las dotes viriles con la necesaria prudencia y vocación por el bien común que deben tener aquellos que ocupan cargos de responsabilidad pública. Más aún cuando se está a la cabeza de una empresa estratégica que por ley debe ser autónoma.

"No es mi obligación conocer la parrilla completa", declaró Francisco Vidal en su primera entrevista como presidente del directorio de TVN. ¿Qué hubiera pasado si quien está a la cabeza de una empresa privada dice públicamente que no es su obligación conocer los productos que fabrica?

Televisión Nacional de Chile es territorio ocupado "de facto" por la clase política. De eso ya hace quince años. En un acuerdo no escrito, porque la ley de 1992 no lo dice, el directorio se designa por "cuoteo". Uno para mí, otro para ti. Tres y tres. Y un presidente del directorio que responde a La Moneda.

Antes era mucho peor, porque TVN era instrumento del gobierno o la dictadura de turno. Pero no hay pasado que justifique el descuido que están teniendo los políticos con un bien que nos pertenece a todos. Y que además tiene un rol relevante en la vida de los chilenos.

La práctica del "cuoteo", que se pudo haber aceptado en el Chile de principios de los '90 -donde la participación y la democracia se ejercían "en la medida de lo posible" y los actores políticos andaban pisando huevos, preocupados de que los militares no se vistieran de guerra y no decretaran un nuevo "ejercicio de enlace"- hoy no tiene justificación.

La única explicación es que no hay nada más tentador que tener el control de un medio de comunicación masivo capaz de impactar en la vida y en la forma de pensar de las personas. ¿Quién deja ese lugar de influencia por iniciativa propia?

En esto los políticos no están solos. Los medios de comunicación y los líderes de opinión han sido grandes aliados de la mantención del statu quo, ocupando mucha tinta en publicar y comentar las rencillas de que tú de que yo -en una teleserie donde todos los protagonistas son parte de la misma trenza de poder- y omitiendo la discusión de fondo: ¿Es TVN hoy realmente una televisión pública autónoma, como lo exige la ley? ¿Cuál es la televisión pública que queremos tener? ¿Tiene sentido tener una TV pública?

La misión declarada de TVN es como para ponérsela debajo de la almohada a nuestros gobernantes y legisladores, que muchas veces actúan como si nunca la hubieran leído.

TVN es plural y objetiva en la representación en su pantalla de la realidad cultural, social, económica, religiosa y política del país, e independiente de los diversos poderes que actúan en la sociedad.

¿Independiente? El affaire "Epopeya", en que la mayoría del directorio confundió el interés del canal con el interés del gobierno, da cuenta de la poca valoración que se le da a la independencia y autonomía.

TVN representa a todos los chilenos en su diversidad social, cultural y religiosa.

Dice su presidente: "Yo personalmente soy partidario de que el pluralismo se exprese en su eje principal, que es la política".

¿Qué dice la gente? Según estudios del Consejo Nacional de Televisión (CNTV), los chilenos no se sienten representados por la programación actual de la TV abierta, de la cual TVN es uno de sus principales actores.

"TVN aspira a ser líder en la generación de contenidos y en la satisfacción programática de su audiencia".

En los ´90, TVN fue líder en la generación de contenidos. En esos años no era el número uno en audiencia, pero marcaba la pauta de la industria. Hoy es el canal con más rating  (lo cual no es exigencia de la ley), pero prácticamente ya nada lo distingue de los canales privados. Es uno más.

Además, todos sabemos que sintonizar un programa o un canal no es sinónimo de valorarlo. Y las audiencias no parecen estar muy contentas. El 58,8 por ciento de los chilenos -según encuesta del CNTV- se declara poco o nada satisfecho con la TV abierta. La caída es en picada. Las razones de la insatisfacción: excesos en pantalla, falta de programación cultural, homogeneidad de la oferta.

TVN se defiende. Y publica unos gráficos donde muestran que son los que más programación "cultural" tienen en pantalla. Sin embargo, para un canal público ser tuerto en el reino de los ciegos no parece suficiente.

También dice que tiene la obligación de autofinanciarse. Tiene razón, la ley lo obliga. Sin embargo, este requisito no implica que el rating sea el que mande, haciendo de TVN un canal como cualquier otro privado. ¿Para qué entonces tenemos televisión pública?

Hacer TV pública es una decisión política. Si el gobierno, los partidos y los políticos no se abren seriamente al debate, haciendo un esfuerzo por dejar a un lado sus intereses particulares, TVN seguirá perdiendo legitimidad social, las voces que abogan por su privatización encontrarán eco y se comenzarán a multiplicar y, lo que es peor, tiraremos por la borda la oportunidad de enriquecer la vida diaria y cultural de todos los chilenos.

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