07 julio, 2007

Negocios: INE 2.0

Revista Qué PasaEdición sábado 7 de julio de 2007

Porque Chile tiene un patrimonio estadístico que es parte de nuestra reputación internacional, sería recomendable que se otorgaran más recursos al Instituto Nacional de Estadísticas y de paso se hicieran reformas a su institucionalidad de tal manera de darle más independencia, similar a la que hoy tiene el Banco Central de Chile, con un consejo plural, técnico y profesional propuesto por la presidencia y validado por el Parlamento.

Por  Óscar Landerretche
 

Si están malas son buenas, si están buenas son malas.

Esta es la nueva doctrina de inferencia estadística que ronda las mentes opositoras: cuando las cifras que produce el INE, el Central o el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile son malas (e.g. creación de empleo baja, inflación alta, inversión lenta), entonces eso indica que el gobierno lo está haciendo mal. En cambio cuando las cifras están buenas (e.g. bajo desempleo, baja pobreza, o mejor crecimiento) entonces las cifras están manipuladas por el gobierno.

Es una estrategia de análisis estadístico de una efectividad tremenda. Tiene una garantía de éxito indagatorio a toda prueba: la virtud de que siempre valida lo que uno cree o quiere decir. ¿Qué más se le podría pedir a una técnica de indagación científica? ¿Validez? ¿Robustez? …¡nah! Mucho mejor que sirva para demostrar que uno siempre tiene la razón. Porque…, o sea, uno siempre la tiene.

¿No?

Flor.

En estos tiempos en que parece que todo vale en política al parecer estamos dispuestos a jugar con cualquier fuego. La estrategia del desalojo parece que permite cualquier munición. Incluyendo la credibilidad internacional de las cifras chilenas, que, por si no lo saben, tienen bastante buen nombre dentro de todo. Son de las mejorcitas a nivel regional y son bastante respetables a nivel de OECD. Yo creo - pero capaz que sea yo muy inocente - que es del interés de todos tratar de insular a las agencias estadísticas de la estrategia del desalojo. Reformémoslas todo lo que queramos, por cierto. Sin embargo, creo nos conviene, a todos, tratar de mantenerlas fuera de alcance de la histeria de boca espumosa que se ha apoderado de la política chilena. ¿No les parece?

No es que no haya falencias y necesidades. ¡Las hay, sin duda! Nos faltan, entre otras cosas, una buena encuesta de hogares en panel, encuestas financieras de hogares y empresas, cifras oficiales de actividad sectorial mensual, mejores indicadores de productividad e inversión sectorial, encuestas regulares de alfabetización adulta… etc. Faltan miles de cosas que podrían ser útiles y entretenidas de tener. ¡Nos faltan, hay que hacerlas… pero cuidemos lo que tenemos, por favor!

Algunas de las estadísticas que producimos hoy también pueden ser mejoradas, ¿qué duda cabe? Podemos sumar dimensiones sociales y culturales a la Casen, introducir correcciones hedónicas y mejores elasticidades de sustitución en el IPC. Podemos introducir variables cualitativas en las encuestas de empleo. En fin, podemos hacer muchas mejoras sin la necesidad de botar al tacho de la basura lo que tenemos hoy en día. Chile tiene un patrimonio estadístico que es parte de nuestra reputación internacional. No me parece necesario destruirlo como parte de la estrategia para generar alternancia política. 

Es evidente que el crecimiento y transformación del país hace necesario desarrollar nuevas encuestas, estadísticas y cifras. Cada día aparecen nuevos problemas de políticas públicas para los cuales se requieren indicadores más profundos, novedosos y sutiles. El país se ha transformado y crecido, y le ha quedado chico el metro con dibujo de jirafa que usábamos para medirlo. El guailón ya no cabe. Necesitamos un metro más grande. Necesitamos una pesa. Necesitamos medir el pulso, la presión, la masa y el contenido graso.  Es claro que necesitamos más y mejores estadísticas. Chile ha cambiado.

A mi juicio esto requiere de una cosa central: el "upgrade" del Instituto Nacional de Estadísticas. Necesitamos un INE 2.0.

El "upgrade" del INE, por supuesto, requiere muchos más recursos. Mi impresión personal del INE es que es una agencia que hace maravillas con puré y que sus falencias son más resultado de la precariedad que de negligencia o malicia alguna.

Necesitamos que el INE haga lo que hace mejor y que haga más cosas… y eso requiere recursos. Esos recursos requieren, a su vez, de reformas institucionales importantes de la agencia estadística. La más importante, a mi juicio, es que se le dé un estatuto de independencia similar a la del Banco Central de Chile, con un consejo plural, técnico y profesional propuesto por la presidencia y validado por el Parlamento. Tal cual. La independencia le ha hecho maravillas al Banco institucionalmente, lo ha empujado a profesionalizarse y modernizarse, lo ha consolidado como una de las instituciones más creíbles de nuestro país: estoy seguro de que haría lo mismo con el INE. Adicionalmente, un consejo plural le daría el espacio político a nuestra centenaria agencia estadística para reformarse y modernizarse, para empujar el desarrollo de nuestro patrimonio estadístico, y dejar de estar siempre a la defensiva. Hoy en día la dirección del INE está sujeta a los mecanismos de selección de la alta dirección pública. Esto, sin duda, es un avance, pero a mi juicio no es suficiente. Necesitamos un INE independiente.

Depositario de estadísticas

Una de las características centrales del INE (que, a mi juicio, hay que conservar) es que es el depositario de las estadísticas oficiales del país. El INE no tiene demasiado espacio para experimentar. Más bien, tiene que implementar cosas que ya están probadas. Aquí tenemos una oportunidad institucional que es la existencia del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, que con más de 50 años, es la segunda agencia estadística más antigua del país y está nada menos que en la universidad pública por excelencia. Es donde se hace la Casen y la encuesta comparable más antigua de Chile: la Encuesta de Ocupación del Gran Santiago. A mi juicio debiera existir una relación institucional oficial entre estas dos antiguas agencias estadísticas en que el INE use a la Universidad de Chile para experimentar, y que cuando las encuestas estén maduras y consensuadas sean traspasadas a la agencia oficial.

Un INE independiente permitiría hartas cosas novedosas que mejorarían la calidad de la discusión de las políticas públicas en nuestro país y, creo yo, el tono de la política en general.

Lo primero es que permitiría que tuviésemos un sistema de verificabilidad estadística y rendición de cuentas de las políticas públicas (idea que discutimos alguna vez con el anterior director del INE Máximo Aguilera). Es decir, que estableciésemos que todas las políticas públicas que se implementen por parte del gobierno o se propongan por parte de la oposición, incluyesen en sus proyectos los indicadores a los que se someterán para su evaluación posterior, e incluyesen en sus presupuestos los recursos para los levantamientos de datos que fuesen necesarios. ¿Se imaginan lo fantástico que podría ser? ¿La mejoría institucional que ello implica?

Un INE independiente permitiría hacer creíble una política como ésta.

Lo segundo es que permitiría una modernización de las campañas electorales. Por ejemplo, un INE de este calibre permitiría que en vez de esos insípidos y generalistas programas de gobierno que tenemos hoy en día, tuviésemos una formalización de manifiestos políticos al estilo inglés. Esos manifiestos políticos podrían tener un rol formal y un plazo específico dentro del calendario electoral y podrían incluir cifras, así como listados de indicadores asociados a cada propuesta que se le hace a la ciudadanía. Un INE independiente lo legitimaría.

¿Se fijan? Yo creo que ganamos mucho con meterle lucas a modernizar el INE. Ganamos si es que lo insulamos de la agenda del desalojo. Ganamos más si es que le generamos un espacio político para actualizarse y reformarse, dándole un estatus de credibilidad que solamente la independencia puede lograr. Ganamos más aún si es que esa independencia sirve como excusa para adoptar sistemas de verificabilidad estadística, de rendición de cuentas y de cuantificación de los programas de gobierno.

Un lujo sería. ¿No creen?

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