19 diciembre, 2006

Dos mundos enfrentados en Medio Oriente

El movimiento islámico Hamas surgió hace dos décadas como reacción a las carencias del partido tradicional de Yasir Arafat, Al Fatah • Ambos comparten un enemigo: Israel

FAX PRESS / GAZA
 
Hamas y Al Fatah siempre han estado enfrentados, porque representan dos formas distintas de luchar para la liberación de los territorios ocupados frente al enemigo común, Israel. Los primeros siempre defendieron la acción armada y tienen como objetivo final la declaración de una Palestina islámica. Los segundos optaron por negociar, aunque nunca pudieron -o quisieron- acabar del todo con el terrorismo. Desde la aparición del movimiento islámico hace dos décadas, el histórico partido de Yasir Arafat se encontró con un rival que cuestionaba no sólo el proceso de paz con los hebreos sino la gestión de la zona.

Al Fatah se formó en la clandestinidad en los años 50 con la intención de movilizar a la diáspora y lanzar ataques contra el recién creado Estado de Israel, pero no fue hasta 1965 cuando hizo su aparición formal bajo el liderazgo de Arafat. Tras la Guerra de los Seis días, la formación - con más de 2.000 atentados en su haber- ya era la facción más fuerte y mejor organizada de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y se convirtió en eje de su existencia con Arafat como líder.

A partir de entonces, el rais mueve todos los hilos desde el exilio (primero en Jordania, luego en Líbano y por último desde Túnez) con el objetivo de reclamar los territorios anexionados por Israel en la guerra de 1967 y declarar un Estado palestino en esas fronteras. Para ello, sin detener la lucha armada, empieza a distanciarse de ella y a apoyar el diálogo.

Pero de forma paralela, a finales de los 70 y principios de los 80 empieza a surgir un nuevo tipo de lucha inspirada en el grupo islámico de los Hermanos Musulmanes, que comienza a dar servicios asistenciales a los palestinos con ataques puntuales a Israel y aspira a crear un Estado islámico en la zona. El jeque Yassin constituye formalmente el movimiento, llamado Hamas, en 1987 en Gaza, aprovechando el estallido de violencia popular de ese momento, la primera intifada. Sus recetas son llenar los vacíos de la OLP: caridad y labor asistencial para los palestinos; terroristas suicidas y contundencia con Israel.

A principios de los 90, cuando se inicia el proceso de paz de Oslo, Arafat opta oficialmente por la negociación, mientras que los líderes de Hamas continúan con la lucha porque niegan el proceso de diálogo con el Estado hebreo, cuya existencia no reconocen.

Para entonces el poder de Arafat ya es casi absoluto y la corrupción en las filas de su grupo se multiplica, aunque la firma de los acuerdos es uno de sus grandes éxitos, que se concreta en la contundente victoria de Al Fatah en las primeras elecciones en 1996.

Sin embargo, el dirigente siempre temió a Hamas y vio en este movimiento a un rival, ya que se estaba ganando a la población ofreciendo servicios educativos y sanitarios que la ANP no daba mientras continuaba con los atentados suicidas, que eran vistos como la única vía para tratar a Israel por una parte de la población.

SEGUNDA INTIFADA. Al final de los 90, las esperanzas para que el proceso de paz fructificara se veían cada vez más lejos y, tras el fracaso de las conversaciones en Camp David el verano de 2000, sólo fue necesaria una chispa (la visita de Ariel Sharon a la explanada de las Mezquitas) para que surgiera la segunda infifada, más violencia reprimida con brutalidad por los judíos, que hizo que el apoyo a los grupos armados se multiplicara, mientras Arafat era relegado a la Muqata sin ser aceptado por EEUU ni Israel como interlocutor.

A mediados de 2003, tras la firma de la Hoja de Ruta, Hamas empezó a barajar la posibilidad de una tregua o hudna, pero el 14 de enero de 2004 el alto el fuego de facto que se había instalado durante unos meses saltó por los aires junto al cuerpo de la primera mujer suicida de Hamas, justo después de que Israel reanudara los asesinatos selectivos de los líderes del movimiento, que en marzo acababan con el jeque Yasin y un mes después con su sucesor, Abdelaziz Rantisi.

Las reformas en la ANP urgían tanto como se debilitaba la salud de Arafat y cuando el rais murió en noviembre de 2004, Mazen era el hombre llamado a sustituirle, pero en las calles palestinas, sumidas en la violencia de la intifada, el apoyo a los viejos líderes se reducía y comenzaba una lucha por el poder que había quedado libre.

Mazen ganó las presidenciales, a las que Hamas no se presentó porque quería ir paso a paso, pero para entonces el movimiento, siguiendo los pasos de los libaneses Hizbulá, ya tenía claras ambiciones políticas. El éxito de los islamistas en las municipales fue amplio. Meses después, en las legislativas de 2005, la victoria fue incontestable, pero se mantenía a Mazen como presidente, un cargo que el mismo que hoy lo sigue ostentando se encargó de debilitar a favor del primer ministro Haniye, aunque ahora ya no le interese recordarlo y opte por saltarse unas reglas de juego democrático, que se volvieron contra sus defensores.

No hay comentarios.: