01 octubre, 2007

El Mundo Según Al Gore


Carmelo Ruiz Marrero

El ex-candidato a la presidencia de Estados Unidos Al Gore, político tornado estrella de cine, viajó a Buenos Aires en mayo para dar otra de sus charlas ambientalistas. Tras el éxito de su documental "Una Verdad Inconveniente", Gore se ha convertido en toda una celebridad internacional y, para no pocos ecologistas, en nada menos que un héroe, alguien que no tiene miedo de estrujarle en la cara a los grandes intereses la realidad del calentamiento global y la urgencia de combatirlo.

Numerosos ambientalistas argentinos se expresaron sobre su visita, no para agradecerle sino para repudiarlo.

"Denunciamos a Al Gore como el nuevo colonizador y publicista del negocio global y a su película 'Una verdad incómoda', que desnuda verdades a medias para no incomodar a sus financistas: las petroleras, las semilleras y las automotrices", dice la Declaración de Gualeguaychú, firmada por sobre una docena de organizaciones argentinas que se congregaron en la provincia de Entre Ríos en abril para unas jornadas contra los monocultivos.

Es preciso puntualizar que Gore fue a Buenos Aires no para sermonear en general sobre el calentamiento global sino para apoyar específicamente una de sus propuestas: los agrocombustibles, también conocidos como biocombustibles o cultivos energéticos. Estaba participando en el primer Congreso Americano de Biocombustibles, un encuentro de políticos y empresarios con un precio de entrada de 500 dólares por persona.

El Grupo de Reflexión Rural (GRR), una de las organizaciones que participó del encuentro de Gualeguaychú, trató repetidas veces de contactar a Gore para comunicarle sus razones para oponerse a los agrocombustibles, pero sin obtener respuesta.

En un documento que lleva el seco título de "Nuestro Repudio a la Visita de Al Gore", el GRR declaró que "sus propuestas de reducción de consumo... no son serias ni tienen en cuenta la urgencia de cambiar sus estilos de vida radicalmente."

"Al Gore tampoco tiene en cuenta la realidad que muestra que la actual producción de los monocultivos de materia prima para agrocombustibles ya están precipitando la desertificación de las mejores tierras del planeta", continúa el comunicado. "Que esta producción, ahora mismo, antes de la entrada en vigor de las metas propuestas por los países que van a ser los consumidores masivos de los agrocombustibles, ya está expulsando a las poblaciones campesinas e indígenas de sus lugares dejando así las producciones de subsistencia y provisión local, sea por medio de las fumigaciones o directamente a manos de fuerzas policiales, militares o paramilitares locales."

Hace menos de un año varias organizaciones, incluyendo Oilwatch y la Red Latinoamericana contra los Monocultivos de Árboles, proclamaron que "los cultivos energéticos crecerán...  a costa de nuestros ecosistemas naturales. La soya se proyecta como una de las principales fuentes para la producción de biodiesel, pero es un hecho que los monocultivos de soya son la principal causa de destrucción del bosque nativo en Argentina, del bosque húmedo tropical amazónico en Brasil y Bolivia, y de la Mata Atlántica en Brasil y Paraguay."

Pero Al Gore no se ha enterado de nada de esto. El sigue promoviendo por el mundo entero a los agrocombustibles como una alternativa energética sustentable.

Tal postura es incomprensible si uno no conoce el trasfondo de este individuo. ¿Quién es Al Gore? ¿Y qué hizo con su vida antes de hacer su famosa película?

El vicepresidente Gore

Entre 1993 y 2000, Gore fue vicepresidente de Estados Unidos, el hombre número dos de la administración Clinton. En su campaña electoral, el candidato presidencial Bill Clinton metió en su papeleta a Gore, entonces senador por el estado de Tenesí, para ganarse a los votantes ambientalistas, pues como gobernador del estado de Arkansas Clinton tuvo un récord ambiental repudiable. El sector ambientalista estuvo encantado con la idea de tener a Gore en la vicepresidencia pues ya para entonces él había pasado su carrera política alardeándose de luchador ecologista- había hecho todo un espectáculo de su comparecencia a la Cumbre de la Tierra en 1992 y su libro "Earth in the Balance" estaba dirigido al votante ambientalista.

Una vez en la vicepresidencia del país más contaminador del mundo, ¿Qué hizo para combatir el calentamiento global? Nada.

Para comenzar, la administración Clinton Gore se negó a firmar el Protocolo de Kyoto, acuerdo internacional para reducir las emisiones de gases que causan el calentamiento del planeta. En su película, Gore no menciona esto y encima de eso tiene el atrevimiento de exhortarle a los políticos de su país que apoyen el Protocolo. Además en la película tiene la desfachatez de decir con mucho orgullo que él estuvo presente en Kyoto para la firma del acuerdo en diciembre de 1997.

En su defensa, una persona me dijo que el pobrecito era sólo el vicepresidente y no el presidente, que por lo tanto el asunto no estaba en sus manos, que no tenía la última palabra. Idénticos argumentos emplearon los acusados en el juicio de Nuremberg tras el fin de la segunda guerra mundial: "Yo no mandaba, yo sólo seguía órdenes". Nazis de alto rango como Goering seguramente se valieron de tales razonamientos. Imagínense un acusado en el escándalo de fraude de la compañía Enron explicándole al juez: "No fue mi culpa. No había nada que yo pudiera hacer. Yo sólo era el vicepresidente de la compañía." De la misma manera que tales argumentos son evasivas cobardes en el caso de oficiales nazis y criminales corporativos, también lo son en el caso de Gore.

No solamente Gore fue el hombre número dos en la administración Clinton, sino que fue explícitamente puesto a cargo de todos los asuntos ambientales, domésticos e internacionales. Así que difícilmente puede haber sido ajeno a la decisión de la administración de no firmar el Protocolo. El pudo haber dicho algo, pudo haber protestado públicamente.

Algunos han defendido esta inacción, señalando que el Congreso era entonces controlado por la ultraderecha republicana. La Constitución de Estados Unidos establece que la república entra a tratados internacionales sólo con la aprobación del Congreso.  En las elecciones congresionales de 1994 los republicanos quedaron en control de la rama legislativa. Bajo el liderato del diputado Newt Gingrich, los republicanos emprendieron una agenda de destrucción, su objetivo era maniatar a la administración Clinton Gore y obstruir todas y cada una de sus iniciativas. En julio de 1997 el Senado aprobó 95-0 la infame resolución Byrd-Hagel, la cual repudia el Protocolo de Kyoto. Se repitió lo ocurrido tras el fin de la primera guerra mundial, cuando el entonces presidente Woodrow Wilson quiso ingresar el país a la Sociedad de Naciones pero la oposición congresional se lo hizo imposible.

Al parecer entonces, Clinton y Gore estaban exonerados por su falta de acción. Pero cualquier persona con alguna familiaridad con la política como actividad humana sabe que existe algo llamado liderazgo. Esa es una cualidad que se resalta especialmente en momentos de adversidad extrema. Clinton pudo haber firmado una orden ejecutiva para meter el país en el Protocolo. La Constitución provee tal prerrogativa al presidente, aunque de forma limitada. Tal acción no sería sin precedente. Después de todo, presidentes republicanos han hecho eso con frecuencia pasmosa y por lo general se han salido con la suya. De haber firmado una orden ejecutiva, la administración por lo menos se hubiera ganado la confianza del sector ambientalista. Hubiera sido una batalla digna, pero el dúo Clinton Gore ni siquiera trató. ¡Vaya liderazgo!

Los republicanos nunca han usado la oposición demócrata como excusa para no cumplir con su agenda, pero los demócratas están acostumbrados a usar la oposición republicana como excusa para romper sus promesas y traicionar sus compromisos.

Es ilustrativo contrastar esta actitud sumisa y resignada con la recia y viril batalla que Clinton y Gore emprendieron en 1993 para lograr la ratificación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC) a como diera lugar. Lucharon con diente y garra en contra de la oposición, que consistía de sectores progresistas, sindicalistas y ambientalistas, y legisladores de su propio partido. Gore estuvo a cargo de exterminar la oposición ambientalista, encomienda que aceptó gustosamente. Para apaciguar ese sector, propuso que el TLC incluyera un acuerdo paralelo que atendería cualquier daño ambiental directamente causado por el Tratado.

La gran mayoría de los grupos ambientales, incluyendo Sierra Club, Greenpeace y el movimiento de justicia ambiental, identificó el ofrecimiento como una trampa, como una medida insignificante que apenas haría mella contra el nefasto impacto ambiental que tendría el TLC. Sin embargo, siete grupos rompieron filas, aceptaron la oferta y se lanzaron de lleno a la campaña en pro del Tratado, desatando así un combate fraticida. Estos grupos, apodados "Los Siete Sinverguenzas" (The Shameful Seven), incluyeron a EDF, NRDC y World Wildlife Fund. Con su ayuda, Gore pudo argumentar que el movimiento ambientalista apoyaba el TLC, y que por lo tanto no sería malo para el ambiente.

Gore y Occidental

En "An Inconvenient Truth", Gore hace un sentido mea culpa porque su familia sembraba tabaco, producto que mató y sigue matando a miles de estadounidenses al año, incluyendo su hermana fumadora, que murió de cáncer del pulmón. Pero no dice nada de la lucrativa relación carnal de su familia con la petrolera Occidental.

Según la ONG investigadora Center for Public Integrity:

"Gore ha tenido una larga relación con Occidental Petroleum, que ha sido enormemente beneficiosa para la compañía. El fallecido jefe de Occidental, el controversial Armand Hammer, gustaba decir que tenía al padre de Gore, el senador Albert Gore, padre, "en mi bolsillo". Cuando Gore, padre, dejó el Senado en 1970, Hammer lo contrató por 500 mil dólares al año. En lo personal y en lo profesional el (entonces) vicepresidente se ha lucrado de Occidental. Hasta el día de hoy sigue obteniendo 20 mil dólares al año de un trato de tierras en Tenesí entre su padre y Hammer. El monto total (para el año 2000) es de sobre 300 mil dólares. La relación personal entre el Gore joven y Hammer fue muy cercana a través de la década de los 80, incluyendo viajes en el jet privado de Hammer y sus constantes contribuciones a las campañas electorales." (Tomado de "The Buying of the President 2000" por Charles Lewis y el Center for Public Integrity.)

Lewis y el CPI nos informan también que fue Gore quien le recomendó a Clinton que venda a Occidental 47 mil acres de yacimientos petroleros en Elk Hills, California. Fue la mayor privatización de terrenos públicos en la historia de Estados Unidos, una transacción que triplicó las reservas de Occidental en el país. El mismo día en que fue anunciada la venta, Gore estaba dando una charla acerca de lo terrible del calentamiento global.

Occidental también es acusada de genocidio contra el pueblo U' Wa en Colombia. En febrero de 2003 los líderes U'Wa declararon que el Plan Colombia facilitaba la invasión  de petroleras como Occidental a sus tierras. Incidentalmente, pueblos indígenas como los  U' Wa y los Huaorani de Ecuador, posiblemente han hecho más para combatir el calentamiento global al literalmente poner sus vidas en juego para detener la explotación petrolera, que todos los ambientalistas del mundo juntos. Pero sin embargo Gore no les da la más mínima palabra de reconocimiento, ni tampoco se les reconoce su lucha en las negociaciones del Protocolo de Kyoto.

La verdad acerca de Kyoto

Hablemos del famoso Protocolo. ¿Qué estipula este acuerdo? Contrario a lo que creen muchos ambientalistas, no compromete los países firmantes a recortes sustanciales en sus emisiones. Los firmantes se comprometen a reducirlas a un 5.2% debajo de los niveles emitidos en 1990 para el año 2008, a más tardar en 2012, una meta insignificante en comparación con lo que los expertos del clima dicen que se necesita para evitar una catástrofe planetaria. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climatico, las emisiones globales deben ser reducidas a por lo menos 60% debajo de los niveles de 1990. Y hasta ese modesto 5.2% de reducciones quizás no se logre en el itinerario acordado debido a numerosos tecnicismos inscritos en el texto mismo del Protocolo.

Y como si esto no fuera deprimente, el autor inglés George Monbiot nos informa en su exhaustivamente documentado libro "Heat" que para evitar una catástrofe global sin precedentes es necesario que Estados Unidos, Canadá y Australia reduzcan sus emisiones en un 94% para el año 2030. Después de entonces será demasiado tarde. Dada esta realidad, no es posible que los ambientalistas apoyen el Protocolo de Kyoto sin a la vez sentir un poco de bochorno.

Si bien los gobiernos firmantes no tienen mucha motivación para reducir sus emisiones, sí tienen mucho entusiasmo para la compra y venta de derechos a contaminar la atmósfera. Estos derechos están codificados los mecanismos "flexibles" del Protocolo, que permiten a los contaminadores corporativos evadir sus obligaciones de reducir sus emisiones, mediante la compra y venta de sumideros de carbono, conocidos también como activos de carbono, o contrapesos o dispensas de carbono (offsets).

De eso es lo que hablaba Gore cuando los congresistas republicanos pretendieron ridiculizarlo al sacarle en cara que su estilo de vida requiere de la quema de grandes cantidades de combustible fósil, por ejemplo para sus numerosos viajes por avión. El respondió que el impacto ambiental de sus actividades es neutralizado mediante unos "offsets" de carbono que él compra. Pero esta opción de comprar indulgencias para redimirse uno de sus pecados de carbono tiene el repudio de ecologistas y la sociedad civil del mundo entero.

"El comerciar carbono no aportará a la protección del clima de la Tierra", dice la Declaración de Durban sobre el Comercio de Carbono. "Es una falsa solución que atrinchera y amplifica las inequidades sociales en muchas maneras."

La declaración fue publicada en 2004 por representates de movimientos populares y entes no gubernamentales que se reunieron en Durban, Suráfrica. Los firmantes incluyen organizaciones de Samoa, India y Brasil, la Red Ambiental Indígena, el grupo inglés Sinkswatch, y de Estados Unidos el Global Justice Ecology Project.

El documento señala que entre los jugadores del comercio de carbono figuran los culpables del calentamiento global, y denuncia que estas instituciones están usando la crisis ambiental que ellas mismas causaron como justificación para apropiarse de más recursos naturales. "Gobiernos, agencias que subvencionan créditos para exportadores, corporaciones e instituciones financieras internacionales continúan apoyando y financiando la exploración y extracción de combustible fósil y otras actividades que empeoran el calentamiento global, como la degradación y destrucción de bosques en una escala masiva, mientras que solamente dedican sumas irrisorias a la energía renovable."

"La distribución de dispensas de carbono constituye uno de los mayores proyectos para la creación y distribución regresiva de derechos de propiedad en la historia humana, si no el mayor ", plantea Larry Lohman, de la organización británica The Corner House.

En definitiva, las falsas soluciones que propone Gore no atienden para nada las causas de fondo del cambio climático, que surgen de relaciones económicas y geopolíticas que favorecen a minorías privilegiadas a costa del resto del mundo. No busquemos nada de individuos como él, que se hacen de lucrativas carreras predicando y moralizando. Mejor aprendamos de los U'Wa y los Huaorani, y de muchos otros pueblos tradicionales e indígenas, quienes a cambio de nada, sin tener un solo centavo, y prácticamente sin recibir agradecimiento de nadie, lo dan todo en su lucha por detener la expansión de la extracción petrolera. Eso sí es proteger el ambiente.

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