22 enero, 2007

La heredera

ALEJANDRO ARMENGOL

Una opinión se destacó entre tanto intelectual cubano que quiso expresar su criterio tras la reaparición en la televisión oficial de tres notables censores del llamado ''quinquenio gris'' de la cultura.

En un mensaje electrónico dirigido al escritor Reynaldo González, una cubana aclaró que no era artista ni escritora, pero que pese a ello quería enfatizar su identificación con ``el temor a que se diluyan momentos de la historia, que aunque nos duelan y avergüencen, deberían analizarse profundamente para evitar que se repitan''.

Luego afirmó que los diferentes programas de televisión --en los que aparecieron Luis Pavón, Jorge Serguera y Armando Quesada-- mostraban ''sólo la punta del iceberg''. Agregó que ``la reacción provocada responde a malestares más profundos que aún no tienen el respaldo necesario de nuestra sociedad, expresado en sus políticas''.

Diversos escritores señalaron la necesidad de un debate sobre lo ocurrido en los años setenta. Señalar causas y errores. Identificar responsabilidades. Ir más allá de mencionar a Pavón, Serguera y Quesada. Esta urgencia de una profundización se expresó con mayor lucidez en el exilio y también con la tibieza acostumbrada en la isla. Pero quedó claro que se trataba de una cuestión no resuelta, ni por parte del gobierno actual ni tampoco de las víctimas.

Así que el pedido de esta cubana --ir al fondo de lo ocurrido, para evitar su repetición-- no estuvo aislado. Lo singular es quien lo hizo: Mariela Castro Espín, la hija del gobernante interino, Raúl Castro, y sobrina del postrado comandante en jefe, Fidel Castro.

Un conocimiento elemental de la biografía de Castro Espín indica que no hay nada extraño en que ésta critique al organismo responsable de la televisión en la isla. Lo que sí llama la atención es el énfasis que establece en la necesidad de transformar ese organismo, al decir que hay que ``analizar y discutir estilos de pensar, ambivalencias, ausencia de definiciones coherentes en la política institucional del ICRT que debe saber expresar nuestra política cultural, educacional, de la mujer, etc.''.

Esto es prácticamente solicitar un cambio total en una institución que por décadas se ha limitado a servir de órgano de difusión de los discursos e intervenciones públicas de su tío, y a llenar el resto de sus espacios de transmisión con programas aburridos y propaganda (todavía más aburrida).

Salvo la posibilidad de ver películas --y en los últimos años algunas telenovelas--, poco ha brindado la televisión cubana de interés a los espectadores.

Hasta el momento, Castro Espín se ha destacado como defensora de la libertad de orientación sexual. Desde su puesto de directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (CENESEX) y de la revista Sexología y Sociedad, ha sido una activista constante de los derechos de los homosexuales y promotora de la efectiva prevención del sida. Esto por supuesto que indirectamente la implica en la polémica: si por algo se destacaron los tres censores fue por su persecución sin tregua de los homosexuales. Sólo que no hay que olvidar que en esta labor se limitaron --acusarlos de excederse es posible en algunos casos, pero no en la puesta en práctica de una política-- a cumplir órdenes de los hermanos Castro.

No deja de resultar paradójico, por no decir irónico, el interés que desde hace años viene demostrando Castro Espín en la defensa de los homosexuales. Como tampoco resulta exagerado agregar que hay en el hecho un aspecto de rebelión familiar, aunque permitida. Su labor en este terreno ha resultado destacada, si se tiene en cuenta no sólo el historial represivo del régimen hacia el homosexualismo, superado en gran parte, sino también el machismo de la sociedad cubana, todavía imperante en buena medida.

Tampoco hay que pasar por alto una diferencia fundamental: el régimen practicó una represión política contra ciertos homosexuales --al tiempo que admitía y premiaba a otros--, mientras que el rechazo machista fue y es generalizado. La labor de Mariela Castro Espín tiene que ver con esta última forma de discriminación, al tiempo que elude la primera.

Sin embargo, la labor de la directora del CENESEX ha sido meritoria en este sentido. Aunque en este empeño no se ha visto libre de la sospecha de dedicarse a una labor desde una posición única --privilegiada por su nacimiento-- y a partir de un momento en que hubo un cambio de política por parte del gobierno. Si bien su edad, 43 años, la salva del reproche de no dedicarse antes a esta tarea, no por ello ha dejado de aprovecharse de la ventaja de llevar a cabo una función en momentos en que ésta resulta plenamente aceptada por el Estado.

Sería injusto acusar a Castro Espín de buscar el satisfacer un capricho propio de ''hija rebelde de papá'', pero tampoco es ajena al hecho de cumplir un objetivo que desde hace años interesa al poder castrista: presentar al exterior el ''rostro humanitario, liberal y progresista'', tanto del proceso revolucionario como de su familia.

La pregunta que surge ahora es si, a partir de un traspaso de poder que cada día parece más irreversible, Castro Espín tendrá la posibilidad de empezar a desempeñar un papel más destacado dentro de la jerarquía de gobierno, y si entonces se convertirá en una impulsora de las reformas necesarias.

Su actuación en los últimos meses no deja duda respecto a su interés en esta función. No sólo se ha convertido en un portavoz que ha eludido la ambigüedad sobre la reaparición pública del gobernante cubano: fue ella quien dijo que ''la familia'' le había pedido a éste que se cuidara y no estuviera presente en el homenaje y el desfile militar celebrado en diciembre. También ha planteado la necesidad de cambios en el país, entre ellos un debate sobre los problemas económicos, para así satisfacer las necesidades materiales de la población.

Nada de lo anterior la aleja de enfatizar su militancia comunista y la fidelidad al régimen. Por otra parte, no hay que olvidar que fue la cúpula dirigente la que llevó a cabo las reformas que pusieron fin a la sociedad comunista en la Unión Soviética. Está por verse si Castro Espín es una verdadera reformista o simplemente la versión light de la familia Castro.

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