31 enero, 2007

Dominar a Latinoamérica sigue siendo interés de Washington

Por Tania Peña

Redacción Central, 31 ene (PL) Contrario a lo que piensan algunos, las históricas apetencias de Washington por Latinoamérica permanecen hoy intactas.

Claro, los planes para asegurar la dominación debieron cambiar.

Cuando Estados Unidos comprobó que no podía tragarse al continente de un bocado, optó por hacerlo a pedacitos.

Las conocidas "alquitas", o tratados de libre comercio (TLC) bilaterales, fue la fórmula hallada para perpetuar el dominio en la región, luego que la rimbombante Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) quedara en los papeles.

Además de consolidar su presencia económica en un escenario con portentosos recursos naturales como el petróleo, el gas y el agua, Washington apostó también a los TLC como traspiés o factores de desestabilización en un hemisferio cada vez más insumiso.

El socorrido adagio "divide y vencerás", corazón de la citada iniciativa, tiene hoy más vigencia que nunca en la estrategia de la Oficina Oval.

Ha quedado en evidencia cómo la oleada de gobiernos de corte progresista, que favorecen un proceso de integración regional de nuevo tipo al estilo del que se pretende impulsar hoy en el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), inquieta a los personeros norteamericanos.

Tiene que haberle producido escozor al gobierno de George W. Bush la sonada reelección de Chávez, el triunfo de Rafael Correa en Ecuador y la segunda vuelta de Daniel Ortega en Nicaragua.

"Washington prepara una nueva embestida en América Latina; esta vez con algunos TLC debajo del brazo", declaró el politólogo estadounidense Noam Chomsky en una reciente entrevista.

Sospecho que América Latina estará muy alta en la lista de prioridades de Estados Unidos en 2007, vaticinó Chomsky, tras argumentar que la Casa Blanca no renunciará tranquilamente a los recursos de esta región, en especial los energéticos.

Quizás el ejemplo más cercano de lo que plantea el destacado intelectual está en el último paso del gabinete del presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, al rubricarse un Acuerdo Marco sobre Comercio e Inversiones con EE.UU (TIFA por sus siglas en inglés).

El TIFA tiene olor a TLC, comentaba recientemente la Agencia periodística de MERCOSUR (APM) sobre la decisión de Montevideo, interpretada como un golpe bajo para la unión del Cono Sur.

Y es que los vientos que corren en Sudamérica, cuando empieza incluso a hablarse de unidad política y social, por encima de la comercial, no pueden pasar inadvertidos para los círculos de poder estadounidenses.

Sus intereses, resguardados en el pasado por dictaduras militares, son hoy defendidos, no sin enconada puja, por las oligarquías nacionales en diferentes puntos del área latinoamricana.

En la geografía andina, por ejemplo, el colombiano Alvaro Uribe y el peruano Alan García mantienen entre sus prioridades, respectivamente, la ratificación de un pacto comercial con la nación norteña.

"Queremos que el pacto sea ratificado en los siguientes seis meses", reconoció la ministra de Comercio Exterior y Turismo de Perú, Mercedes Aráoz, pese a que la oposición peruana lo rechaza por privilegiar a las grandes corporaciones contra los intereses nacionales.

Ricardo Patiño Aroca, ministro de Economía de Ecuador, opinó que los gobiernos, tanto de Colombia como de Perú, propinaron una herida de muerte a la Comunidad Andina de Naciones con su actitud pro TLC.

Otro tanto ocurre con los gobernantes centroamericanos, históricamente dóciles a los intereses del capital foráneo, en particular norteamericano.

Todo cuanto huele a soberanía es lógico moleste cada vez más a Estados Unidos, y está claro que su administración seguirá tejiendo hilos, más o menos visibles, para impedir pueda fraguar una sólida integración regional contraria a sus intereses de dominación

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