25 enero, 2007

La resistencia de las cautivas

Por Luciana Peker

BUENOS AIRES, ene (IPS) - Las vivencias, códigos y ritos cotidianos de las mujeres recluidas en la cárcel de Ezeiza, en las cercanías de la capital argentina, es el amplio y escarpado campo donde la periodista y escritora Marta Dillon se mueve y rastrea en su último libro.

En "Corazones cautivos, la vida en la cárcel de mujeres", publicado en la colección "Crónica Argentina" de la Editorial Alfaguara, la periodista se aboca de nuevo al tema de género, pero esta vez sobre un universo poco conocido: las presas en el establecimiento ubicado en la zona del principal aeropuerto internacional de Ezeiza.

Dillon empezó su carrera, en 1989, cubriendo noticias policiales y más tarde se especializó en temas de género.

En 2004 publicó el libro "Vivir con virus, relatos de la vida cotidiana", que recoge las columnas que escribiera en primera persona entre 1995 y 2003 sobre el modo de convivir con el VIH, causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), que le valió un premio en 1998 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

En este último trabajo de Dillon, publicado en diciembre, se revelan las vivencias de las prisioneras, un grupo doblemente vulnerable, por ser mujeres y por ser marginadas. "La inmensa mayoría son pobres, casi 20 por ciento de ellas son extranjeras, una particularidad directamente relacionada con la ley de drogas", remarca la autora.

Las estadísticas del Servicio Penitenciario Nacional sobre el nivel de estudio de las internas indican que 139 de las 725 presas registradas en 2005 en Ezeiza no habían terminado la escuela primaria, 305 apenas concluyeron el nivel básico escolar, 193 empezaron secundaria pero no la finalizaron, 63 completaron su escolarización y sólo tres pasaron alguna vez por la universidad.

Dillon se interesó en la temática por el aumento de reclusas. "Desde 1983 en adelante, tras el regreso de la democracia en Argentina, la cantidad de mujeres encarceladas se mantuvo en cinco por ciento del total de la población penal".

"Sin embargo, al finalizar la década del 90 llegó casi a 10 por ciento, merced a la aplicación de la ley que castiga la tenencia, el consumo y el tráfico de drogas, la cual en una década triplicó el número de féminas encarceladas", detalla Dillon.

La relación entre las drogas y la feminización carcelaria se debe a que las mujeres son utilizadas como "mulas" (portadoras) del tráfico ilegal de sustancias psicoactivas.

"La gran mayoría de las presas son adultas y con hijos, que entran por primera vez a un penal con más de 30 años de edad. Estos datos dejan leer que han buscado una salida alternativa para generar ingresos empujadas por la desesperación y la exclusión social", apuntó Dillon en su investigación.

La periodista hilvana la estadística económica con la penitenciaria: "En el tiempo en el que más creció la cantidad de presas, de 1993 a 2003, fueron los años de mayor exclusión social en Argentina y, a la vez, de mayor aumento de mujeres jefas de hogar, a cargo, exclusivamente, de la manutención familiar".

La política económica del gobierno derechista de Carlos Menem (1989-1999), de amplia apertura comercial y achique del Estado con la venta de casi todos los servicios públicos, llevó finalmente a la recesión a fines de la década del 90 y aumentó la pobreza de niveles históricos muy bajos a casi 60 por ciento de los 37 millones de argentinos a comienzos esta década

También el interés de Dillon por la vida carcelaria tiene motivaciones personales y políticas. Su madre, Marta Taboada, estuvo detenida en distintos campos de concentración durante la última dictadura militar de Argentina (1976-1983) y es una de la lista de unos 30.000 desaparecidos de modo forzoso conformada por organizaciones de derechos humanos.

"Me interesa averiguar como se resiste el cautiverio. A la primera persona que conocí que había convivido con mi mamá en los centros clandestinos de detención le pregunté si ella se acordaba de sus hijos", relata.

La situación de la prole de las presas está actualmente en debate en Argentina.

A pesar de que existe una ley que autoriza a las internas a convivir con sus hijos menores de cinco años, un informe realizado por el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil) denuncia que la mayoría de las cárceles no cuentan con guarderías ni con programas de atención especiales para esos niños y niñas, lo cual constituye una violación a sus derechos.

Por ejemplo, la Unidad 31, la única del Servicio Penitenciario Federal que tiene un jardín maternal, aloja a 229 reclusas, 88 de las cuales son madres que conviven con 95 niños y niñas. Más de 82 por ciento de estas mujeres manifestó que pasa las 24 horas del día con sus hijos y 62 por ciento indicó que los memores no reciben alimentación adecuada.

Por otra parte, 38,9 por ciento de las mujeres cuyos hijos o hijas nacieron dentro del penal afirmaron que la dirección de la cárcel hizo constar esta circunstancia en la partida de nacimiento de los menores, lo cual implica una evidente estigmatización social de los infantes y una violación a las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos.

"En la mayoría de las unidades los niños y las niñas no asisten a actividad educativa y las condiciones de las edificaciones no son las adecuadas para que crezcan y se desarrollen en un ambiente sano", denunció Cejil.

Con base en estos datos, la diputada Marcela Rodríguez, de la opositora Afirmación para por una República Igualitaria (ARI) y directora del grupo Justicia y Género del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp), presentó un proyecto de ley en el Senado para que las mujeres presas con hijos menores de cinco años puedan acceder al beneficio de la detención domiciliaria.

La iniciativa parlamentaria debe debatirse este año y, en caso de ser aprobada, las madres podrían continuar al frente de la crianza de sus hijos en su propio hogar, bajo una adecuada vigilancia.

"En general, se advierten significativas carencias en la inclusión del enfoque de género en el régimen carcelario. La falta de consideración de las necesidades específicas de las mujeres en el sistema penitenciario provoca un empeoramiento de las condiciones en que cumplen la pena de privación de libertad, así como una mayor afectación y vulneración de sus derechos", dijo Rodríguez a IPS. Para revertir esta vulnerabilidad, una abogada y ex detenida, Clara Susana Sajnovetzky, creó la asociación "Por la vuelta clara", que busca respaldar la vida de las mujeres presas cuando salen en libertad.

"Creamos esta asociación civil, que cuenta con amplia colaboración por parte del Ministerio de Justicia, ya que, si se apoya a la mujer que sale de la cárcel, se esta previniendo un potencial nuevo delito. Por otra parte, se intenta que esa persona vulnerable no ingrese nuevamente a un grupo de riesgo social", resalta Sajnovetzky.

La coordinadora de proyectos de la asociación puntualizó que "con esta iniciativa de insertar socialmente a las mujeres excluidas cuando salen del presidio, se está generando una verdadera muestra de cuidado a los derechos humanos".

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