La importancia de la innovación tecnológica para el desarrollo económico del país ha logrado un consenso en el nivel de los agentes económicos relevantes -Gobierno, académicos y empresarios- que ya comienza a recoger la conciencia colectiva de la población. Con algún retraso, pero con creciente impulso, esa mirada se ha abierto a incluir a la investigación científica básica. Aunque desde el punto de vista del contenido ha perdido vigencia el distingo entre investigación básica y aplicada, la postura intencional con que sus actores realizan su trabajo es diferente, y eso justifica que cuenten con instancias distintas de operación.
La investigación científica no sólo aporta conocimiento nuevo, sino que constituye el soporte para la enseñanza universitaria en las disciplinas relacionadas, y apoya la existencia y la expansión de los recursos humanos necesarios para desarrollar una plataforma tecnológica en todo el aparato productivo. Además, estimula el ambiente apropiado para que el sistema de innovación nacional se desarrolle y aporte a la creación de riqueza en el país.
En Chile, parte muy importante del desarrollo de las ciencias se realiza en las universidades, y cuenta para ello con recursos proveídos por los fondos concursables que maneja Conicyt. Este modelo existe en muchos países y ha mostrado sus bondades, sin perjuicio de diversos mejoramientos institucionales que la orgánica de dicho consejo requiere. Sin embargo, hay otras formas de desarrollar la investigación científica no sólo interesantes de estudiar y estimular, sino cuya coexistencia con el modelo tradicional resulta indispensable: como en todas las actividades, la diversidad de opciones en la forma de abordar un problema, en un ambiente de sana competencia, acelera el logro de los objetivos propuestos y contribuye a alcanzarlos en mejor forma.
Una de esas opciones es el CECS, instituto de investigación científica con más de 20 años de existencia, cuyo director es el físico Claudio Bunster. Se trata de un instituto privado, cuyos recursos provienen de fondos concursables y donaciones de instituciones públicas y privadas, que ha optado por operar en la ciudad de Valdivia. Define sus políticas de investigación con autonomía y, en consecuencia, su capacidad de atraer fondos descansa sólo en la calidad de sus científicos y en su apuesta de desarrollar su vocación al más alto nivel mundial. Su temática es multidisciplinaria, desde la cosmología y la física teórica a la biología y la neurociencia -con sus derivaciones al estudio de enfermedades-, a la glaciología y su impacto en la geografía nacional y antártica, así como en el estudio del calentamiento global. Su organización interna es horizontal y su estilo es propio. Su vocación por la descentralización y el desarrollo del país queda graficada por su ubicación en la X Región y su esfuerzo por renovar el casco urbano de Valdivia, con buen criterio arquitectónico.
Esta clase de esfuerzos merece ser apoyada por el Estado y el sector privado, porque diversifica la matriz de investigación científica chilena, le da prestigio a ésta en el exterior y abre nuevas opciones a las futuras generaciones de jóvenes talentosos para desarrollar su carrera en nuestro país. Ejemplos como éste también se dan en el parque tecnológico y de investigación BiosChile, en Ñuñoa, del Premio Nacional Pablo Valenzuela; en el Centro de Modelamiento Matemático de la Universidad de Chile, y en el Instituto de Sistemas Complejos de Valparaíso, del también Premio Nacional Eric Goles.
Posteado por El Mercurio a las Septiembre 28, 2006 08:50 AM | Comentarios (1)
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